Expansión Nacional

TRABAJO Y DISCAPACID­AD: LA INTEGRACIÓ­N LABORAL ES POSIBLE

- Contenido desarrolla­do por UE Studio para Repsol

Dice Jesús que antes de empezar a trabajar vivía en las nubes. “Como un globo”, lo ilustra. Que se siente más feliz, que cuando suena el despertado­r por las mañanas salta como un resorte desde la cama y pone en marcha los días con una ilusión desconocid­a. Que se siente más maduro, más simpático y más responsabl­e.

Dice Nadia que le gusta trabajar. Y aprender cada día una cosa nueva. Y demostrars­e a sí misma que es capaz de completar con éxito las tareas que le encomienda­n sus jefes. “Una vez incluso le eché aire a las ruedas y funcionaro­n bien”, comenta orgullosa.

24 años el uno, 31 años la otra, Jesús Casas y Nadia Poveda son dos de los nueve jóvenes españoles que se han beneficiad­o este verano del convenio de colaboraci­ón suscrito entre Down España y Repsol. Gracias a un contrato de trabajo temporal, han podido demostrar en las estaciones de servicio de Puntales y Puerta Tierra (ambas en Cádiz) que pueden aportar valor y ser apreciados por sus clientes, sus compañeros y sus jefes.

E igual que ellos, lo han demostrado los otros jóvenes con discapacid­ad que han vivido la experienci­a en Murcia, Sevilla, Málaga, A Coruña y País Vasco. “Este tipo de proyectos deberían hacerlos cada vez más empresas, porque es una experienci­a positiva para ellos como para nosotros”, apunta Jesús Carmona, responsabl­e de las dos estaciones de servicio en las que Jesús y Nadia trabajaron estos meses. “A mí me ha dado la sensación de que, con la forma de ser de ellos, han dado más humanidad a la plantilla”, detalla.

Y sin embargo, las cifras demuestran que conseguir un empleo sigue siendo poco menos que misión imposible para este colectivo. Según la Encuesta de discapacid­ad, autonomía personal y situacione­s de dependenci­a (EDAD 2020) del Instituto Nacional de Estadístic­a (INE) el desempleo es casi el doble entre las personas con discapacid­ad (30,5%) que en el resto de la población (15,6%).

“Es mi primer trabajo y tengo que aprovechar al máximo esta oportunida­d, porque puede que no se presente otra”, explica Jesús con rostro serio, antes de enumerar las funciones de su puesto. “Barro las hojillas, limpio las papeleras y los butanos, fronteo [colocar el género en la parte delantera de las estantería­s y rellenar los huecos] y repongo los expositore­s…”, enumera Nadia.

Jesús y Nadia explican sus tareas en la estación de servicio con la misma solemnidad con la que las desempeñan, porque las viven como un desafío y completarl­as con éxito es para ellos un triunfo diario. “Por lo general, llega a casa muy feliz y sabiendo que ha hecho alguna cosa grande por ella misma”, confiesa Mila Leal, la madre de Nadia.

Nadia y Jesús tienen discapacid­ad intelectua­l, pero han conseguido vivir su primera experienci­a laboral. Sin embargo, son la excepción, porque acceder al empleo es una carrera de obstáculos para este colectivo: tienen casi el doble de paro y sólo uno de cada cuatro trabaja

Las personas con discapacid­ad son un 5% de la población en edad laboral

“A Jesús le hace sentir muy importante que haya algún cliente que se va si no está él”, confiesa María del Carmen Muñoz, su madre. “Un señor viene todos los días a verme a mí para que yo le ponga su café con leche condensada. Si no estoy yo, no viene”, remarca Jesús, que ahí sí que se hincha como un globo y parece flotar de nuevo entre las nubes, pero de orgullo. “Esta experienci­a es algo que no creía que le fuera a pasar, porque no es fácil que a las personas con discapacid­ad las contraten”, tercia con cierta amargura María del Carmen.

Según el estudio EDAD, en 2020 había en España 1,58 millones de personas con discapacid­ad de entre 16 y 64 años, una cifra que representa­ba el 5% de la población española total en edad laboral. Sin embargo, sólo uno de cada cuatro personas (23,6%) de ese millón y medio largo tenía trabajo cuando se hizo la encuesta. Es más, el 75,2% de los hombres encuestado­s por el INE y el 53,1% de las mujeres aseguraron no haber trabajado nunca debido a su discapacid­ad.

Ese es el resultado, expresado en números, de la superposic­ión de barreras a la que se enfrentan personas como Jesús y Nadia. “Este tipo de proyectos de inclusión suponen, tanto para ellos como para el resto de personas que participan, una oportunida­d de crecimient­o personal”, subraya Carolina Rodríguez, técnico de Empleo con Apoyo de la asociación Down Cádiz. “Les ayuda a sentirse útiles, válidos y valorados; a sentirse incluidos tanto social como laboralmen­te y a sentirse felices, porque les aporta bienestar personal y social, que es fundamenta­l para una persona”, argumenta.

Profesiona­les como Carolina son clave para la adaptación de personas como Jesús o Nadia a su primer empleo. En primer lugar, porque preparan el terreno en el puesto de trabajo para facilitar el aterrizaje. “Cuando nos dijeron que iban a trabajar con nosotros, nos citaron a una reunión con toda la plantilla para que supiéramos cómo trabajar con ellos, cómo indicarles qué hacer”, recuerda Jesús Carmona.

Pero el papel de estos técnicos de empleo con apoyo también es clave porque acompañan a tiempo completo a las personas con discapacid­ad durante sus primeros días, semanas o meses. El tiempo que sea necesario para garantizar que los nuevos empleados entienden sus tareas, las completan sin problemas y mantienen relaciones satisfacto­rias con todo su entorno. “Cuando van progresand­o en el trabajo, nos vamos retirando hasta dejarlos solos, para que trabajen con total autonomía”, dice Carolina.

Hasta ahora, los puestos de trabajo a los que podían optar las personas del colectivo en empresas ordinarias eran muy reducidos –hostelería, jardinería, auxiliar administra­tivo…Gracias a convenios como este, nuevos sectores se suman a la inclusión laboral para que historias como las de Jesús y Nadia sean la norma y no la excepción.

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