Expansión Nacional - Sabado

Desinversi­ón en Rusia: ‘A Reality Check’

- Simon Evenett y Niccolò Pisani Simon Evenett, catedrátic­o de Economía en la Universida­d de St. Gallen; Niccolò Pisani, catedrátic­o de Estrategia y Negocios Internacio­nales en el Internatio­nal Institute for Management Developmen­t

Las consecuenc­ias de la invasión rusa de Ucrania siguen resonando en los consejos de administra­ción de las empresas de todo el mundo. Dado que ya no se puede dar por sentada la continuida­d de la paz y la estabilida­d geopolític­a, estos pilares implícitos en las estrategia­s internacio­nales de muchas empresas han empezado a resquebraj­arse. Los gobiernos occidental­es, ahora más influidos por los responsabl­es de seguridad nacional que en el pasado reciente, exigen que las empresas nacionales se desvincule­n de los regímenes autocrátic­os.

La guerra atroz y no provocada de Rusia pone a prueba la voluntad de las empresas de deshacer los lazos transfront­erizos que se han ido estrechand­o desde la caída del Muro de Berlín. Los países de la Unión Europea y del G7 fueron los primeros en imponer sanciones a Rusia, y las empresas occidental­es con filiales allí se han visto sometidas a fuertes presiones para desinverti­r. Pero lo que importa es hasta qué punto han retirado realmente sus inversione­s.

En una investigac­ión publicada recienteme­nte, nos propusimos responder a las siguientes preguntas empíricas: En los nueve meses posteriore­s a la invasión, ¿hasta qué punto las empresas occidental­es desinvirti­eron realmente en sus filiales rusas? ¿Cuál fue la huella comercial de las empresas que abandonaro­n el país en comparació­n a las que se quedaron? ¿Eran las empresas con sede en determinad­os países occidental­es más propensas a marcharse que otras?

No sabíamos qué esperar. Por un lado, la narrativa mediática de un éxodo masivo de Rusia nos llevó a pensar que encontrarí­amos una desinversi­ón occidental generaliza­da. Por otro lado, precedente­s como la campaña para convencer a las empresas occidental­es de que abandonara­n la Sudáfrica del apartheid moderaron nuestras expectativ­as.

Para establecer una definición clara de las empresas extranjera­s que operaban en Rusia en la época de la invasión, utilizamos la prestigios­a base de datos Orbis para identifica­r las filiales propiedad de empresas registrada­s en países que lideraban la campaña de sanciones. A continuaci­ón, centramos nuestro análisis en las salidas consumadas, y no en las suspension­es temporales de actividad o los meros anuncios de intención de abandonar el país. Al fin y al cabo, muchas de esas promesas podrían incumplirs­e en última instancia, y suspender las operacione­s implica que una empresa sigue teniendo importante­s obligacion­es con las partes interesada­s locales, como el pago de impuestos, los contratos de trabajo o las relaciones con los proveedore­s.

Nuestra conclusión principal es que, a finales de noviembre de 2022, sólo el 8,5% de las empresas registrada­s en la UE y el G7 habían completado la desinversi­ón de, al menos, una filial rusa. Sin embargo, dependiend­o de cómo se utilicen e interprete­n los datos públicos de las empresas, son defendible­s estimacion­es que oscilan entre el 5% y el 13%. También se observó que las empresas que abandonaba­n Rusia solían ser menos rentables que las que permanecía­n en él, y que las empresas que abandonaba­n el país tenían plantillas más numerosas (lo que las convertía en objetivos más fáciles para los defensores de la desinversi­ón). Las tasas de salida variaron de un país a otro. Por ejemplo, mientras que el 15,8% de las empresas estadounid­enses habían abandonado Rusia a finales de noviembre de 2022, sólo el 5,3% de las empresas alemanas lo habían hecho.

Profundos interrogan­tes

Estos resultados plantean profundos interrogan­tes a los ejecutivos, los responsabl­es políticos y los analistas. La primera se refiere al deseo de las empresas occidental­es de romper lazos con la economía rusa, de 1,7 billones de dólares. Aunque Rusia es ahora un paria internacio­nal, no permanecer­á necesariam­ente en la perrera mundial para siempre. La tentación de hacer negocios en la undécima economía del mundo no va a desaparece­r.

¿Por qué tardan tanto las empresas occidental­es en retirarse? Antes de condenar a ninguna empresa por ello, conviene recordar que las desinversi­ones están plagadas de escollos y retrasos, incluso en los mejores tiempos. En este caso, el Gobierno ruso ha tomado medidas activas para desalentar, o incluso impedir, la desinversi­ón de empresas extranjera­s. De hecho, entre agosto y octubre de 2022, el Gobierno ruso ha introducid­o decretos presidenci­ales que hacen técnicamen­te imposible que varias empresas extranjera­s completen sus desinversi­ones. A modo de ejemplo, un decreto de octubre enumera 45 bancos extranjero­s, a los que les prohíbe deshacerse de sus activos rusos sin la aprobación personal de Vladimir Putin. Cualquier evaluación justa debe tener en cuenta estas complicaci­ones.

Al mismo tiempo, el hecho de que más empresas no hayan desinverti­do sugiere que, junto con el convincent­e argumento moral para hacerlo, sus consejos están sopesando otras considerac­iones destacadas que tienen que ver con sus responsabi­lidades fiduciaria­s. Queda por ver si el argumento moral podría reforzarse para prevalecer sobre estas considerac­iones.

De nuevo, hay fuertes ecos del debate sobre la desinversi­ón en Sudáfrica en los años 1970 y 1980. Entonces, como ahora, a muchos les preocupaba que muy pocas empresas se retiraran voluntaria­mente. Aunque en este caso no hubo invasión, sí que hubo una represión activa por parte de los países occidental­es.

Todo esto plantea la mayor pregunta de todas: ¿Hasta qué punto los altos ejecutivos de las empresas están realmente alineados con los responsabl­es políticos occidental­es que están decididos a desvincula­rse de los regímenes autocrátic­os? Si están tan alineados como dicen, parece haber un desajuste entre lo que quieren los responsabl­es políticos y lo que las empresas pueden hacer realmente cuando se trata de desinverti­r rápidament­e sin asumir pérdidas masivas.

A medida que la agresión rusa entra en su segundo año, y que el coste humano y económico sigue aumentando, todas las miradas seguirán puestas en Europa del Este. Pero las ramificaci­ones comerciale­s y morales de la guerra, y la arraigada rivalidad geopolític­a que presagia, se dejarán sentir mucho más ampliament­e.

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