Colaboración público-privada, única garantía de suministro
Sostenibilidad y resiliencia son dos factores clave que perfilan las actuales estrategias de las empresas europeas. El cumplimiento de los parámetros de exigencia en la producción y comercialización de bienes para reducir el impacto medioambiental encarecerá la manufacturación local y limitará nuestra competitividad global. Añadamos a esto la peculiaridad del momento, donde la guerra y las sanciones limitan el pull de opciones para abastecernos de energía, producto final o intermedio. Con este escenario, sólo más y mejor colaboración público-privada pueden proporcionarnos las herramientas necesarias para enfrentarnos con el imprevisible futuro que nos acontece. Por ello, hemos de pensar y actuar de manera estratégica. Entendiendo que sólo el liderazgo público o la excelencia privada, por separados, no son suficientes para lidiar con el escenario de desabastecimiento hacia el que nos dirigimos. Coordinar esfuerzos y establecer objetivos de cooperación es primordial para asegurar el suministro a corto, medio y largo plazo.
Delegar la responsabilidad de nutrir de bienes y servicios que son vitales en la economía nacional a empresas privadas sin otro aliciente o control que las fuerzas de la oferta y demanda es muy arriesgado. Lo hemos vivido en España durante la pandemia con suministros sanitarios o productos básicos durante la huelga de transportistas. Esto mismo lo observamos en Francia actualmente con el combustible o en Alemania (si no en toda Europa) con la energía.
Confiar en la responsabilidad social corporativa, siempre posicionada bajo la mirada y supervisión de la maximización económica, no es suficiente para asegurar el suministro de productos en la sociedad. Las cadenas de suministros responden a muchas variables. Todas sus dimensiones y diferentes aristas, lamentablemente, no poseen entre sí la interlocución directa y fluida que se requiere y cabría esperar. Empresas, gobiernos, administraciones públicas, reguladores y los intereses y agendas de todos ellos no siempre se encuentran alineados. Sin la misión y dimensión social que define al sector público, ser capaces de coordinar los intereses de todos es complejo.
De igual forma, relegar al sector público la responsabilidad total y absoluta de la producción y comercialización se ha demostrado aún más ineficaz y peligroso. La falta de incentivos y competencia puede derivar en un sector público sobredimensionado y muy poco ágil. Incapaz de responder con eficiencia y eficacia a un entorno muy volátil y tensionado. Es la correcta interacción de ambas esferas lo que consigue la generación de proyectos y empresas resilientes y autosuficientes. Capaces de solventar las necesidades a las que como sociedad vamos a enfrentarnos pronto.
La idea de dar la visibilidad y voz necesarias a las cadenas de suministro y valor, en concreto al sector de la logística (columna vertebral de la economía) toma fuerza. Recientemente se ha propuesto la creación de una Secretaría de Estado de Logística, que sea capaz de coordinar esfuerzos e intereses para da respuesta a las necesidades de España. Hemos de hacer un profundo examen de conciencia. Identificando sectores, productos, servicios y materias de los que tenemos absoluta dependencia. Diseñando en consecuencia un plan que garantice el suministro y/o la transformación de los medios y capacidades que tenemos para si fuera necesario comenzar a producirlos.
‘Stocks’ de seguridad y transporte eficaz
Pero no todo es reshoring. La pandemia y el actual cambio de paradigma en el comercio internacional nos han brindado varios ejemplos muy ilustrativos. Entre ellos, las tan polémicas mascarillas, el desarrollo y distribución de las vacunas, o la gestión de infraestructuras clave como ferrocarriles, puertos y aeropuertos para evitar el desabastecimiento. Como vivimos durante el mayor pico de la crisis y también a posteriori, la solución para mejorar precios, inventarios o calidad no pasa siempre por producir localmente, sino muchas veces por asegurar y planificar stocks de seguridad y un transporte eficaz. En definitiva, ser más ágiles y resilientes. Ahí, como muchas otras veces, la colaboración público-privada se ha demostrado esencial para solucionar los problemas que afectan a la sociedad. Una estructura de valor basada meramente en la eficacia (reducción de costes) no será capaz de abordar los retos venideros, pues carece de margen alguno para ello. Por el contrario, una concepción perpetua de la cadena en crisis y con necesidad de responder a continuas disrupciones agravará de manera notable (y previsiblemente inasumible) los costes de los bienes. El Estado puede y debe jugar un rol de liderazgo para que las empresas puedan perseguir y alcanzar ambos objetivos.
En el actual escenario internacional, todos los grandes actores intentan generar autosuficiencia y dependencia estratégica a todos los niveles (alimentos, energía, tecnología, infraestructura, armas...). Algunos como China lo hacen mediante el control e influencia en grandes empresas que consideran clave para asegurar el suministro. EEUU gracias a la generación de ecosistemas necesarios para que florezcan y se desarrollen grandes campeones nacionales, capaces de competir a nivel mundial. Europa, y por ende España, ha de tener perfil propio, sin replicar necesariamente estos dos modelos, sino desarrollando el suyo; reflejo de nuestra idiosincrasia y tradición económica y social. Hacerlo sin derivar en proteccionismo ni guerras comerciales. Lograr una correcta coordinación e interacción público-privada que permita tanto la rápida escalabilidad de proyectos (privados) como la inyección de cultura de mercado (en públicos). Tenemos que dejar de ver ambas esferas como antagónicas y en constante lucha, para entender que son complementarias y necesitan más que nunca la una de la otra.