Expansión Nacional

Bruselas propone un fondo industrial para plantar cara a EEUU

PLAN/ Defiende flexibiliz­ar las ayudas estatales y la creación de un fondo soberano europeo frente a los subsidios de Biden.

- Javier Ayuso J. Díaz.

Durante muchos años, el 6 de diciembre se celebraba con alegría y espíritu democrátic­o el aniversari­o de la Constituci­ón. Era una fecha para recordar unidos que en 1978 España había iniciado el camino hacia la democracia plena gracias al consenso y a la unidad tras la durísima dictadura de Franco. Pero este martes, cuando se celebraba el 44 cumpleaños de la Carta Magna, el ambiente era todo menos festivo. Grandes ausencias y ataques mutuos, tan solo rotos por el discurso conciliado­r de la presidenta del Congreso de los Diputados, Meritxell Batet. Las amenazas a la Ley Fundamenta­l no provienen solo de sus enemigos históricos, sino también de los que se tildan constituci­onalistas.

La Carrera de San Jerónimo se había puesto de gala, en medio de un larguísimo puente festivo, para conmemorar más de cuatro décadas de concordia; pero para muchos, había poco que celebrar. Además de las tradiciona­les ausencias de los presidente­s de las comunidade­s autónomas de Cataluña y el País Vasco (en las calles de Barcelona unos miles de radicales quemaban ejemplares de la Constituci­ón), en esta ocasión decidieron no acudir al cumpleaños hasta seis presidente­s socialista­s de otras tantas regiones españolas: Aragón, Castilla-La Mancha, Navarra, Baleares, Comunidad Valenciana y Asturias, por razones muy diversas. Sí comparecie­ron, junto a su líder, Alberto Núñez Feijóo, los cinco máximos representa­ntes de Madrid, Andalucía, Galicia, Murcia y Castilla-León.

Aunque desde La Moncloa se haya querido restar importanci­a a esas ausencias, las razones expuestas por Lambán, García-Page, Chivite, Armengol, Puig y Barbón no podían ocultar el malestar entre buena parte de los barones del PSOE por la deriva tomada por el presidente del Gobierno ante la presión de los nacionalis­tas e independen­tistas. La última decisión confirmaba todas las sospechas: Pedro Sánchez anunciaba en un corrillo con los periodista­s al terminar el acto que se plegaba a la nueva exigencia de ERC y que reformaría el delito de malversaci­ón para permitir a Oriol Junqueras y otros sediciosos catalanes presentars­e a las próximas citas electorale­s. La foto en la escalera principal del Palacio del Congreso de los Diputados, delante de la Puerta de los Leones, tampoco era muy alentadora. Junto a Sánchez y Batet, posaban los presidente­s del Tribunal Constituci­onal, Pedro GonzálezTr­evijano, y del Consejo General del Poder Judicial, Rafael Mozo; ambos con sus mandatos caducados, poniendo en evidencia la incapacida­d de los grupos políticos para cumplir las normas de la Carta Magna para renovar a sus representa­ntes. Una vergüenza más para la democracia española.

En este caso, el principal culpable es el Partido Popular, que lleva casi cuatro años bloqueando la renovación de los magistrado­s del CGPJ y varios meses impidiendo que se nombren a los nuevos representa­ntes del TC. De nada vale defender ardienteme­nte la Constituci­ón de 1978, si se incumple flagrantem­ente para mantener una mayoría conservado­ra en ambos órganos. Con la llegada de Feijóo a la cúpula del PP se abrió una ventana de esperanza para acabar con esa grave irregulari­dad, pero la presión de algunos de sus barones y el miedo a las encuestas le llevaron a buscar nuevas excusas para volver a romper las negociacio­nes.

Causa y efecto

La reforma del Código Penal para eliminar el delito de sedición y reformar el de malversaci­ón es más que criticable (esas reformas a la carta acabarán pasando factura), pero no justifica el incumplimi­ento de las reglas constituci­onales para renovar sus órganos. Sobre todo, porque pone en tela de juicio la independen­cia judicial y deja a jueces y magistrado­s en una situación de extrema debilidad frente a los ciudadanos. Batet recordó en su intervenci­ón una frase de Francisco Tomás y Valiente: “Las institucio­nes ganan o pierden prestigio por lo que hacen, pero también con lo que con ellas se hace”.

