Es necesario frenar la escalada de tensión
El mundo no había vivido un momento de mayor tensión como el actual desde los peores episodios de la guerra fría que mantenían la antigua Unión Soviética y Estados Unidos. La tensión entre China y Estados Unidos, que permanecía latente en los últimos años con algún episodio caliente durante el mandato de Trump, ha dado un salto cualitativo con la visita a Taiwán de la presidenta de la Cámara de Representantes de Estados Unidos, Nancy Pelosi, y ha abierto una caja de Pandora de imprevisibles consecuencias. La respuesta del régimen de Xi Jinping a la iniciativa de Pelosi, realizando maniobras militares en la zona con fuego real, refleja en buena medida lo que China es en la actualidad. Una potencia económica, militar y nuclear totalitaria, en la que los ciudadanos no disponen de ningún sistema de control, y en la que las élites del Partido Comunista pueden estar cada vez más convencidas de que se dan las condiciones para imponer de una vez por todas su hegemonía en el mundo, empezando por el área de mayor crecimiento en estos momentos como es Asia-Pacífico. Y en el contexto de la invasión rusa de Ucrania, la gira de Pelosi, que parece que a sus 82 años necesita reivindicarse personalmente –tiene previsto viajar también a la frontera entre las dos Coreas–, no aporta nada ni a la política exterior norteamericana ni a la estabilidad mundial.
Con los ánimos a flor de piel cualquier gesto en estos momentos puede ser un detonante de acontecimientos no deseados.
De momento, el viaje de Pelosi ha obligado al Gobierno de Biden a templar gaitas para rebajar una tensión innecesaria e inoportuna. Estados Unidos es plenamente consciente del poder económico que acumula su principal adversario, que se refleja en un aumento exponencial de sus relaciones comerciales en el mundo. Un poder económico que viene acompañado de una brutal fuerza militar. El hecho de que Xi Jinping se enfrente ahora a la renovación de su mandato y que necesite reivindicarse complica aún más la resolución de este peligroso conflicto. La escalada de tensión con China no conduce a ningún lado. Es preciso que la diplomacia trabaje ahora para restablecer las relaciones y volver a la casilla de salida. De momento, Vladímir Putin ha aprovechado la crisis para acercar aún más a China a su causa, en un momento en el que la duración de la guerra en Ucrania y los costes de la misma siguen debilitándole.
La gira de Pelosi no aporta nada ni a la política exterior americana ni a la estabilidad mundial