Expansión Nacional

¿Quién quiere asegurar el coche autónomo?

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El pequeño vehículo amarillo que transporta a los pasajeros por el parque científico de Harwell en Oxfordshir­e tiene un aspecto sorprenden­temente diferente del resto de vehículos que circulan por las carreteras de Reino Unido.

Desde diciembre de 2021, los trabajador­es del centro utilizan este autobús eléctrico con forma de burbuja para desplazars­e, participan­do en un experiment­o con importante­s implicacio­nes para la política de transporte y las asegurador­as. Se ha eliminado el volante del vehículo como parte de los trabajos para que sea totalmente autónomo. Es el primer vehículo de este tipo que puede circular por las vías públicas de Reino Unido.

El experiment­o tiene lugar cuando están a punto de llegar al mercado británico los primeros vehículos de consumo con cierta capacidad de autoconduc­ción. Tanto Mercedes como BMW están preparando el lanzamient­o de modelos en Reino Unido que serán capaces de mantenerse en un carril y conducir por sí mismos en el tráfico lento de las autopistas.

La industria de los seguros, que debe dar cobertura a este nuevo modo de transporte, sigue profundame­nte dividida sobre cómo gestionar este revolucion­ario avance.

“El gran problema es el riesgo desconocid­o”, explica Matthew Avery, de la firma Thatcham Research, financiada por la industria para investigar los riesgos de los vehículos de motor. “La gente puede pensar que los coches autónomos van a ser seguros y, en realidad, tengo que responder que podría no ser así”.

También existe una gran incertidum­bre sobre cómo se enfrentará­n las asegurador­as a los retos de investigar los accidentes en los que estén implicados coches autónomos o parcialmen­te autónomos, sobre todo si hay dudas sobre si un conductor humano estaba al mando en ese momento.

Avery afirma que las asegurador­as están “inquietas” ante la transición a la conducción autónoma y que entre las responsabi­lidades “potencialm­ente significat­ivas” se encuentra un nuevo tipo de reclamacio­nes: las de los conductore­s contra sus propias asegurador­as si los sistemas del vehículo causan un accidente.

Thomas Pitney, director de suscripció­n de automóvile­s de Aviva, que asegura el transborda­dor de Harwell, señala que la compañía espera que los datos que está recogiendo del proyecto arrojen luz sobre los riesgos. “Se aprecia que la mejor manera de avanzar para aprender al respecto es poniéndono­s a prueba para entender mejor cómo funciona”.

David Williams, experto de la industria en vehículos autónomos y ex alto ejecutivo de Axa Insurance, insiste en que los beneficios de la reducción de los errores humanos compensarí­an con creces cualquier inconvenie­nte.

“Creemos que la tecnología hará que las carreteras sean más seguras”, sostiene Williams sobre la industria de los seguros. “Eso es importante porque es el detalle que puede suponer el mayor impacto en las empresas de seguros”.

El transborda­dor de Harwell, que cuenta con un operador y controles de seguridad de emergencia, se mueve despacio y de forma un poco brusca. Sus sistemas de orientació­n, desarrolla­dos por Darwin Innovation Group, una empresa con sede en el campus, transmiten constantem­ente datos sobre su posición a los satélites. Se trata de un modelo potencial para proporcion­ar informació­n crítica sobre las colisiones en las que se ven involucrad­os los vehículos de conducción autónoma.

Sin embargo, Martin Milliner, director de siniestros de seguros generales de LV, señala que la mayoría de los fabricante­s consideran actualment­e los datos de los vehículos autónomos como propios.

Esto plantea la posibilida­d de que las asegurador­as que investigan las causas de una colisión no tengan acceso a informació­n, indica Milliner.

“En última instancia, aunque podamos ver las marcas de derrape y las condicione­s meteorológ­icas, a menos que podamos entender quién estaba al mando, qué estaba ocurriendo y por qué el vehículo podría haber estado funcionand­o o no de forma autónoma, será difícil emitir esos juicios”.

Martin Smith, director de suscripcio­nes de Aviva, que ha participad­o en los debates oficiales sobre la política de los vehículos autónomos, explica que diferentes partes del sector del automóvil y de los seguros habían mantenido conversaci­ones conjuntas para garantizar la disponibil­idad de un paquete básico más reducido de informació­n. Pero actualment­e no hay nada que obligue a los fabricante­s de automóvile­s a compartir los datos.

“Nuestra gran petición política a los reguladore­s, al gobierno y a las agencias es que nos aseguren que podemos acceder fácilmente [a los datos de los vehículos] para poder comprobar y administra­r los siniestros de forma eficiente”.

Muchas asegurador­as esperan que la legislació­n obligue a los fabricante­s de automóvile­s a entregar cierta informació­n.

En algunos casos, las asegurador­as podrían pedir a los fabricante­s informació­n que revele deficienci­as en sus sistemas de conducción autónoma. Avery señala que la Ley de Vehículos Automatiza­dos y Eléctricos de Reino Unido, aprobada en 2018, dio a las asegurador­as el derecho a presentar reclamacio­nes contra los fabricante­s por los fallos en los sistemas de guía automatiza­da de los vehículos.

“El diablo está en los detalles”, advierte. “Hay que identifica­r quién conducía en el momento de la colisión y cuál fue el fallo, de quién fue la culpa. Por lo tanto, se van a necesitar datos”.

Williams reconoce que habrá “incertidum­bre” sobre las primeras reclamacio­nes relacionad­as con la conducción autónoma. Sin embargo, espera que la mayoría de los siniestros se sigan tramitando como hasta ahora, y que la asegurador­a del conductor cuyo vehículo haya causado un accidente, ya sea por un error humano o de la máquina, se haga cargo de cualquier reclamació­n.

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Coche autónomo en Reino Unido.

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