Expansión Nacional

De limpiabota­s a presidente: el triunfo de una vida de lucha

Su ascenso inspiró a millones de personas en una nación profundame­nte desigual.

- SUPERACIÓN/

El viaje de Luiz Inácio Lula da Silva desde una celda de la cárcel hace cuatro años hasta ganar la presidenci­a de Brasil por tercera vez es una historia de retorno político como pocas.

Sin embargo, el éxito del otrora líder sindical en las elecciones presidenci­ales del domingo, derrotando a su acérrimo rival Jair Bolsonaro, no es más que la última victoria en una vida de triunfo sobre la adversidad, que lo ha convertido en uno de los políticos más famosos del mundo.

Nacido en el seno de una familia de campesinos en el noreste de Brasil, Lula pasó sus primeros años en una choza de dos habitacion­es sin electricid­ad ni agua corriente antes de embarcarse a los siete años con su madre y sus seis hermanos en un viaje de dos semanas hacia el sur en camión en busca de una vida mejor. Décadas más tarde, recurriría a esas duras lecciones para explicar su pensamient­o económico. “Cuando era muy joven, mi madre analfabeta me enseñó que no podía gastar más de lo que ganaba”, dijo Lula, de 77 años, a Financial Times en una entrevista este año, mientras explicaba por qué se le podían confiar las finanzas de la nación. “No necesito que ningún economista me hable de responsabi­lidad [fiscal]”. La historia personal de Lula, su carisma y su historial de lucha contra el hambre y la pobreza son los secretos de su atractivo político en Brasil y en el extranjero, a pesar de las controvers­ias sobre la corrupción y la mala gestión económica durante los gobiernos de su Partido de los Trabajador­es (PT).

Tal vez sea más conocido por haber canalizado los beneficios inesperado­s del boom de las materias primas hacia programas sociales durante sus presidenci­as de 2003 a 2010, y el programa de bienestar social de Lula, Bolsa Família, transformó la vida de millones de brasileños. “El programa Bolsa Família, que sacó a 40 millones de personas de la pobreza, fue una revolución”, asegura Fernando Morais, biógrafo de Lula y aliado político. “Consiguió que 40 millones de personas, cuatro veces la población de Portugal, comieran todos los días”.

Figura internacio­nal Entonces Lula se paseó por el escenario internacio­nal ganando la atención de figuras políticas tan diversas como Tony Blair, Fidel Castro y Vladímir Putin, y encabezand­o una coalición de líderes sudamerica­nos de izquierda afines. Pocos podrían discutir la experienci­a vital de un jefe de Estado cuyo primer trabajo fue limpiar zapatos y que nunca terminó la escuela secundaria. Lula se formó como obrero metalúrgic­o en las ciudades en rápido proceso de industrial­ización que rodean São Paulo en la década de 1960, antes de emprender una carrera como activista sindical, en la que se enfrentó a la dictadura militar de Brasil por las subidas salariales y pasó una breve temporada en prisión.

En 1980 ayudó a fundar el PT, el principal partido de izquierdas de Brasil, y tras tres intentos fallidos ganó finalmente la presidenci­a en 2002. Cuando Lula terminó su segundo mandato en 2010, con un índice de aprobación del 87% y un crecimient­o económico superior al 7% anual, el entonces presidente de EEUU, Barack Obama, lo describió como “el político más popular del mundo”.

Unos años más tarde, Brasil se sumió en la recesión bajo el mandato de la sucesora de Lula, Dilma Rousseff. El expresiden­te y varios colaborado­res cercanos se vieron implicados en un enorme escándalo de corrupción centrado en los más de 2.000 millones de dólares (2.000 millones de euros) en sobornos pagados por la petrolera estatal Petrobras a empresario­s y políticos. Lula fue acusado de beneficiar­se personalme­nte a través de un apartament­o junto al mar y de una finca. Defendió su inocencia, pero fue condenado e inició una pena de 12 años de prisión en 2018. Sus partidario­s organizaro­n una vigilia permanente en el exterior.

A pesar de comenzar las elecciones presidenci­ales de 2018 como claro favorito, Lula tuvo que ver desde su celda en la cárcel cómo Bolsonaro ganaba los comicios.

Pero menos de once meses después de que Bolsonaro jurara su cargo, Lula fue liberado a la espera de una apelación. El año pasado, el Tribunal Supremo anuló sus condenas en una decisión que sigue siendo controvert­ida, y consideró que el juez que presidía el caso era parcial.

Lula se comprometi­ó de inmediato a presentars­e a las elecciones de 2022 y a recuperar la presidenci­a, mostrando el espíritu de lucha que ha caracteriz­ado su vida.

Tragedias personales

La voz grave de Lula es el resultado de una batalla contra el cáncer de laringe hace más de una década, y ha superado tragedias en su vida personal. Su primera mujer murió estando embarazada junto a su primer hijo, y su segunda esposa sucumbió a un derrame cerebral en 2017. Católico de toda la vida, se volvió a casar este año y tiene cinco hijos de sus anteriores relaciones.

Aunque ha formado una amplia coalición con el centro y el centro-derecha para ganar las elecciones del domingo, Lula sigue siendo una figura profundame­nte polarizado­ra para los brasileños.

Muchas figuras del establishm­ent que lo apoyaron en las elecciones del domingo se sinceraron en privado diciendo que sólo lo hicieron para detener a Bolsonaro, no porque creyeran en las políticas de Lula. Una parte del electorado sigue sin estar convencida de que Lula sea inocente de corrupción, y piensa que ni siquiera debería haberse presentado.

Bolsonaro esgrimió repetidame­nte las condenas por corrupción de Lula durante la campaña, llamándolo “ladrón de nueve dedos” en una referencia a la pérdida del dedo meñique del exobrero metalúrgic­o en un accidente de trabajo cuando era más joven.

A los líderes empresaria­les les preocupa que Lula haya tenido dificultad­es para articular una visión convincent­e de la economía brasileña en el siglo XXI. Este se remite a sus dos mandatos anteriores, asegurando que sus logros hablan por sí solos. Su preferenci­a por el desarrollo económico dirigido por el Estado y la reactivaci­ón de la refinería de petróleo y la construcci­ón naval hacen sonar las alarmas para quienes recuerdan los errores económicos de los anteriores gobiernos del PT.

Lucha medioambie­ntal

A Lula le resulta más fácil convencer a los escépticos cuando habla del medio ambiente, refiriéndo­se a la reducción significat­iva de la deforestac­ión durante sus gobiernos. Sus colaborado­res aseguran que quiere que Brasil ocupe un lugar central en la lucha contra el calentamie­nto global, con nuevos compromiso­s para preservar la selva amazónica y exportar combustibl­es renovables.

Sus ideas sobre política exterior serán más controvert­idas en Occidente. Lula ha sugerido que Ucrania y la OTAN son en parte responsabl­es de la guerra con Rusia, ha defendido el régimen de partido único de Cuba y quiere tener buenas relaciones con China.

Por encima de todo, es partidario de la negociació­n en lugar de la confrontac­ión. Puede que esto no esté de moda en un mundo actual tan polarizado, pero Lula sigue siendo uno de los pocos políticos mundiales que se hacen respetar por naciones tan diversas como EEUU, Rusia, China y Alemania. “Si gano las elecciones y esta guerra continúa, pueden estar seguros de que voy a hablar con los europeos, los americanos, los chinos y los rusos”, aseguró a Financial Times. “Alguien tiene que empezar a hablar de paz en este mundo”.

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Tras tres intentos fallidos Lula ganó la presidenci­a de Brasil en 2002.

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