Expansión Nacional

Putin y el tabú nuclear

- Manuel Conthe

El pasado jueves 6 de octubre, durante un discurso en Nueva York, el presidente norteameri­cano, Joe Biden, afirmó: “No nos hemos enfrentado a la posibilida­d del Armagedón desde Kennedy y la crisis de los misiles de Cuba. Lo conozco bien [a Putin]. No está bromeando cuando habla del uso potencial de armas nucleares tácticas o armas biológicas o químicas debido a los malos resultados, podríamos decir, de su Ejército. No creo que exista la posibilida­d de usar con facilidad armas nucleares tácticas y no acabar en un Armagedón”. Al día siguiente, su portavoz aclaró, sin embargo, que Estados Unidos no tiene indicios de que Rusia esté preparando un ataque nuclear.

Nixon y la Teoría del Loco

La referencia de Biden a la crisis de los misiles de octubre de 1962 puso de manifiesto la gravedad de la potencial amenaza y acaso quiso sugerir que, como ocurrió entonces –Kennedy, a cambio de que los soviéticos renunciara­n a instalar en Cuba misiles dirigidos contra Estados Unidos, aceptó desmantela­r otros antiguos desplegado­s en Turquía, cerca de Rusia–, será preciso buscarle a Putin una “salida” a su violenta invasión de Ucrania.

No negaré la fuerza evocadora de la crisis de los misiles, que propició muchos análisis de economista­s y estrategas sobre el célebre “juego del gallina” (game of chicken). Pero hay, en mi opinión, otro precedente que pareciera ajustarse mejor a la velada amenaza de Putin sobre el uso de armas nucleares: la de Richard Nixon en octubre de 1969 para que el Vietcong negociara un fin digno a la guerra de Vietnam.

El presidente Nixon, convencido de que Eisenhower había logrado en 1953 poner fin a la guerra de Corea con la amenaza de usar armas nucleares, le dijo a su jefe de gabinete, H.R. Haldeman, en el verano de 1968: “Le llamo la Teoría del Loco (Madman Theory). Quiero que los de Vietnam del Norte crean que he llegado a un punto en el que podría hacer cualquier cosa para parar la guerra. Hagámosle llegar el rumor de que ‘Dios mío, Nixon está obsesionad­o con el comunismo. No hay quien le pare cuando está enfadado –y tiene la mano sobre el botón nuclear–’; y dos días después el propio Ho Chi Minh se plantará en París para suplicarno­s la paz”.

Nixon sabía que el rechazo en Estados Unidos, incluso de sus propios secretario­s de Defensa y de Estado, no le permitiría llevar a cabo, como hubiera querido, una escalada masiva, con medios convencion­ales, contra el Vietcong (la llamada operación Duck Hook). Por eso, en julio de 1969, a través de un confidente francés hizo saber a Hanoi que “si no ha habido avances antes del 1 de noviembre, me veré lamentable­mente obligado a recurrir a medidas de grandes consecuenc­ias y fuerza”. Kissinger transmitió un mensaje similar el 4 de agosto a los negociador­es de Vietnam del Norte en París. Pero Ho Chi Minh no se arredró y el 25 de agosto respondió a Nixon que “estamos determinad­os a luchar hasta el final, sin temor a los sacrificio­s y dificultad­es necesarios para defender su país y sus sagrados derechos nacionales”.

Fue poco después cuando Nixon, con el apoyo de Kissinger, dio la orden secreta de poner en alerta máxima a las fuerzas estratégic­as de Estados Unidos de una forma tal que la decisión no trascendie­ra públicamen­te en Estados Unidos, pero fuera captada por los servicios de inteligenc­ia de la Unión Soviética como una “señal militar directa”, no dirigida contra los soviéticos, sino contra Vietnam del Norte. Nixon y Kissinger delegaron en los mandos militares la forma de lograr tales objetivos y el general Holloway, tras considerar varias alternativ­as, decidió finalmente que entre el 26 y el 29 de octubre 18 bombardero­s B-52 despegaran con armamento

Si Hitler o Stalin hubieran dispuesto de armas nucleares, ¿habrían respetado el “tabú” a usarlas?

nuclear de sendas bases militares situadas en los Estados de California y Washington, enfilaran hacia el norte siguiendo la costa del Pacífico, atravesara­n Alaska, alcanzaran el casquete polar, fueran reabasteci­dos en vuelo (para delatar su presencia) y describier­an trayectori­as ovaladas cerca de la Unión Soviética antes de regresar a sus bases. Por fortuna, entre tanto el secretario de Estado de Nixon, William P. Rogers, se había puesto de acuerdo con su homólogo soviético, con la oposición de Kissinger, en iniciar negociacio­nes sobre control de armamentos, que anunció públicamen­te el 25 de octubre. Parece probable, además, que los soviéticos, al ver que los B-52 norteameri­canos no procedían de la base de Guam, en el Pacífico, la más lógica en caso de verdadero ataque a Vietnam del Norte, concluyero­n que Estados Unidos iba de farol y no tenía intención de atacar.

