Expansión Nacional - Sabado

La foto que no se ve en Times Square: 23.000 niños sin hogar

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Nueva York es la ciudad que nunca duerme, capital de los excesos y urbe de ultralujo donde las luces de Broadway deslumbran tanto que ocultan una realidad que discurre paralela a la vista de todos. Tras la pandemia, la Gran Manzana intenta recuperar el ritmo. Los turistas reincident­es se sorprenden al encontrars­e unas calles más sucias, un entorno más descuidado y unas infraestru­cturas que conocieron épocas mejores. El visitante nobel, sobre todo el europeo, se sorprende al descubrir una realidad que ya existía antes de la pandemia: la cantidad de personas sin hogar que acampan en las aceras sobre las rejillas de la calefacció­n del metro y de los rascacielo­s.

La mayoría de estas personas son víctimas de una epidemia que en EEUU tiene una tasa de mortalidad mucho mayor que la del Covid: la de los opioides y versión sintética, el fentanilo, arrasando entre la población. Es hasta 50 veces más fuerte que la heroína y cien veces que la morfina. Solo en la ciudad de Nueva York, las muertes por sobredosis se dispararon casi un 80% en 2021 respecto a las cifras previas a la pandemia. Sus efectos son tan devastador­es que miles de personas acaban en la calle afectadas por diferentes problemas mentales.

La foto no queda bien de cara a las elecciones. Así que el Ayuntamien­to ha anunciado la puesta en marcha de un proyecto para obligar a las personas sin hogar a acudir a centros de acogida y albergues municipale­s. La iniciativa, que fue bien acogida por los vecinos, despertó algunas dudas sobre su viabilidad, tanto económica como legal. En EEUU, la policía no puede trasladar a una persona sin hogar en contra de su voluntad a un hospital o un albergue sin su consentimi­ento, independie­ntemente de su estado mental.

Pero el debate terminó antes de empezar. La medida murió tan rápido como nació, porque Nueva York se ha visto superada por la última oleada de inmigrante­s que han pedido asilo en el país y que han sido trasladado­s en autobuses desde la frontera de Texas a Manhattan. La resolución de sus expediente­s puede tardar meses (o años) en resolverse y, mientras tanto, la mayoría espera el dictamen en los saturados centros de acogida municipale­s.

Durante la pandemia, la ocupación de los albergues estuvo en mínimos históricos. Así que el Ayuntamien­to no invirtió en nuevas plazas. Las personas sin hogar víctimas del fentanilo se refugiaron en las estaciones vacías de metro. Y muchos migrantes abandonaro­n la ciudad. Con el fin de los confinamie­ntos, los pasajeros han reclamado las estaciones de metro y, desde mayo de 2022, cerca de 50.000 solicitant­es de asilo en EEUU han llegado a Nueva York. Son las víctimas del enfrentami­ento político entre republican­os y demócratas por la política migratoria. Desde Texas, principal paso fronterizo con México y estado controlado por el partido conservado­r, se fletan autobuses cada día para trasladar a quienes cruzan a EEUU solicitand­o asilo hacia estados del norte controlado­s por demócratas que no están preparados para gestionar un flujo migratorio de esta magnitud. En algunos casos, la ruta llega incluso hasta Canadá.

El sistema de una ciudad tan grande como Nueva York está desbordado. El Ayuntamien­to ha alquilado hoteles enteros y trabaja contrarrel­oj intentando habilitar macroespac­ios (como una terminal para cruceros junto al río), con un resultado más que cuestionab­le y que ha provocado boicots entre los migrantes, que se niegan a abandonar los albergues (incluso cuando allí se ven forzados a dormir en los pasillos por falta de capacidad), protagoniz­ando sonadas sentadas en el centro de Manhattan.

Pese a sus flamantes rascacielo­s, en la capital financiera del mundo no sobra el dinero. Las arcas públicas no dan más de sí. La ciudad avanza a pasos de gigante hacia un precipicio fiscal con un déficit que, en solo tres años, podría superar los 10.000 millones de dólares. En este contexto, el Ayuntamien­to ha dejado en el aire su proyecto para ayudar a las personas sin hogar que sobreviven en invierno sobre las alcantaril­las. Las matemática­s son crueles y la realidad es que no hay sitio en los saturados albergues municipale­s. Pero las estadístic­as esconden una realidad aún más dura: la semana pasada, sólo en la ciudad de Nueva York, había casi 23.000 niños sin hogar.

El Ayuntamien­to está habilitand­o hoteles y una terminal de cruceros para albergar personas sin hogar

El déficit municipal de la Gran Manzana podría superar los 10.000 millones de dólares en 2025

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