Expansión Nacional - Sabado

“Los valores están por encima del beneficio”

El perfumista mallorquín Sebastián Sabater emigró a Argentina en la Guerra Civil y creó allí su propia marca de jabones. Su nieta Eliana hizo el camino inverso siguiendo su olfato empresaria­l e instalándo­se en Barcelona para continuar con la tradición fam

- Nerea Serrano. Madrid

Eliana Sabater Propietari­a de Sabater Hermanos Fábrica de Jabones

El perfume L’Heure Bleue, creado por Jacques Guerlain, era el que las mujeres impregnaba­n en los pañuelos que ofrecían a los soldados para fortalecer su ánimo en las trincheras durante la Primera Guerra Mundial. Un aroma puede infundir valentía, rememorar un instante o ser el origen de una victoria. Para el mallorquín Sebastián Sabater fue las tres cosas. Cuando emigró a Argentina durante la Guerra Civil española, tras haber estudiado en la localidad francesa de Grasse (la cuna del perfume), creó una fragancia mítica que todavía reconocen las nuevas generacion­es del país latinoamer­icano: el perfume de lavanda de la marca Fulton. Embriagado por la experienci­a, se adentró en el mundo de la fabricació­n de jabones y montó un sólido negocio en Buenos Aires que heredaría su hijo, Sebastián. A él, sin embargo, le llegó el tufo de la dictadura de Videla y una serie de dificultad­es que su hija Eliana Sabater (Buenos Aires, 1978) vivió desde niña. “Mi infancia estuvo ligada a la fábrica, a ver cómo se hacían las mezclas en casa y a percibir esas complicaci­ones en el negocio, así que a los 17 años, junto a mis hermanos, decidí ayudar a mi padre: uno de ellos se fue a vender por todo el país, el otro se especializ­ó en la maquinaria y yo, en la producción”, recuerda la representa­nte de la tercera generación de esta familia de perfumista­s y jaboneros. Hasta que un golpe, esta vez no militar sino de suerte, cambió su futuro. “Fue un milagro, si no, no estaríamos hoy aquí”.

– Me huele a que será una historia que recordará muy bien.

Como si fuera ayer. Era enero de 2001, en pleno corralito argentino. Mi padre y yo fuimos a una feria a un pueblo costero con una máquina de fabricar jabones que pesaba 120 kilos y nos encontramo­s una estación de autobuses abandonada sin nadie a quien vender. Antes de desmontar la máquina y regresar a la ciudad, mi padre se encontró a un viejo conocido que tenía un balneario y un centro comercial, y que nos propuso montar nuestro chiringuit­o allí. Fue un boom. Pasamos meses en ese puesto sin parar de fabricar y vender; nos pagaban en patacones y lecop, las monedas que se acuñaron durante la crisis. A la vuelta del verano, abrimos una tienda en el barrio de Palermo, y hasta hoy.

– Ya, pero Buenos Aires está a casi 10.500 kilómetros de distancia de Barcelona. El olor puede viajar muy lejos, pero tanto...

Yo tenía la inquietud de salir de Argentina y no quería trabajar sólo en la empresa familiar porque la confianza es muy buena, pero el exceso... ya se sabe. Quería algo desde cero, con todo por inventar. Me mudé a Barcelona y abrí en 2006 una tienda con el mismo nombre que nuestra empresa allí: Sabater Hermanos Fábrica de Jabones.

– Hablando de hermanos, ¿qué le pareció a los suyos? ¿Y a su padre?

Me apoyaron. Mi padre acaba de estar aquí y me ha ayudado con su maravillos­a nariz [también estudió en Grasse] a investigar fragancias.

– ¿Este negocio es más resbaladiz­o a un lado o al otro del charco?

Montar el negocio en España ha sido una gran aventura. Mucha gente me dijo al principio que cambiara de idea, que aquí sólo usabais jabón líquido.

– No les faltaba razón...

Por suerte ha habido un cambio de conciencia sobre productos que

“De mi padre he aprendido la perseveran­cia y la honestidad: no podemos vender un producto si no sabemos que es bueno” “Me mudé a España porque quería iniciar algo. Al principio la gente me decía que cambiara de idea, que aquí sólo usabais jabón líquido” “Amazon no me representa como empresa pequeña, local y artesanal que soy ni tiene nada que ver con mi filosofía”

son nocivos para el cuidado de la piel y el uso del plástico. Por ejemplo, además de jabones, vendemos cada vez más champús sólidos. Y ahora he creado también una línea de productos para perros.

–¿Lo de que el champú sólido no deja el pelo tan limpio es una leyenda urbana? En humanos, digo.

El problema es que muchas marcas lo venden como champú, pero contiene jabón y te deja el pelo pastoso. El consumidor todavía tiene desconocim­iento y algunas empresas se aprovechan de eso. Yo no me puedo permitir vender un producto que no funciona, porque me penalizarí­a; no soy una gran multinacio­nal.

– Tema ‘aclarado’. ¿Quién es su clientela?

Tengo comprador local fiel, pero al estar en el Barrio Gótico también hay mucho internacio­nal. Últimament­e vienen muchos coreanos.

– Pues la cosmética coreana es de las mejores del mundo, ¿por qué le da en la nariz que sus jabones les han convencido?

Ellos valoran mucho el producto artesanal y aquí todo lo es. ¡Aparecemos hasta en Naver, el Google coreano! Dicen que somos famosos allí.

– Y si le viene algún inversor coreano para comprarle el negocio, ¿qué le diría?

No lo vendería, éste es un proyecto muy personal. Cada día, cuando entro en la tienda, rememoro el olor de la fábrica de Buenos Aires. Los jabones son el recuerdo más familiar de mi vida.

–Además de en tiendas físicas vende online. ¿Se ha planteado estar en Amazon para ampliar la difusión del aroma de Sabater Hermanos Fábrica de Jabones?

No quiero participar con mi marca en ese negocio; no me representa como empresa pequeña, local y artesanal ni tiene nada que ver con mi filosofía. Cuidar nuestros valores está por encima del beneficio. –Facturará menos, pero su padre debe estar orgulloso.

Mucho. De él he aprendido la perseveran­cia y a priorizar la calidad del producto. Conocemos muy bien el márketing que hay en torno a la cosmética y no podemos vender un producto si no sabemos que es bueno; eso es la honestidad.

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Eliana Sabater, en la tienda de jabones que abrió en 2006 en la céntrica Plaza San Felipe Neri de Barcelona. También tiene venta online.

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