Más sostenible
Unión Europea se prepara para acabar con determinadas prácticas.
Marcas como H&M, Zara y Primark han puesto en marcha programas de “recogida” de ropa en las tiendas, en los que invitan a los clientes a depositar ropa usada de cualquier marca a cambio de un descuento en una futura compra. Estas iniciativas han sido duramente criticadas por los defensores de la sostenibilidad por fomentar un mayor consumo. Hasta la fecha, 369 empresas del sector textil, de la confección, el calzado y los artículos de lujo se han comprometido voluntariamente a cumplir unos objetivos basados en la ciencia, en consonancia con los esfuerzos por mantener el calentamiento global en 1,5 ºC por encima de los niveles preindustriales. Sin embargo, solamente 170 tienen el visto bueno de la iniciativa Objetivos Científicos, una asociación entre el Carbon Disclosure Project, el Pacto Mundial de las Naciones Unidas, el World Resources Institute y el Fondo Mundial para la Naturaleza.
El greenwashing, a través del cual las marcas venden una imagen de mayor respeto y sostenibilidad con el clima de lo que se corresponde con la realidad, está muy extendido. La UE ha tratado de encontrar la mejor manera de medir las promesas de sostenibilidad de las empresas en su Directiva sobre afirmaciones ecológicas, publicada en marzo. El objetivo de la nueva norma es regular la forma en que las empresas verifican sus declaraciones medioambientales. Las declaraciones que no cumplan los criterios mínimos establecidos quedarán prohibidas.
Por otro lado, el Instituto de Recursos Mundiales (WRI, por sus siglas en inglés) ofrece a las empresas orientaciones para medir las emisiones tanto de su propia producción como de la de sus proveedores, pero se centra menos en los residuos o el consumo. Dado que la industria cuenta con cadenas de suministro complejas y multinacionales, el WRI reconoce que es difícil para las empresas acceder a los datos primarios necesarios, especialmente sobre la producción de materias primas como el algodón.
La carga del cambio
En un clima de inflación elevada y tensiones en torno al comercio mundial, muchas empresas temen que el impulso de la UE a la sostenibilidad tenga un precio demasiado alto.
Parte del problema es la exhaustiva legislación que ha introducido la Comisión. Euratex, el organismo europeo de la industria textil, calcula que actualmente se está trabajando en 16 legislaciones relacionadas con el sector, que abarcan desde la contratación pública sostenible hasta el uso de productos químicos y las normas sobre traslado de residuos.
Algunos miembros del sector afirman que las exigencias de la UE son poco realistas. “Para la que probablemente sea la industria más antigua del mundo, la transición ecológica es un gran reto porque queremos cambiarlo todo en poco tiempo y la cadena de valor no está preparada para ello”, afirma Mauro Scalia, director de empresas sostenibles de Euratex.
Scalia sostiene que una forma mejor de fomentar la sostenibilidad sería obligar a los gobiernos a asegurarse de que compran tejidos sostenibles para los trabajadores y servicios públicos, como las toallas de los hospitales o los uniformes de los bomberos: “Si se
Marcas como SheIn y Boohoo cuentan con millones de seguidores en las redes sociales
empieza a pedir que todos ellos incorporen algún criterio de sostenibilidad, se está enviando un potente mensaje al mercado”.
Hay otros que creen que cambiar el comportamiento de los consumidores es la clave para que la industria sea más sostenible.
La UE, que cuenta con un sistema similar para los electrodomésticos, trabaja en una versión revisada para los textiles. Bruselas también tiene previsto crear un “pasaporte digital de productos” que facilitará a los consumidores información sobre cómo puede reciclarse o repararse un artículo. Pero las autoridades advierten de que la Comisión debe equilibrar cuidadosamente la necesidad de evitar declaraciones ecológicas erróneas sin confundir a los consumidores con un sinfín de etiquetas.
El auge de las compras online también significa que medidas como éstas tienen menos impacto. En cambio, a los consumidores jóvenes se les bombardea con anuncios y contenidos patrocinados en redes sociales como Instagram y TikTok. Shein, con 30,1 millones de seguidores en Instagram, y Boohoo, con 12,6 millones, recurren a los llamados influencers para promocionar sus prendas.
Shein afirma que su “modelo de producción ajustada a la demanda” coincide con los intentos de la UE de reducir los residuos, y añade que ha establecido una hoja de ruta que “esboza nuestro compromiso para hacer frente a los retos sociales y ambientales mediante la adopción de prácticas sostenibles”. Boohoo no respondió a las peticiones de comentarios.
Pero los representantes de los consumidores afirman que la responsabilidad de construir una industria más limpia no puede depender únicamente de que la gente cambie su estilo de vida. Monique Goyens, directora general de BEUC, la asociación europea de consumidores, cree que abordar el enorme daño que la industria textil causa al planeta significa alejarse por completo de una economía de crecimiento que requiere que la gente “siga comprando cosas con dinero que no tiene para cosas que en realidad no necesita”.
“No significa que la economía circular no sea capitalista. Se pueden crear nuevas empresas y nueva riqueza [sin agotar] la materia prima”, afirma, y añade que existe una “oportunidad de negocio para la gente creativa e innovadora”.
Pero hasta que la industria no se vea obligada a cambiar, la mayor parte de la ropa del mundo seguirá tirándose a la basura. Los activistas están convencidos de que, si Europa se toma en serio la limpieza de la moda rápida, debe exigir legalmente a las empresas que establezcan y cumplan objetivos basados en la ciencia. “La metodología para hacer sostenible la industria de la moda ya existe. Si eso es lo que quiere conseguir la UE, así debe ser la ley”, concluye Bédat.
H&M, Zara y Primark han puesto en marcha programas de recogida de ropa en las tiendas