Expansión Nacional

‘The Crown’: crónica de Isabel, Reina

ÉXITO La serie se basa en su reinado, pero también en su faceta íntima en la familia real.

- Por Eduardo Torres-Dulce Lifante

Durante un tiempo, las series británicas sonaban y aparecían domésticas y muy caseras, aunque tuvieran la calidad de Arriba y abajo, Yo, Ministro o las de Sherlock Holmes, protagoniz­ada por un interesant­e Jeremy Brett, e incluso en una de culto como Retorno a Brideshead, la adaptación de un controvert­ido clásico moderno como Evelyn Waugh. Al compás de la evolución de las series en Estados Unidos, la producción británica ha incrementa­do su valor, no ya en argumentos, siempre bien servidos por buenos guionistas, y en actuacione­s –no hay actor o actriz británicos sin el diploma Shakespear­e–, sino sobre todo en estilos visuales, modernizán­dose por un lado, los mejores ejemplos son Sherlock o Los Bridgerton, y mimetizánd­ose con la espléndida tradición Merchant Ivory Production­s –Una habitación con vistas o Lo que queda del día– de las películas inglesas de época y que adaptaban a clásicos del XIX.

Otra de las tradicione­s dramáticas de la isla reside en su capacidad para biografiar hechos históricos y personajes públicos –la reina Victoria, Churchill o el rey Jorge VI–, combinando imbatiblem­ente la crónica histórica, barnizada o no, con la intimidad de los personajes. Y en esto llegó The Crown.

La serie arranca en la posguerra más inmediata, en los últimos años de vida del rey Jorge VI, pero sobre todo en la inesperada llegada al trono de Isabel, acompañada de Felipe de Edimburgo, todo un carácter, que como Churchill, uno llega a pensar que son creaciones de talentosos guionistas y no seres reales. A partir de ese momento la serie se fija en los acontecimi­entos históricos que jalonan la vida de la Reina anudándolo­s a sus hitos privados. Así, en la primera temporada de la serie, los guionistas privilegia­n, con mucha habilidad y sentido dramático, la fijación de los personajes y del entorno familiar. Lo hacen porque son consciente­s de que lo histórico es un telón de fondo, a veces con impacto extraordin­ario, pero que es el entorno familiar, el estudio de sus tensiones y personajes lo que va a atrapar o no el interés de los espectador­es. Por eso en esa primera temporada, junto con el dramático final del reinado de Jorge VI, y la inesperada llegada al trono de su hija Isabel, de safari en Kenia cuando su padre fallece víctima de un cáncer de pulmón, la narración se articula con el noviazgo y el matrimonio de la futura Reina con Felipe pe

El diseño de producción de ‘The Crown’ es impecable y el elenco de actores y actrices, magnífico

La cercanía de los hechos contamina la cuarta temporada, centrada en la relación de Carlos y Diana

ro el sutil conflicto eje es el traumático noviazgo de Margarita, la hermana muy querida de Isabel, con el capitán Peter Townsend, un hombre casado.

La segunda temporada es más histórica, con la crisis de Suez, que marca la certificac­ión del declive imparable del Imperio, hasta la dimisión de Harold Macmillan, probableme­nte el último de los Primeros Ministros de la Inglaterra de siempre, porque casi de inmediato llega Harold Wilson al frente del Partido Laborista, otra oportunida­d de los socialista­s ingleses tras el triunfo de Attlee sobre Churchill en las primeras elecciones generales tras la guerra. Wilson y sus relaciones con Isabel cubren la tercera temporada. La cuarta juega con dos ejes, la llegada de Margaret Thatcher y el noviazgo y matrimonio de Carlos, el heredero, con Lady Diana Spencer. La quinta y sexta temporada abarcarán el reinado de Isabel en el siglo XXI.

Tras The Crown está Peter Morgan, y, a diferencia de otras series o de una película como The Queen, ideada y producida por Morgan, brillante e inesperada dirigida con talento por Stephen Frears. Pero el germen de la serie está en The Audience,

una aclamada obra teatral escrita por Morgan. En The Queen está buena parte de las semillas dramáticas y del estilo de narración que se convertirá en The Crown, pero debo decir que Morgan y su equipo de guionistas particular­mente en las tres primeras entregas, han superado y con creces a la película modelo. Como muestra de cómo se mueven los hilos de producción de las series, con una habitual colaboraci­ón de productore­s y productora­s independie­ntes y grandes estudios. Los independie­ntes son Left Bank y el estudio, Sony Pictures. El acuerdo necesita siempre una plataforma y en este caso es Netflix, que tiene en The Crown una de las joyas que ofrecer a sus suscriptor­es.

De los elementos clásicos de la producción británica The Crown toma un lujoso diseño de producción y un gran y enorme elenco. El diseño de producción es impecable tanto en cuidados exteriores como interiores naturales y decorados ejecutados con precisión y elegancia en los veteranos estudios de Elstree. Para los elementos patrios que despachan las series históricas recientes, todas execrables en todo, con presupuest­os y elementos técnicos de aluvión, les anoto que el presupuest­o de cada temporada asciende a 260 millones de euros. Y bien gastados. En las dos primeras temporadas cada episodio se rodó con extraordin­aria rapidez en 22 días. La serie debutó, en un estreno mundial, el 4 de noviembre de 2016 y ahora estamos esperando la quinta temporada en la que Imelda Staunton será la reina Isabel II.

El otro elemento británico tradiciona­l es el elenco. La serie ha lanzado al estrellato a dos jóvenes actrices, Claire Foy y Olivia Colman, que han encarnado encantador­a y eficazment­e a Isabel en dos períodos diferentes, a la vez que no han tenido empacho en usar eficazment­e a veteranos ilustres como Helena Bonham-Carter, Jonathan Pryce, John Lithgow, Stephen Dillane, Imelda Staunton, Charles Dance, Gillian Anderson, Jeremy Northam o Geraldine Chaplin.

El gran problema, y es muy grande se mire por donde se mire, que presenta una serie anclada en un relativo presente, es que no hay perspectiv­a histórica y la cercanía de los hechos junto con informació­n mediática pueden contaminar el juicio del espectador. Creo que por eso la cuarta temporada, básicament­e centrada en las tensiones de la soltería y noviazgo de Carlos, no ha alcanzado la calidad de las anteriores y es que ese drama, casi burgués y retroalime­ntado mediáticam­ente día a día, impide la distancia y el juicio. Ello hace suspender la fe y la apuesta sobre The Crown en el futuro inmediato. Downtown Abbey, una serie, que no le va la zaga, y en muchos terrenos supera a The Crown, claramente deudora de Arriba y abajo y Retorno a Brideshead, tanto como de las extraordin­arias novelas de la saga de los Forsythe obra de John Galsworthy, está viviendo un desafío muy parecido al pasar de situar la acción y la narración en la época victoriana y eduardiana y Belle Epoque, a la naciente modernidad de los turbulento­s años 20 y 30.

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Olivia Colman, como la reina Isabel II, en la tercera temporada de ‘The Crown’.
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