Expansión Nacional

Iglesias, el líder emérito de la izquierda radical, declara la guerra a Díaz

Pablo Iglesias ha criticado duramente a su sucesora en el Gobierno, Yolanda Díaz, pero no está claro si con ello pretende volver a primera línea política o solo asegurar la posición de Montero y Belarra dentro de Sumar.

- Javier Ayuso

La historia política de Pablo Iglesias ha estado plagada de desencuent­ros, conflictos y purgas; y también de importante­s éxitos políticos. Pero cuando hace dos años decidió dimitir como vicepresid­ente segundo del Gobierno, cargo que le había costado muchísimo alcanzar, y luego abandonó la política activa tras ser derrotado en las elecciones a la Comunidad de Madrid por Isabel Díaz Ayuso y Mónica García, todo el mundo pensó que era una decisión definitiva. Ahora, el líder emérito de la izquierda radical parece haber empezado a desandar el camino de vuelta al poder, con los ataques que ha iniciado contra la persona a la que él mismo designó como su sucesora en Unidas Podemos: Yolanda Díaz.

Nadie podía imaginarse que las relaciones entre Iglesias y Díaz fueran a deteriorar­se tanto en tan poco tiempo. La sucesión en la coalición de la izquierda radical parecía algo natural y los primeros meses discurrier­on con una cierta placidez, con unas buenas relaciones entre la elegida y las “comisarias” del fundador en el Gobierno: Ione Belarra e Irene Montero. Sin embargo, cuando la vicepresid­enta decidió soltar amarras de la formación morada, empezaron los problemas. Tanto, que ambos llevan un año sin dirigirse la palabra.

En las elecciones autonómica­s anticipada­s en Castilla y León y en Andalucía ya surgieron los primeros problemas entre las distintas facciones de la coalición morada, en donde volvieron los viejos fantasmas de Íñigo Errejón y su nuevo partido, Más País. Yolanda Díaz maniobró sin dar la cara para imponer a los candidatos de Izquierda Unida frente a los de Podemos y los resultados no pudieron ser peores.

La vicepresid­enta tenía claro entonces, y lo tiene más ahora, que si quiere ser de verdad la líder de la izquierda a la izquierda del PSOE en España tiene que desmontar el aparato creado por Iglesias desde 2015 y lanzar una nueva organizaci­ón, sin hipotecas. Por eso, quiso dejar claro desde el principio que Sumar no era una franquicia de la coalición morada, sino un movimiento independie­nte en el que las personas y las ideas estaban por encima de los partidos.

La primera ofensa fue no invitar a Belarra y a Montero al primer acto de Sumar en Valencia. Fue un mensaje claro al que la había designado; para crecer había que matar al padre. En ese momento empezaron a crujir las cuadernas del barco de UP, pero unos y otros optaron por no agitar el conflicto, confiando en que no fuera a más. Había que mantener la unidad, aunque fuera ficticia, para no poner en peligro el mismísimo gobierno de coalición. Aún así, las dos perjudicad­as respondier­on con varios ceses de representa­ntes de Izquierda Unida en sus ministerio­s. Si quería pelea, la iba a tener.

Algo que no pareció afectar a Díaz, que tenía decidido continuar con su estrategia de crear un nuevo movimiento político, sin ataduras, y recogiendo a viejos dirigentes y militantes de Podemos que habían abandonado la organizaci­ón. Además, la larga marcha de la líder comunista por toda España parece que está dando buenos resultados para el nuevo proyecto; llena las salas y recibe múltiples apoyos de dirigentes de la izquierda y de la sociedad civil. Eso, sin contar con el aumento de su prestigio personal en todas las encuestas, en las que se sitúa en primer lugar, por encima de Pedro Sánchez.

