Las multinacionales, en alerta ante una oleada activista en Wall Street
ESTADOS UNIDOS/ Las grandes cotizadas temen que las caídas en Bolsa y la nueva regulación, que facilita la elección de consejeros propuestos por accionistas, desaten una rebelión entre los inversores.
Bob Chapek, ex consejero delegado de Disney, ha sido la última víctima del activismo inversor en Wall Street. Y no será la única en los próximos meses. De hecho, la corrección en Bolsa de los últimos meses hace temer una oleada sin precedentes de campañas instigadas por los accionistas para obligar a hacer cambios en el seno de las grandes multinacionales.
Además, esta inusual actividad podría verse reforzada por varios cambios en la normativa sobre voto delegado en Estados Unidos que entraron en vigor en septiembre y que podrían dar mucho más poder a los activistas a la hora de sentar representantes en los consejos de administración.
El regulador ha exigido a las compañías que la votación para elegir a los miembros del máximo órgano de gestión se realice a través de una papeleta única donde figure el nombre de todos los candidatos, independientemente de quién los haya propuesto. Hasta ahora, esa votación se hacía a través de documentos diferentes, en los que la compañía enviaba la información de sus propios candidatos en una especie de candidatura única.
Hasta ahora, si algún accionista quería hacer su propia propuesta, era libre de hacerlo y buscar el apoyo de otros inversores, pero asumiendo los gastos de su propia campaña. Se trata de un coste que puede llegar a superar con facilidad los 100.000 euros sólo por imprimir, enviar y recopilar las papeletas de voto. El presupuesto se dispara en caso de querer alinear a otros accionistas en una campaña que exija un cambio estratégico mayor.
A partir de ahora, sin embargo, esta barrera desaparece, lo que ha disparado las consultas de grandes multinacionales de Wall Street a sus asesores legales sobre planes de actuación y respuesta ante la oleada de campañas activistas que esperan. Con el nuevo sistema de votación, las posibilidades de conseguir al menos un representante en el consejo de administración aumentan exponencialmente al tratarse de listas abiertas.
Y estamos en época de campañas. Al menos, de los primeros anuncios. Tradicionalmente, las juntas de accionistas se celebran en primavera, pero antes de llegar a ese momento hay meses previos de preparación, que incluyen contactar con la propia compañía para hablar de la ‘precampaña’.
Normalmente, estas conversaciones iniciales se realizan por estas fechas y se prolongan durante todo el invierno, en un intento de que el consejo de administración se atenga a las demandas de los fondos activistas. De no llegar a ningún acuerdo, es cuando se pone en marcha tácticas más coercitivas que a veces terminan en auténticas batallas en la junta anual. Y, en esos casos, con un porcentaje bastante elevado de CEO que terminan en la calle tras una moción de censura por parte de los socios.
Nuevos jugadores
Además, confluye otro fenómeno, relacionado con una nueva generación de activistas, con participaciones minoritarias, pero mucho más beligerantes. Muchos de estos fondos son casi boutiques lideradas por antiguos gestores
de Elliott Management, pionero en el mundo del activismo en Wall Street y una de las firmas más temidas por los consejos de administración de las grandes empresas.
Pese a no contar con muchos derechos de voto, esta nueva generación consigue un amplio apoyo entre las bases de los accionistas a través de la promoción de las grandes causas relacionadas con el medio ambiente, el buen gobierno corporativo y el impacto social de la actividad de la compañía. El espejo en el que todos se miran es Engine Nº1, que el año pasado se enfrentó al gigante de los hidrocarburos ExxonMobil.
Pese a que la petrolera es una de las diez mayores compañías del mundo por capitalización bursátil y que el fondo apenas poseía un 0,02% del capital, Engine logró hacerse con tres sillones del consejo de administración –y eso que no había entrado en vigor todavía la nueva normativa para elegir a los vocales–. Lo único que tuvo que hacer para convencer al resto de los accionistas minoritarios fue armar una campaña a favor de un cambio estratégico enfocado a las energías verdes, lejos del crudo.
A partir de ahí, el listado de compañías que se han enfrentado al activismo, en muchos casos de pequeños fondos desconocidos, no ha dejado de crecer. Desde Chevron, hasta Hasbro, pasando por Disney. Y, en los últimos días, firmas como Meta (Facebook) o Alphabet (Google) tampoco están a salvo del descontento de sus inversores, que en lo que va de año han visto cómo en la Bolsa de Nueva York sus inversiones han perdido cerca de 36.000 millones de euros.