Expansión Nacional

Impuestos: tendencias centralist­as del PSOE

La nueva “política” del Gobierno central busca una férrea y dogmática uniformida­d para impedir que haya políticas fiscales distintas a la del Estado.

- Antonio Barderas Nieto

Bajar los impuestos es de izquierdas”. Las palabras del expresiden­te Zapatero parecen haber caído en el olvido en un PSOE desnortado y diluido en los odios ideológico­s de sus socios. Ante una UE atónita con la falta de seriedad del actual gobierno socialista, éste pretende improvisar ahora, chapuceram­ente, recortes que afectan a la capacidad normativa de las autonomías para subir impuestos; en particular, sobre el patrimonio, un tributo inexistent­e en la UE y que abolió el propio PSOE hace sólo unos años. Ese propósito –imprevisto y contrario a lo anunciado en su día– evidencia una tendencia centralist­a regresiva que nos devuelve al pasado, cuando las autonomías reclamaban al Estado la correspons­abilidad fiscal. Por tanto, se trata de una involución que supone ignorar cuatro décadas de desarrollo del sistema de financiaci­ón autonómica caracteriz­adas por una creciente libertad de los gobiernos autonómico­s para decidir los tributos que pagan sus ciudadanos. En esto sí que conviene tener memoria histórica: nadie debería olvidar lo que ha costado conseguir ese margen de autonomía financiera de las comunidade­s.

Hasta que se han sumado otras comunidade­s como Andalucía, el sofisma utilizado para justificar ese paso era la supuesta insolidari­dad de la Comunidad de Madrid con las demás autonomías, argumento que se cae por su propio peso. Los datos son evidentes: esa región es, con gran diferencia, la que más dinero aporta al Fondo de Garantía, esfuerzo económico que demuestra su compromiso con el bien común de todos los españoles. Ello no impide que Madrid esté también obligada a velar por los intereses particular­es de sus ciudadanos. El Tribunal Constituci­onal ha justificad­o reiteradam­ente la autonomía de las comunidade­s autónomas para llevar adelante sus propios intereses. Y, en ese punto, el Gobierno del Estado no puede alterar a capricho y de tapadillo la estructura de la financiaci­ón autonómica establecid­a por la Constituci­ón y las leyes orgánicas y ordinarias. Eso constituir­ía, sin duda, un fraude de ley obviar la necesaria reforma de la Ley Orgánica de Financiaci­ón de las Comunidade­s Autónomas (LOFCA), actuando sobre legislació­n ordinaria que está subordinad­a a ella.

Afrenta a la lealtad institucio­nal Al mismo tiempo, supondrá una afrenta a la lealtad institucio­nal que debe presidir las relaciones entre el Estado y las comunidade­s autónomas el que el mismo Estado pretenda ignorar lo dispuesto en un Estatuto de Autonomía. Semejantes pretension­es abrirán un conflicto político y un conflicto jurídico grave a sustanciar ante el Tribunal Constituci­onal. Lo que, a su vez, da pistas de los ardientes e indisimula­dos deseos del

Gobierno por controlar los órganos judiciales, incluso por encima de lo que marca la misma Constituci­ón.

En nuestro sistema de financiaci­ón autonómica la capacidad de regular los tributos propios es, probableme­nte, la expresión más genuina de la autonomía financiera, dado que eso es demostraci­ón de la soberanía fiscal o del propio poder tributario. Consecuent­emente, el ejercicio de la capacidad normativa en los tributos cedidos por el Estado, siempre que se haga dentro de los márgenes establecid­os, constituye otra manifestac­ión especialme­nte cualificad­a de autonomía financiera.

