La polarización lastrará la nueva etapa de Lula
La victoria de Lula da Silva sobre Jair Bolsonaro por un escaso margen en la segunda vuelta de las elecciones brasileñas no despeja las incertidumbres sobre el futuro económico y político del gigante latinoamericano y su área de influencia. Las opciones en liza –sectarismo de izquierdas frente a populismo de derechas– avanzaban que, fuese cual fuese el resultado, habría pocos motivos para el optimismo. El hecho de que Lula y Bolsonaro prácticamente hayan empatado en porcentaje de votos corrobora que el país vive una preocupante polarización, que arrojó un Parlamento más fragmentado que nunca en la primera vuelta electoral e impedirá cualquier posibilidad de lograr consensos sociales por el creciente enfrentamiento entre los dos bloques. Aunque Lula ha intentado ganarse la confianza de los mercados trasladando desde el principio un mensaje conciliador hacia la inversión extranjera –como ya hizo tras su primera victoria electoral hace veinte años–, aún arrastra un sentimiento ambivalente entre quienes lo ven manchado por la corrupción y los que identifican sus mandatos con la última etapa de crecimiento real de su economía. Lo cierto es que la victoria de Lula se ha fraguado más sobre el rechazo que produce Bolsonaro a buena parte de la población brasileña que en los méritos del candidato izquierdista.
Lula regresa al poder con la promesa de erradicar el hambre y la pobreza en un país en el que más de 30 millones de personas no se pueden permitir dos comidas al día a pesar de vivir en uno de los principales graneros del mundo y donde un tercio de la población subsiste con menos de 95 dólares al mes. Su intención es aumentar el gasto público, pero el país no está en condiciones de hacerlo. Con un Gobierno heterodoxo en lo social, muy criticado por su desprecio hacia la causa medioambiental y arrastrando una polémica gestión de la pandemia, Bolsonaro había logrado estabilizar la economía brasileña, reduciendo la inflación y la tasa de paro, hasta el punto de que el FMI había revisado al alza su previsión de crecimiento para este año. No ha sido suficiente para retener la presidencia. Con el giro político de Brasil, las seis principales economías de Iberoamérica pasan a estar gobernadas por una izquierda que, en la mayoría de los casos, siempre defrauda las expectativas por la inseguridad jurídica que traslada. Una corriente populista que Lula deberá circunvalar si quiere estabilizar a la economía más importante de la región.
Brasil está más dividido que nunca y necesita estabilidad política y económica para superar la crisis