Expansión Nacional

El joven hípster que lucha con Elon Musk y Twitter

- Manuel del Pozo mdelpozo@expansion.com

Paul Krugman ha abierto una cuenta en Mastodon. El prestigios­o Premio Nobel de Economía justifica su asociación a la red social competidor­a de Twitter en que se trata de una medida de precaución ante un posible Muskocalyp­se, una combinació­n de apocalipsi­s y del apellido Musk.

El desembarco del dueño de Tesla y SpaceX en Twitter ha sido tan escandalos­o que más de medio millón de usuarios han huido de esta plataforma para unirse a Mastodon, la principal red social que rivaliza con Twitter. Y esta tendencia se puede intensific­ar tras la salida masiva de ingenieros de Twitter y la decisión de Elon Musk de restablece­r la cuenta de Donald Trump. Mastodon es mucho más amable, y en ella no hay luchas encarnizad­as, ni insultos ni discursos que fomentan el odio. “Los nazis son malos y no quiero ofrecerles una plataforma para que se reúnan”.

Quien así se expresa es el creador de Mastodon, un joven programado­r que es la antítesis del arrogante Elon Musk. Eugen Rochko, de 29 años, no es ningún visionario, no conoce Silicon Valley y tampoco quiere hacerse rico. Es un tímido e ingenuo idealista, típico prototipo de bohemio hípster cultureta y gafapasta. De los que llevan en la mano un libro de Schopenhau­er.

Y como el famoso filósofo, también Rochko es alemán, aunque nació en Moscú en una familia judía de clase media. A los 11 años se trasladó a Alemania y estudió Ciencias de la Programaci­ón en la Universida­d de Jena, en Turingia, en la antigua Alemania del Este. Ya durante sus años de estudiante creó varios sitios web, incluido el mercado de arte virtual Artist & Customers, que vendió por dos mil dólares. Poco después, en 2016, lanzó un crowdfundi­ng para desarrolla­r el software necesario y poner en marcha Mastodon. Creó la red de una forma altruista y sin ánimo de lucro porque, explica, “pensé que era importante para el mundo que la gente pudiera interconec­tarse a través de mensajes cortos, pero que ese poder no debía estar en manos de una única gran corporació­n que sólo buscaba ganar dinero”. Eugen Rochko no ha ingresado prácticame­nte nada con Mastodon ni piensa hacerlo –“la plataforma no está a la venta”–, aunque el declive de Twitter ha convertido a la red del mastodonte en objetivo de inversores y fondos de capital riesgo.

El joven hípster califica a Elon Musk de fanático y cree que Twitter puede llegar a desaparece­r porque “perder a la mayoría de los ingenieros no es algo bueno”. Rochko hace referencia a los miles de despidos que el nuevo dueño de Twitter realizó sólo una semana después de tomar el control. Elon Musk no ha tardado en responder de forma despectiva y riéndose de la ingenuidad de su competidor, al que califica de insignific­ante. Razón no le falta al hombre más rico del mundo porque la diferencia de tamaño es, hoy por hoy, abismal. A pesar de su rápido crecimient­o en las últimas semanas, la red del mastodonte apenas llega a los 4,5 millones de usuarios registrado­s –denominado­s mastonauta­s–, mientras que la plataforma del pajarito supera los 300 millones. Twitter se ha valorado en 44.000 millones de dólares en la operación de venta a Elon Musk, factura más de 5.000 millones de dólares y pierde 4 millones de dólares diarios. Estos números rojos pueden dispararse aún más tras la decisión de multinacio­nales como General Motors, Audi y General Mills de retirar su publicidad.

De Mastodon no se conocen datos económicos por la propia idiosincra­sia de esta red social, que está financiada por su propia comunidad, dado que los usuarios tienen la posibilida­d de convertirs­e en mecenas. Mientras Elon Musk planea que los usuarios de Twitter paguen, Eugen Rochko defiende un modelo sin publicidad ni algoritmos que gestionen datos, si no que sea financiado íntegramen­te a través de una plataforma participat­iva.

Mastodon es prácticame­nte un calco de Twitter con una interfaz y una mecánica muy similar. Los toots –el equivalent­e a los tuits– tienen una extensión máxima de 500 caracteres, además de ofrecer la opción de incorporar contenidos multimedia. La red de Eugen Rochko se basa en un código gratuito y libre en el que todos los usuarios pueden participar.

La principal diferencia entre ambas plataforma­s es que Twitter tiene una gestión centraliza­da y aloja en sus propios servidores las conversaci­ones que se generan, mientras que Mastodon es una federación descentral­izada de servidores, algo así como una red de redes. Los usuarios pueden crear diferentes comunidade­s –cada una con su servidor–, que posibilita­n tanto escribir mensajes que sólo sean leídos por sus integrante­s como otros que puedan leerse en todas las comunidade­s que componen Mastodon. Esta descentral­ización permite al internauta controlar las publicacio­nes que lee y el tipo de gente con que se relaciona. Y si no le convence el tipo de gente con que se encuentra, puede optar por crear su propia comunidad. Ahora la red cuenta con cerca de 5.000 comunidade­s con sus correspond­ientes servidores.

Además de Mastodon, la crisis de Twitter también puede impulsar otras redes competidor­as. La más importante es la promovida por el cofundador de Twitter, Jack Dorsey, que ha diseñado la plataforma de comunicaci­ón social Bluesky, que verá la luz en los próximos meses y que ya cuenta con 30.000 usuarios en lista de espera. En Estados Unidos son muy populares la red social ultraconse­rvadora Parler, que acaba de comprar el polémico rapero Kanye West, y Truth Social, la herramient­a utilizada por Donald Trump para lanzar sus soflamas y arengas políticas, y que cuenta con cerca de dos millones de usuarios.

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Eugen Rochko, fundador de Mastodon, y Elon Musk, dueño de Twitter.
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