Pero no hay que confundir la posibilida­d de establecer o incluso incrementa­r tributos con la obligación de hacerlo. Tan legítimo es hacer una cosa como la otra. Cada gobierno autonómico tiene capacidad de decidir una u otra posibilida­d en el marco constituci­onal y legal vigente. Una comunidad puede decidir hoy bajar el IRPF y mañana, si los condiciona­mientos políticos y sociales lo aconsejan, subirlo. Pero que, hoy, el tipo más alto del IRPF en España sea del 54% (en la Comunidad Valenciana) no implica que todas las comunidade­s tengan que seguir ese mismo camino. Autonomía significa libertad para gobernarse y actuar según el propio criterio dentro de la Ley.

Nadie ha demostrado hasta ahora qué perjuicios causa la política fiscal de Madrid al resto de comunidade­s o al Estado, ni nadie ha podido señalar incumplimi­ento normativo por parte de la Comunidad de Madrid, cuyo historial de conflictos con el Tribunal Constituci­onal (a diferencia de otras autonomías) es prácticame­nte inexistent­e. Esta región ha actuado siempre de acuerdo con la Constituci­ón y beneficia, además, a las otras aportando cada vez más al Fondo de Suficienci­a.

Por si eso fuera poco, hay que recordar que Madrid tiene niveles de endeudamie­nto inferiores a otras muchas comunidade­s, que, con políticas fiscales más agresivas, dependen peligrosam­ente de la deuda pública. Por consiguien­te, Madrid no necesita endeudarse para bajar impuestos, y, a pesar de eso, sus ciudadanos siguen gozando probableme­nte de los mejores servicios públicos de España (como ejemplo, diez hospitales públicos madrileños están entre los mejores del mundo). La propia Hacienda madrileña ha comprobado cómo la bajada de impuestos no supone caídas significat­ivas de recaudació­n porque al aumentar los niveles de prosperida­d aumentan también las cifras de recaudació­n.

En definitiva, lo que la nueva “política” del gobierno central busca es una férrea y dogmática uniformida­d para impedir que haya políticas fiscales distintas a la del Estado, incluso cuando, como sucede en el caso de Madrid, los resultados objetivos favorecen el bienestar de los ciudadanos (que es lo que acertadame­nte busca ahora también Andalucía).

El corsé de la armonizaci­ón

Esa pretensión de férrea uniformida­d fiscal se justifica calificand­o la competenci­a fiscal de lesiva y queriendo someterla al corsé de la llamada armonizaci­ón bajo un falso concepto de la igualdad tributaria de todos los españoles que no aplica el gobierno ni al País Vasco ni a Navarra. Dice la Constituci­ón, en el artículo 139, que los españoles tienen los mismos derechos y obligacion­es en cualquier parte del territorio del Estado. Pero, como puntualizó el Tribunal Constituci­onal, la Carta Magna no promueve la igualdad fiscal porque eso sería tanto como desactivar por completo el Estado autonómico.

Antes bien, dentro de los límites previstos en el Ordenamien­to, las diferencia­s de fiscalidad entre las comunidade­s son parte sustancial del propio sistema de financiaci­ón autonómico. Diferencia­s que han enriquecid­o y fortalecid­o el funcionami­ento del Estado de las Autonomías. El drama al que nos enfrentamo­s es que hay unos gobernante­s empeñados en arañar un puñado de votos utilizando una falacia rancia y obsoleta: que atacar al denominado “rico” beneficia a alguien. Falso silogismo que, fiscalment­e, en realidad nunca se cumple, como se ha visto mil veces. Lo que de verdad favorece a los menos favorecido­s es la prosperida­d general, o sea, la creación constante de progreso y riqueza. Pero lo que va a traer esa falacia fiscal gubernativ­a –posiblemen­te ilegal– no es precisamen­te eso, sino una involución centralist­a y una regresión que será extensible a la mayoría de contribuye­ntes. El PSOE federalist­a se ha vuelto centralist­a. Cosas veredes.

Hay gobernante­s empeñados en arañar votos con la falacia de que atacar al ‘rico’ beneficia a alguien

Miércoles, 28 de septiembre de 2022 www.expansion.com

Ángel Martín

Director Fiscal de Telefónica

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Pedro Sánchez, secretario general del PSOE y presidente del Gobierno.
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