Mientras tanto, el fundador de Podemos pasaba por una auténtica travesía en el desierto. Es verdad que ha conseguido mantener viva su imagen pública desde los distintos púlpitos mediáticos en los que desarrolla su activismo político. Dispone de importante­s altavoces desde los que adoctrina a sus fieles y ataca a sus enemigos, pero una cosa es la doctrina y otra, la influencia. Iglesias se ha ido dando cuenta de que la influencia y el poder están en manos de Yolanda Díaz y que él y sus ministras han pasado a un papel secundario.

No sé si habrá influido también su doble fracaso en sus intentos de obtener un puesto de profesor titular en las facultades de Periodismo o Políticas en la Universida­d Complutens­e de Madrid, pero el caso es que el líder emérito de la izquierda ha estallado en las últimas semanas. Y ha volcado toda su ira contra la que estaba destinada a tomar su testigo y mantener a Unidas Podemos en los órganos de poder de este país. La palabra ruptura suena ya en todos los mentideros de la izquierda en España.

La pregunta surge inmediatam­ente: ¿Qué busca Iglesias con esos ataques fratricida­s contra Díaz? ¿Pretende volver a la primera línea política o tan solo asegurar la posición de Belarra y Montero

en el proyecto político de Sumar? Y la respuesta no está tan clara.

Algunos de los fundadores de Podemos, purgados en su día por el líder, aseguran en conversaci­ones privadas que el emérito de la izquierda está arrepentid­o de su huida hace dos años, piensa que sigue siendo imprescind­ible y quiere desandar el camino hacía la cúspide de la formación morada. Aunque están convencido­s de que su vida política está acabada, como la de Juan Carlos Monedero, por los errores cometidos.

Sin embargo, la mayoría de sus seguidores justifican en parte la andanada hacia la vicepresid­enta como un aviso de que hay que respetar a Podemos (él mismo lo viene repitiendo últimament­e) y que si no cuenta con ellos, está condenada al fracaso. Y contar con ellos es situar a Belarra y, sobre todo, a Montero en la cúspide del nuevo movimiento político. Aunque justifican el movimiento, critican a Iglesias que actúe como si siguiera siendo el presidente del partido, cuando él mismo optó por ceder el testigo a otras personas.

Mientras tanto, la vicepresid­enta segunda del Gobierno no quiere darse por aludida por los ataques del anterior líder. Ella sigue a lo suyo, aunque responde indirectam­ente que nadie es propietari­o de los movimiento­s políticos. Se sabe fuerte entre las bases de izquierdas en toda España y piensa que su proyecto debe ir creciendo, sin prisas pero sin pausas, y sin dejarse influir por las presiones o por las amenazas de la vieja guardia de la formación morada.

Además, se sabe líder indiscutib­le de su grupo dentro del Gobierno. Pedro Sánchez decidió hace tiempo limitar el diálogo con sus socios en el Ejecutivo con la vicepresid­enta, a quien informa de los movimiento­s que va a hacer y se asegura su apoyo, pese a las críticas de Belarra y Montero. El presidente confía más en ella que en el resto de los ministros de UP y le concede buenas oportunida­des para apuntarse triunfos que la hagan más fuerte frente a sus competidor­as.

Eso no quita para que en La Moncloa empiecen a estar preocupado­s por el enfrentami­ento entre el líder emérito y su sucesora. Piensan que una ruptura total pondría en peligro la continuida­d del Gobierno para el año que queda de legislatur­a e incluso que una nueva división en la izquierda le impediría volver a formar gobierno de coalición tras las elecciones generales del próximo año. En palabras de un fontanero socialista, “una guerra abierta entre Iglesias y Díaz nos perjudicar­ía a todos, salvo que acabemos fichando a la vicepresid­enta para nuestra listas en 2023”.

En La Moncloa piensan que una ruptura total pondría en peligro la continuida­d del Gobierno

 ?? ?? El exvicepres­idente, Pablo Iglesias, y la vicepresid­enta y ministra Yolanda Díaz.
El exvicepres­idente, Pablo Iglesias, y la vicepresid­enta y ministra Yolanda Díaz.

Newspapers in Spanish

Newspapers from Spain