¿Por qué no es Canadá un gigante económico?
La nación norteamericana tiene un enorme potencial desde el punto de vista macroeconómico, pero sigue decepcionando en la escena mundial.
GEOESTRATEGIA
Canadá rara vez ocupa las noticias internacionales. Cuando lo hace, suele ser por las hazañas de artistas canadienses como Justin Bieber, Céline Dion y Drake. No es un mal registro de celebridades para un país de unos 40 millones de habitantes. Pero aunque la nación pueda superar las expectativas en el ámbito de la música pop y rap, decepciona en la escena económica internacional en relación a su enorme potencial.
Es el segundo país más extenso del mundo y el que tiene la costa más larga. Rodeado por los inmensos océanos Pacífico y Atlántico, goza de enormes ventajas comerciales, además de disfrutar de acceso por el norte al Ártico, una región en gran medida sin explotar. Es un exportador neto de energía: posee las terceras mayores reservas probadas de petróleo y es el quinto productor de gas natural, pero también cuenta con grandes yacimientos de minerales esenciales para la transición energética. Y, por supuesto, limita con la mayor economía del mundo.
Se mire por donde se mire, la geografía de Canadá sugiere que podría ser una potencia económica. Pero pocos hablan de ello en estos términos. En relación a la paridad de poder adquisitivo, su economía ocupa el 15º puesto mundial por tamaño, por detrás de países como Turquía, Italia y México. La OCDE prevé que el crecimiento del producto interior bruto per cápita canadiense hasta 2060 sea el más bajo de las naciones avanzadas.
Canadá vivió un boom a principios del siglo XX. Los asentamientos crecían, la industrialización estaba en pleno apogeo, las inversiones llegaban de Reino Unido y EEUU. En 1904, el entonces primer ministro Wilfrid Laurier predijo que “el siglo XX será el siglo de Canadá y del desarrollo canadiense”. Sin embargo, la expansión posterior a la Segunda Guerra
Mundial dio paso a periodos de elevada inflación, déficits crecientes y bajos precios de las materias primas. La previsión de Laurier no se cumplió el siglo pasado y, de momento, tampoco en el XXI: El informe El mundo en 2050 de PwC prevé que la posición de Canadá en la clasificación económica mundial descienda al puesto 22 a mediados de siglo.
La escasa productividad es el epicentro de los retos de crecimiento del país. En una hora, un trabajador canadiense produce algo más del 70% de lo que puede producir un estadounidense, por debajo de la zona euro e incluso de Reino Unido, según datos de 2022. Muchos esperaban que esta economía rica en recursos se beneficiara del avance de la globalización, pero su productividad laboral relativa ha disminuido desde el año 2000.
Canadá ha perseguido agresivamente acuerdos de libre comercio; actualmente es la única nación del G7 que tiene acuerdos de este tipo en vigor con todos los demás miembros del G7. Pero no ha sabido sacar partido de ello. “Dos de los principales motores del crecimiento económico de la economía, los recursos naturales y el sector manufacturero, han tenido dificultades para expandirse en los últimos años, debido a la combinación de un marco regulatorio más oneroso y una mayor competencia del exterior”, afirma Stephen Brown,
economista jefe adjunto para Norteamérica de Capital Economics.
Investigadores del Centro de Productividad y Prosperidad de HEC Montreal sostienen que la industria canadiense no es lo bastante fuerte para competir a escala mundial. De hecho, el gran tamaño del país, su geografía montañosa y la legislación provincial pueden obstaculizar la competencia, la inversión y la innovación entre sus empresas. El Consejo Empresarial de Alberta calcula que estas barreras comerciales internas equivalen a un arancel del 6,9% sobre las mercancías. Además, las medidas proteccionistas han mimado a menudo a la industria canadiense.
Mucho tiene que ver con la población. Canadá tiene una de las densidades de población más bajas del mundo. Su tasa de fecundidad ha disminuido considerablemente y no tiene suficientes habitantes para aprovechar su potencial económico. Las prioridades también pueden ser diferentes de las de otros países. Canadá ocupa un lugar destacado en los indicadores de salud, educación y satisfacción vital; sus principales ciudades, Calgary, Vancouver y Toronto, están consideradas entre las mejores del mundo para vivir. Y el país figura sistemáticamente entre los principales destinos para los emigrantes.
El atractivo de Canadá como lugar para vivir y su apertura a la inmigración significa que hay margen para dar la vuelta a sus problemas demográficos. El año pasado alcanzó su mayor tasa de crecimiento anual de la población en más de 60 años, en parte gracias a los esfuerzos del Gobierno por atraer inmigrantes. La transición climática ya está aumentando la demanda de sus vastos recursos de cobre y níquel. El deshielo del Ártico abrirá nuevas oportunidades comerciales para el norte de Canadá.
Ascender en las tablas del PIB no es lo más importante para ninguna nación. Y está claro que el estilo de vida canadiense es codiciado en todo el mundo, y no sólo en los países en desarrollo. Sin embargo, mientras se mantengan las actuales tendencias de productividad, el nivel de vida descenderá y el enorme potencial económico de Canadá permanecerá latente. Sería una gran lástima para los miles de personas que emigran allí en busca de una vida mejor, y para la economía mundial.
Canadá ocupa el 15º puesto mundial por tamaño en relación a la paridad de poder adquisitivo
La escasa productividad es el epicentro de los retos de crecimiento del país