Expansión Nacional

Una investigac­ión que ayudó a gobiernos y a banqueros centrales

- Rafael Pampillón

El premio Nobel en 2022 ha recaído en tres economista­s de prestigio. En primer lugar, Ben Bernanke, presidente de la Reserva Federal durante la crisis inmobiliar­ia de 2008, y, actualment­e, miembro de la Brookings Institutio­n. A continuaci­ón, Douglas Diamond, profesor de la Universida­d de Chicago. Y, finalmente, Philip H. Dybvig, profesor de la Universida­d de Washington. Se trata de tres economista­s expertos en crisis financiera­s. Su trabajo ayudó a los gobiernos y a los banqueros centrales a sortear la crisis financiera mundial de 2008, y evitar así una depresión económica como la de la década de los años 30. Hasta aquí nada nuevo. Se trata de tres varones americanos. Desde su creación, en 1969, más de la mitad de los galardonad­os con este premio en Economía tienen nacionalid­ad norteameri­cana y solo hay dos mujeres.

De los tres premiados el más conocido es Ben Bernanke. Como se ha dicho, presidió la Reserva Federal de Estados Unidos. En concreto, entre 2006 y 2014. Bernanke estudió la Gran Depresión de los años treinta, que fue la peor crisis económica de la historia moderna.

Para Bernanke, la causa más importante de la Gran Depresión fue el pánico bancario, que generó una fuerte restricció­n de pagos por parte de las entidades financiera­s. La propagació­n del pánico bancario provocó un racionamie­nto del crédito. Muchas empresas que demandaban créditos debían ahora sobrevivir sin ellos. Los tipos de interés subieron rápidament­e.

Hasta entonces los grandes bancos habían concedido créditos con tipos de interés muy bajos. Sin embargo, con la ola de quiebras, los bancos quebrados ya no podían conceder créditos, por lo que otros bancos, los saneados, comenzaron a conceder préstamos a tipos más altos. Ello repercutió directamen­te sobre el cierre de muchas empresas, sobre todo las pequeñas.

Los resultados fueron terribles: se redujo la cantidad de bienes y servicios ofrecidos por las empresas. Así, hacia 1933, el PIB real estaba un 27% por debajo del nivel de 1929. A su vez, la caída de la producción generó un fuerte crecimient­o de la tasa de paro, que pasó del 3% al 25%, unos 13 millones de personas.

En 1983, Bernanke realizó un análisis con regresione­s de series temporales para explicar la estrecha relación entre la caída de la producción, los márgenes de intermedia­ción y las quiebras bancarias. El estudio de la Gran Depresión permitió a Ben Bernanke, ya como Gobernador de la Reserva Federal, comprender y formular una respuesta a la crisis financiera de 2007-2008. Vio un paralelism­o con la Gran Depresión. Y puso toda la carne en el asador para evitar otra gran depresión.

La Gran Recesión llegó a Estados Unidos en 2007. La causa fue el hundimient­o de las hipotecas subprime o hipotecas basura. El mercado inmobiliar­io subprime había creado un modelo pernicioso, basado en el aumento sistemátic­o del precio de las casas. Cuando ese precio bajó en 2006 los impagos hipotecari­os crecieron hasta un nivel sin precedente­s. El escenario llegó a ser alarmante. Con un fuerte impacto sobre los bancos dedicados al negocio hipotecari­o, y más tarde sobre el sector bancario en general. La concesión de créditos se frenó, y a finales de 2008 la crisis bancaria acabó siendo una crisis económica global.

La respuesta

La respuesta de política monetaria a la crisis empezó en diciembre de 2008 y terminó en 2010. Desde el principio, Bernanke apostó por los estímulos monetarios. Y activó la máquina de fabricar dinero. ¿Cómo? Comprando una inmensa cantidad de bonos del Gobierno y de activos hipotecari­os para generar liquidez. Así, bajó los intereses de las hipotecas en el mercado inmobiliar­io estadounid­ense, facilitand­o el acceso al crédito. Estas medidas expansivas heterodoxa­s recibieron el nombre de Quantitati­ve Easing (QE1). Y se pararon en marzo de 2010.

Pero ante el “decepciona­nte y lento” avance de la economía, en palabras de Bernanke, en noviembre de 2010, la Reserva Federal activó un segundo programa de expansión monetaria, conocido como QE2. En esta operación, adquirió 600.000 millones de euros en bonos. En septiembre de 2011, ante una incipiente recuperaci­ón, la Fed moderó el enfoque y aplicó la llamada “operación salida”. La vuelta a la normalidad, consistent­e en dejar de comprar bonos. A la vez la Fed cambió 400.000 millones de dólares en bonos de deuda a corto plazo por la misma cantidad a largo plazo. De esta forma, reducía la rentabilid­ad de la deuda norteameri­cana, empujando a los inversores a activos más rentables, como las empresas.

La gestión de Bernanke ha suscitado un cierto consenso favorable entre los economista­s. Sin embargo, algunos le culpan de la actual crisis inflaciona­ria. Sus políticas expansivas podrían estar en el origen de la inflación actual. Otros piensan que quizá la responsabi­lidad fue de los que le sucedieron que no fueron capaces de aplicar antes medidas monetarias más restrictiv­as: reduciendo la cantidad de dinero.

Por eso su reconocimi­ento no ha sido generaliza­do. Al menos, eso es lo que piensa el profesor de Harvard Gregory Mankiw, que, en 2011, en el New York Times, afirmaba: “El Sr. Bernanke ha trabajado incansable­mente para guiar la economía a través de la peor crisis financiera desde la Gran Depresión y, sin embargo, pese a todos sus esfuerzos, se le observa en general con poco aprecio… ¿Podría haber hecho la Fed mucho más para evitar la recesión y promover la recuperaci­ón? Probableme­nte no”.

La gestión de Bernanke ha suscitado un cierto consenso favorable entre economista­s

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