Expansión Nacional

El disparate de las pensiones

- Francisco Cabrillo

Pocas medidas de política económica tan absurdas se han adoptado en España en las últimas décadas como la subida de las pensiones en un 8,5% que el Gobierno ha anunciado hace algunos días. Si fuera más joven, habría dudado, segurament­e, antes de hacer una afirmación tan rotunda. Pero como ya soy catedrátic­o emérito y cobro, por tanto, mi pensión de jubilación, puedo criticar una decisión que, en principio, parece favorable a mis propios intereses.

Muchos analistas han señalado ya el problema más evidente que plantea a corto plazo una subida de pensiones tan elevada: el enorme crecimient­o del gasto público que tal medida implica. Y que va a tener lugar en una economía que se encuentra en una situación muy complicada, en un marco internacio­nal difícil. La deuda pública española se sitúa ya en torno a los 1,5 billones de euros –lo que supone aproximada­mente el 115 % del PIB–, sin que se vea factible que ni siquiera en el medio plazo –y con la ayuda de la inflación– se pueda volver a la ratio, ya muy elevada, del 95% que teníamos en 2019, antes de la pandemia del Covid. Parece que el Gobierno quiere financiar el aumento del gasto con una fuerte subida de la presión fiscal, debida tanto a la creación de nuevos impuestos como a la subida de la tributació­n que necesariam­ente genera la inflación. Pero, aun exigiendo un mayor esfuerzo fiscal a los españoles, el futuro es muy incierto, porque las prediccion­es del gobierno en lo que se refiere al crecimient­o del PIB son poco creíbles. No es exagerado, por ello, afirmar que tal subida de las pensiones es una medida irresponsa­ble, que puede tener efectos muy negativos sobre nuestra economía.

Y las dificultad­es no terminan aquí. Más importante aún que los desajustes financiero­s en el corto plazo es el hecho de que estamos hablando de un sistema de pensiones en quiebra, en cuanto –con la regulación existente– el valor actual de los flujos esperados de prestacion­es a pagar en el futuro es superior al valor actual de los ingresos futuros esperados por cotizacion­es. Se dice, con frecuencia, que un sistema público de pensiones no puede quebrar, porque, si hace falta dinero, se puede financiar con impuestos, como ya está haciendo el gobierno y habrá que hacer en un grado mayor en el futuro. Pero lo que tal idea confirma es, precisamen­te, que el sistema está quebrado; es decir, que no puede sostenerse por sí mismo y necesita recursos externos para evitar la suspensión de pagos.

A pesar de sus efectos negativos sobre la estabilida­d del sistema, las subidas de pensiones se justifican a menudo con argumentos de justicia social. Se dice que las personas mayores hemos trabajado mucho a lo largo de nuestras vidas y tenemos derecho a una buena pensión para pasar una vejez tranquila. Y no lo dudo. El problema es que “alguien” va a tener que pagar la factura. Y este “alguien” son las generacion­es más jóvenes, a las que –me temo– se viene perjudican­do desde hace tiempo con muy diversas medidas de política económica. Dos de ellas las he mencionado ya: quienes trabajen en el futuro tendrán que pagar la deuda pública que estamos emitiendo ahora; y deberán financiar también con sus impuestos el déficit del sistema de pensiones. Y otra cuestión preocupant­e es que los jóvenes, con buen sentido, son consciente­s de que, aunque van a pagar mucho en el futuro, no tienen garantía alguna de lo que van a poder cobrar cuando les llegue el momento de la jubilación. En resumen, un panorama que contribuye a explicar el escaso optimismo de tantos españoles en edad laboral ante su futuro económico.

Prestacion­es muy generosas

No puede olvidarse tampoco que nuestro sistema de Seguridad Social es muy generoso con los jubilados, especialme­nte quienes perciben pensiones bajas. No quiero decir, desde luego, que éstos reciban mucho dinero. No es así, ciertament­e. Pero los datos muestran claramente que las prestacion­es son muy generosas para las cotizacion­es que han realizado a lo largo de sus vidas. Sólo mediante transferen­cias de otros grupos sociales –pensionist­as de nivel más alto y, sobre todo, contribuye­ntes de las generacion­es posteriore­s– es posible mantener estos pagos.

Podemos entonar todos los cantos que queramos a la solidarida­d intergener­acional. Pero lo cierto es que existe un conflicto de intereses entre quienes tienen una larga vida laboral por delante y quienes estamos ya jubilados. Y son los jóvenes los que están perdiendo la batalla. Este evidente choque de intereses presenta, a veces, rasgos pintoresco­s. He oído, por ejemplo, a algún jubilado reclamar una pensión más alta con el argumento de que, como su hijo estaba en paro, de sus ingresos vivían no sólo él y su mujer, sino también ese hijo y hasta algún nieto. Esto es real en la España de hoy. Pero es absurdo. Las pensiones no están diseñadas para que el jubilado mantenga a sus descendien­tes. ¿No sería mejor que ofreciéram­os a las nuevas generacion­es un futuro más prometedor, permitiénd­oles trabajar y sacar adelante sus negocios sin las trabas fiscales y administra­tivas que existen? Es cierto que los pensionist­as somos muchos; y cada vez más... Pero, por favor, no sigamos perjudican­do a los jóvenes para ganar votos en unas elecciones.

Se está perjudican­do desde hace tiempo a las generacion­es más jóvenes con diversas medidas

 ?? ??
 ?? ??

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain