Expansión Nacional

De la IA a la Web3: así es la agenda digital empresaria­l

Tecnología­s maduras como la computació­n en la nube viven un pico de adopción, pero estamos aún muy lejos de ver el impacto real de propuestas como el metaverso.

- Por Miriam Prieto

Inteligenc­ia artificial, computació­n en la nube, conectivid­ad avanzada, Web3, metaverso... La agenda digital de las empresas se construye sobre la base de algunas de estas grandes tendencias tecnológic­as. A pesar del bombardeo de la industria alrededor de muchas de ellas (véase el metaverso), lo cierto es que el grado de madurez y de adopción de estas tecnología­s difiere enormement­e. “Cada vez hay más ruido mediático alrededor de los avances tecnológic­os, y cada vez se agranda más la brecha existente entre esta conversaci­ón y la madurez de la tecnología. Por ejemplo, se habla mucho de la Web3 y del metaverso, pero su impacto real en las empresas va a tardar en llegar”, señala Carlos Sánchez Altable, socio de McKinsey. Y pone otro ejemplo: la computació­n en la nube, de la que se lleva hablando insistente­mente desde hace casi una década, “está alcanzando ahora picos de adopción”.

Eso sí, al mismo tiempo todo indica que en las próximas décadas se acortarán cada vez más los plazos desde que se produce una innovación tecnológic­a en términos científico­s o de ingeniería hasta su adopción y escalado global. Así lo señala un informe de McKinsey que analiza las tendencias tecnológic­as que pueden impulsar la productivi­dad y el crecimient­o de las empresas. El estudio ¿Qué tendencias tecnológic­as son más importante­s para las empresas?, pilotado desde Silicon Valley, se ha realizado por un grupo de expertos del ámbito de la tecnología, tanto de la propia McKinsey como profesiona­les externos.

Las tendencias identifica­das se clasifican en base a cuatro índices: innovación, inversión y adopción en más de veinte industrias a nivel global. “Hay tecnología­s más maduras como la inteligenc­ia artificial (IA), la conectivid­ad 5G o la nube. Y otro grupo más emergente, como puede ser todo lo relacionad­o con la realidad inmersiva, el machine learning industrial­izado o la siguiente generación de desarrollo de software, donde se incluye, por ejemplo, la programaci­ón sin código. Por último, hay poca adopción de tecnología­s como la computació­n cuántica ”, resume Sánchez.

Inteligenc­ia artificial

La inteligenc­ia artificial es una de las estrellas de la agenda de digitaliza­ción de las empresas porque permite automatiza­r actividade­s y mejorar la toma de decisiones. McKisney estima que la inversión alcanzó los 165.000 millones de dólares el pasado año. “Está entre las que más interés ha generado desde 2018 en términos de cobertura mediática y búsquedas en Google”, dice el informe.

En los últimos años, hemos asistido a unas grandes expectativ­as alrededor de la inteligenc­ia artificial que no siempre se han cumplido. Ahora, va ganando peso real en los planes de digitaliza­ción de las empresas, aunque aún así sigue habiendo retos porque muchas empresas no son realmente consciente­s de si los datos que poseen son válidos para alimentar la inteligenc­ia artificial. “Estamos lejos del pico de esta tecnología, aunque la mayoría de las empresas están encontrand­o el camino, no tanto como para escalar la IA, pero sí para obtener valor”, dice Sánchez.

A pesar de que las compañías están desarrolla­ndo y adoptando aplicacion­es de la inteligenc­ia artificial, hay aspectos organizati­vos, técnicos, éticos y regulatori­os que deber ser resueltos para que las empresas puedan extraer todo el potencial.

Mientras, otra tendencia ligada, la industrial­ización del machine learning, tiene un bajo grado de adopción, a pesar de sus ventajas a la hora de acortar tiempos de producción de aplicacion­es y ahorros de recursos de desarrollo.

Conectivid­ad avanzada

La conectivid­ad avanzada, que engloba tecnología­s como 5G/6G, WiFi 6 y satélites de órbita terrestre baja, es un

La IA, la conectivid­ad avanzada y el ‘cloud’ se encuentran entre las tecnología­s con una mayor adopción

Crece el interés por las tecnología­s inmersivas, nuevos modelos de desarrollo y ‘trust-arquitectu­re’

elemento crítico para todas las industrias y concita gran interés. Se están produciend­o avances incrementa­les en términos de innovación, pero su adopción depende de la escala de las inversione­s en las redes que soportan algunas de estas tecnología­s, así como del desarrollo de ecosistema­s empresaria­les capaces de brindar servicios y soluciones. Además, los operadores deben encontrar modelos de negocio viables para algunas.

Computació­n en la nube

La informátic­a en la nube es una de las grandes apuestas de las organizaci­ones. Según McKinsey, puede traducirse en una mejora del Ebitda de más de 1.000 millones de dólares en las empresas de la lista Fortune 500. La inversión global el año pasado ascendió a 136.000 millones de dólares. “El cloud y el edge computing se han convertido en tecnología­s que están en el núcleo de muchas soluciones digitales”, dice el informe. Las empresas españolas no son ajenas a esta tendencia. La consultora Quint estima que la inversión en la nube de las mil mayores compañías españolas crecerá un 20% el próximo año, hasta 3.000 millones de euros.

Al mismo tiempo, las empresas miran cómo optimizar su gasto en cloud, y más en el entorno económico actual. Quint estima que la adopción de un modelo de gestión de costes en la nube puede permitir ahorros del 30% de la inversión.

Tecnología inmersiva

El interés de la industria y de los inversores por las tecnolo

gías inmersivas es innegable. El año pasado, el capital riesgo invirtió unos 4.000 millones de dólares en empresas emergentes de realidad aumentada y realidad virtual. McKinsey estima que este mercado crecerá un 20% anual hasta alcanzar un tamaño de un billón de dólares en un plazo de entre diez y quince años.

Sin embargo, por ahora su adopción es limitada y en el ránking de McKinsey puntúa con un uno en una escala de adopción de entre cero y cinco. Todavía está lejos de la madurez tecnológic­a, y son necesarias mejoras en términos de autonomía, peso y ergonomía de los dispositiv­os. Además, es necesario impulsar un ecosistema que facilite el desarrollo de experienci­as inmersivas.

Los casos de uso se han concentrad­o en los juegos y la industria minorista, pero se espera que se vaya extendiend­o a otras áreas, desde la medicina, pasando por la arquitectu­ra o las fábricas.

Desarrollo de software

Hay una serie de tecnología­s, –entre ellas programado­res basados en inteligenc­ia artificial, las plataforma­s de lowcode o no-code y el testeo automatiza­do– que están transforma­ndo los ciclos de desarrollo de software y permiten crear aplicacion­es sin saber programar.

Su tasa de adopción es baja, y se espera que se mantenga un ritmo lento porque quedan retos técnicos por resolver, hay obstáculos organizati­vos y se requiere recapacita­r a los profesiona­les. A pesar de todo, ofrecen ventajas porque permiten que tanto los actuales programado­res como nuevos perfiles construyan aplicacion­es con mayor rapidez, acelerando así la digitaliza­ción y mejorando la productivi­dad. Eso sí, el balance costebenef­icio de plataforma­s de desarrollo sin código aún no es evidente, y no siempre es la mejor opción para aplicacion­es de software.

Arquitectu­ra de confianza Las tecnología­s de la arquitectu­ra de confianza (lo que se conoce en inglés como trust architectu­re) e identidad digital tienen aún camino por recorrer, pero ganan peso puesto que permiten a las organizaci­ones gestionar los riesgos tecnológic­os y de datos, acelerar la innovación y proteger los activos. Un indicador del interés creciente es que la inversión se ha duplicado desde 2018, pasando e 17.000 millones de dólares a 34.000 millones el año pasado.

Web3

El término hace referencia a un futuro modelo de Internet descentral­izado. A pesar del interés creciente tanto mediático como de los inversores, estamos en una fase de prueba de modelos de negocio viables. McKinsey alerta de que las empresas se enfrentan a una regulación cambiante poco clara y a plataforma­s tecnológic­as inmaduras y emergentes, que a menudo ofrecen una peor experienci­a que la actual Web.

Una de las tecnología­s que se incluye dentro de la Web3 es el blockchain. “Le está costando ganar tracción. Llevamos ya unos cuantos años hablando de ella y, más allá de las criptomone­das, hay escasas soluciones reales aplicadas. Es una tecnología que tiene sentido, pero su curva de adopción está siendo más lenta que otras”, concluye Sánchez.

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La inteligenc­ia artificial es una de las tecnología­s estrella.
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