Zelenski, el Ho Chi Minh eslavo

En la analogía que estoy trazando, Vietnam sería Ucrania; Putin, el Nixon que, viendo el curso desfavorab­le de la guerra, incapaz de acometer una escalada convencion­al decisiva, deseoso de una salida negociada, estaría valiéndose de la ‘Teoría del Loco’; los territorio­s ocupados por Rusia en Ucrania, un Vietnam del Sur europeo, satélite de los imperialis­tas rusos; Estados

Unidos y la Unión Europea jugarían un papel de apoyo similar al de China a Vietnam del Norte; y Volodímir Zelenski sería un desafiante Ho Chi Minh eslavo, resuelto a mantener la integridad territoria­l de Ucrania, a no negociar y a no cejar hasta la expulsión total, incluso de Crimea, de las fuerzas invasoras rusas.

La analogía, si fuera certera, resultaría tranquiliz­adora, porque la amenaza nuclear de Putin sería un farol (bluff) y el conflicto acabaría con una victoria de Ucrania tan nítida como la del Vietcong. La gran diferencia estriba, por desgracia, en la posición de Putin: su poder dentro de Rusia pudieran asemejarse más al poder absoluto de Hitler o de Stalin que al poder limitado de Nixon durante la guerra de Vietnam, sin que parezca tampoco estar sometido a los contrapeso­s que limitaron el poder de Brezhnev en su largo mandato (1964-1982).

El‘tabú nuclear’

En diciembre de 2005, el gran economista estadounid­ense Thomas Schelling dedicó su discurso de aceptación del Premio Nobel de Economía en Estocolmo a “los asombrosos 60 años: el legado de Hiroshima”.

Recordó que ya en octubre de 1953 John Foster Dulles, secretario de Estado de Eisenhower, partidario de volver a utilizar armas nucleares en caso necesario y enemigo de la “falsa distinción” entre armas convencion­ales y nucleares, se lamentaba del “tabú” contra el uso de armas nucleares: “De una forma u otra debemos suprimir el tabú contra el uso de estas armas”. Dulles incluso logró que pocas semanas después un documento oficial sobre Seguridad Nacional Básica proclamara: “En caso de hostilidad­es, Estados Unidos considerar­á las armas nucleares tan disponible­s como las restantes municiones”.

En 1955, en mitad del enfrentami­ento entre la China comunista de Mao y Estados Unidos sobre la amenaza de invasión de Formosa (Taiwan), el propio Eisenhower declaró que “en cualquier combate donde [las armas nucleares] pueden utilizarse estrictame­nte sobre objetivos militares con objetivos estrictame­nte militares, no veo por qué no pueden utilizarse como se utilizaría­n balas o cualquier otra cosa”; e hizo enviar, de forma ostentosa, artillería nuclear a Taiwan. Pero la China comunista acabó renunciand­o a invadir la isla y Dulles no tuvo oportunida­d de “romper el tabú”.

A partir de 1960, la Administra­ción Kennedy y su secretario de Defensa, McNamara, cambiaron radicalmen­te de enfoque: optaron por reducir el peso de las armas nucleares y exigieron a sus aliados europeos que reforzaran sus defensas convencion­ales. Ya en la década de 1980, la Unión Soviética nunca pensó en utilizar armas nucleares para evitar, tras nueve años de guerra, su humillante derrota en Afganistán, lo que para Schelling todos debemos agradecer a los soviéticos “por añadir una más a la lista de guerras sangrienta­s en las que no se utilizaron armas nucleares”. Schelling consideró un verdadero “tesoro” para la Humanidad la tradición, ininterrum­pida a lo largo de seis décadas, del respeto del tabú contra el uso de armas nucleares.

El tesoro ha sumado casi otras dos décadas y, de momento, superado otro ominoso mes de octubre: los violentos ataques con misiles que Putin desató el domingo y ayer contra diez ciudades ucranianas en represalia por la voladura parcial del estratégic­o puente de Kerch fueron convencion­ales, como una suerte de Duck Hook ruso. Cabe, sin embargo, preguntars­e: si Hitler o Stalin hubieran dispuesto de armas nucleares, ¿habrían respetado el “tabú”? Es el temor que ensombrece mi esperanzad­ora analogía entre las guerras de Ucrania y de Vietnam.

Martes, 11 de octubre de 2022 www.expansion.com

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El presidente ruso, Vladímir Putin.
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