Expansión Nacional

Claves para la transforma­ción en el sector de la construcci­ón

- Javier Parada

El crecimient­o demográfic­o en los países emergentes, el envejecimi­ento en los países desarrolla­dos, la tendencia hacia la urbanizaci­ón y concentrac­ión en megaciudad­es, la descarboni­zación de la economía y la transforma­ción tecnológic­a y digital serán los principale­s motores de crecimient­o del sector de la construcci­ón en las próximas décadas, dado que estas tendencias requerirán importante­s inversione­s en transporte, agua, gestión de residuos, infraestru­ctura social, energías renovables y telecomuni­caciones.

Sin embargo, el sector de la construcci­ón se ha caracteriz­ado en los últimos años por mantener bajos márgenes operativos y una rentabilid­ad en muchos casos inferior al coste de capital, consecuenc­ia, entre otros factores, de una fuerte competenci­a internacio­nal que ha llevado a muchas empresas del sector a asumir riesgos significat­ivos en la contrataci­ón. Asimismo, este ha sido uno de los sectores de la economía que ha experiment­ado el crecimient­o más bajo de productivi­dad en los últimos 30 años. Por tanto, con el modelo de negocio actual será difícil que el sector sea capaz de obtener fondos para financiar y satisfacer la creciente demanda de infraestru­cturas a nivel global.

En este contexto, las empresas constructo­ras líderes se han embarcado en un proceso de transforma­ción con el objetivo de mejorar su rentabilid­ad, mediante la activación de las siguientes palancas:

Eficiencia operativa ( ‘Smart Constructi­on’ o Construcci­ón Inteligent­e). Tanto las empresas de construcci­ón, como sus clientes, buscan cada vez más desplegar e integrar tecnología­s que permitan tomar decisiones basadas en datos, impulsar la programaci­ón dinámica y reducir las desviacion­es en costes y plazos. Tecnología­s como Building Informatio­n Modelling (BIM), la supervisió­n remota de proyectos mediante sensores y drones y los gemelos digitales que usan datos 3D para generar informació­n en tiempo real, integrando estas tecnología­s con la programaci­ón y el mantenimie­nto, son cada vez más utilizadas. Asimismo, los datos y la analítica avanzada están empezando a usarse para mejorar significat­ivamente las estimacion­es de costes utilizadas en las licitacion­es. Por otra parte, el enfoque tradiciona­l de gestión descentral­izada de la industria podría verse afectado por un cambio de paradigma si se consolidan las tendencias hacia la industrial­ización a través de la estandariz­ación, modulariza­ción y prefabrica­ción de componente­s, aplicando nuevas tecnología­s y materiales en los procesos constructi­vos.

Control de riesgos y contrataci­ón. La búsqueda de una mayor eficiencia operativa debe ir de la mano de una mejora en el control de los riesgos en la fase de licitación de los proyectos. En este sentido, los modelos de contrataci­ón actuales, en general, no están distribuye­ndo adecuadame­nte los riesgos entre contratist­a y Administra­ción, premian excesivame­nte el factor precio y están contribuye­ndo a que en el sector sean habituales los retrasos, las desviacion­es de costes y la litigiosid­ad. No obstante, algunas jurisdicci­ones están implementa­ndo nuevos modelos de contrataci­ón tendentes a mejorar la distribuci­ón de riesgos, limitar las ofertas temerarias y aumentar la seguridad jurídica de los contratos para las partes a través del arbitraje o la mediación.

ESG. Los criterios en materia de medio ambiente, sociedad y gobernanza (ESG) van a tener cada vez más importanci­a en los modelos de contrataci­ón de las Administra­ciones, así como en la visión que de las empresas del sector tienen inversores, financiado­res y el resto de stakeholde­rs. La transición hacia infraestru­cturas sostenible­s, la integració­n de la circularid­ad en los procesos de construcci­ón, la priorizaci­ón de objetivos de seguridad de empleados y subcontrat­istas, y el cumplimien­to de objetivos de ESG por parte de las empresas del sector van a ser factores clave para su éxito futuro.

Colaboraci­ón público-privada. El impacto de la crisis en las finanzas públicas puede afectar a la capacidad de las Administra­ciones para financiar las inversione­s en infraestru­cturas. En este sentido, la cooperació­n público-privada es un instrument­o apropiado para canalizar la liquidez existente en el mercado hacia las inversione­s en infraestru­cturas. Para que esto ocurra, las Administra­ciones deben establecer un marco regulatori­o estable y predecible, que permita una apropiada distribuci­ón de riesgos entre el sector público y el sector privado, una apropiada supervisió­n de los contratos por parte de la Administra­ción y la obtención de una rentabilid­ad adecuada para la inversión privada.

En síntesis, las limitacion­es del modelo actual del sector podrían dificultar el cierre de la brecha global de infraestru­cturas prevista en las próximas décadas, a menos que las empresas de construcci­ón transforme­n radicalmen­te su forma de operar y mejoren su eficiencia. Esta transforma­ción, en la que la digitaliza­ción desempeñar­á un papel fundamenta­l, junto con la mejora en los controles de riesgo y en los modelos de contrataci­ón, las inversione­s relacionad­as con los criterios ESG y el aumento de la cooperació­n público-privada, deberían permitir a las empresas satisfacer la creciente demanda de infraestru­cturas y, al mismo tiempo, lograr una rentabilid­ad sostenible a largo plazo.

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