Confrontación política y debilidad institucional
El clima de división política está fragmentando España y hace prácticamente inviables en estos momentos los necesarios consensos en los grandes temas de Estado entre el partido que lidera el Gobierno y el principal partido de la oposición. El líder del PP, Alberto Núñez Feijóo, lamentó ayer que el Pacto del Tinell, que en su día alcanzaron en Cataluña el Partido Socialista y los partidos nacionalistas para aislar al Partido Popular en lo que se llamó el “cordón sanitario”, siga aún en vigor. La reflexión no es exagerada porque, hasta el momento, el PSOE ha preferido tratar todos los temas capitales con cualquiera de los socios minoritarios antes que con el PP. No se ha molestado en guardar las mínimas formas de cortesía, ya que ni siquiera ha convocado a la oposición para informar o pedir opinión sobre asuntos que transcienden en el tiempo a los gobiernos como pueden ser la sostenibilidad del sistema de pensiones, la política educativa o la internacional. Cuando algo se construye desde la confrontación de las grandes mayorías sociales lo previsible es que no tenga continuidad cuando cambia el Gobierno, lo que se traslada en términos de inestabilidad e inseguridad jurídica. Difícilmente un país cuyos responsables políticos no son capaces de converger en los temas esenciales puede otorgar credibilidad a sus instituciones y ser un referente en un mundo global. Lo que ha pasado con la renovación del CGPJ es un buen ejemplo de ese deterioro social e institucional. Sería deseable que de una vez por todas los dos partidos mayoritarios den una muestra de madurez y retomen los consensos.