La ‘bruja de Wall Sreet’
GRANDES LEGADOS/ Fue una mujer avara y excéntrica, pero también la más rica de la Edad Dorada de Estados Unidos. Consagrada como una ávida seguidora de los mercados, nunca se salió de su hoja de ruta: comprar barato para vender caro.
¿Ha existido una mujer más extraordinaria en el universo de la inversión? Probablemente, no. Le llamaban la bruja de Wall Street por su difícil carácter y porque siempre vestía de negro y con tejidos ajados, a pesar de ser inmensamente rica. Pero también porque tenía dotes de hechicera que le llevaban a anticipar antes que nadie el futuro de los mercados.
Hetty Green se acostumbró desde niña a seguir las cotizaciones bursátiles para ir fomentando un don que la consagró como la mujer más rica de la Edad Dorada de Estados Unidos, aquella década de gloria que arrancó en 1870 y en la que el naciente país vivió un crecimiento sin precedentes.
Pero Hetty era diferente. Casada con Edward Green en 1867, quiso siempre mantener su independencia económica y nunca le interesaron ni las exclusivas mansiones, ni los fastuosos bailes, ni la sofisticada apariencia. Apartada de los grandes clanes neoyorquinos comandados por los Vanderbilt y los Carnegie, vivía en hoteles y apartamentos lúgubres haciendo gala de una extrema austeridad para dedicarse a lo que en realidad le apasionaba: invertir.
Instalada en una oficina del Chemical Bank, en el corazón de Wall Street, Hetty manejaba sus apuestas bursátiles siguiendo siempre la máxima de comprar barato y vender caro. Con esta visión tan acorde con su controvertida personalidad, la bruja de los mercados dio un golpe de efecto en los momentos del pánico de 1907, cuando Hetty se aprovechó de su fuerte liquidez para hacer préstamos a instituciones en dificultades, incluyendo la ciudad de Nueva York, a la que prestó 1 millón de dólares a cambio de bonos a corto plazo.
Conocida por ser implacable en las negociaciones y por su extrema dureza con los deudores, Hetty también se centró en la compra de propiedades inmobiliarias y acciones ferroviarias, que en aquel momento eran sinónimo del esplendor estadounidense que se avecinaba. La bruja de Wall Street incrementaba sus inversiones justo en momentos de incertidumbre y cuando el resto vendía.
Para Hetty, ser rica era fácil: “Todo lo que tienes que hacer es comprar barato y vender caro, actuar con economía y astucia, y ser persistente”.
En el pánico de 1907, aprovechó su fuerte liquidez para conceder préstamos