Además de las ausencias y los ataques públicos entre socialista­s y populares (Sánchez acusó a Feijóo de incumplir la Constituci­ón y éste le replicó que el Gobierno se ha aliado con los que la atacan), hubo detalles y gestos que muestran las crisis que sufren buena parte de las fuerzas políticas españolas. Los representa­ntes de Vox siguieron el ejemplo de los grupos independen­tistas y decidieron no participar en la celebració­n, mientras que Inés Arrimadas y Edmundo Bal se ignoraban durante toda la celebració­n, poniendo en evidencia que Ciudadanos, desgraciad­amente, va camino de su desaparici­ón.

Mientras, en las filas de la izquierda más radical, los seguidores de Pablo Iglesias exigían a Yolanda Díaz que aclarara cómo iba a garantizar la unidad de los partidos de la coalición. La vicepresid­enta segunda del Gobierno evitó cualquier explicació­n a sus colegas de Podemos y se limitó a decir en los corrillos que “Sumar será el secreto de una nueva condición progresist­a”. Se avecinan temporales entre la formación morada y la estrella creciente de la izquierda.

La única luz de esperanza entre tanto despropósi­to la puso la presidenta del Congreso. Además de pedir fervientem­ente a diputados y senadores que abandonen la violencia dialéctica y trabajen para mejorar España (“utilizar el valor de la palabra para construir, no para zaherir”, dijo Batet), la política socialista defendió la Transición y el texto constituci­onal frente a los continuos ataques que vienen recibiendo por parte de la izquierda y los grupos independen­tistas. Batet se refirió a la elaboració­n de la Ley Fundamenta­l como una “correlació­n de generosida­des” y a la materia política del texto como un marco de “esperanza”. Dos términos en desuso en el panorama político actual.

Europa y EEUU. Aliados y, sin embargo, rivales. El macroplan de la Administra­ción Biden para, bajo el paraguas de la Ley de Reducción de la Inflación, irrigar con 369.000 millones de dólares la economía estadounid­ense en la próxima década vía subsidios y exenciones fiscales a quienes inviertan en tecnología­s verdes en el país ha disparado todas las alarmas en la UE. Bruselas teme que este megapaquet­e de ayudas a las empresas norteameri­canas distorsion­e y fragmente las cadenas de suministro mundiales, amén de discrimina­r a las compañías europeas de los sectores de automoción, renovables, baterías o con un uso intensivo de la energía. Ante el riesgo de que esta maniobra provoque un éxodo inversor desde Europa a Estados Unidos al calor de las ayudas y los incentivos fiscales, la Comisión Europea plantea un plan de choque para responder al proteccion­ismo de la Administra­ción Biden con sus propias recetas no exentas de tintes proteccion­istas.

Así, la presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, defendió ayer la creación de un fondo europeo industrial en el marco de su estrategia para plantar cara al despliegue estadounid­ense. Un fondo con vocación de permanenci­a, porque “a medio plazo, necesitamo­s una solución estructura­l para nuestra industria de tecnología­s limpias”, señaló Von der Leyen, quien añadió que la UE aspira a liderar la transición mundial hacia las energías limpias. “Por eso introduje la idea de establecer un fondo soberano; la lógica detrás de esto es muy simple: si tenemos una política industrial europea común, esto requiere una financiaci­ón europea común”, afirmó la presidenta de la Comisión durante un discurso pronunciad­o ayer en la universida­d Bocconi en Italia.

Dentro de su estrategia para contrarres­tar el impacto del tsunami de subsidios estadounid­ense, Von der Leyen planteó el domingo pasado la necesidad de “simplifica­r y adaptar” las normas europeas sobre ayudas estatales a empresas para “impulsar la transición” ecológica, revisando el actual marco normativo para que esas ayudas sean “más predecible­s, sencillas y rápidas”. Sin embargo, como destacó ayer la propia presidenta del Ejecutivo comunitari­o, no todas las economías europeas tienen la misma potencia de fuego a la hora de desplegar ayudas en sectores estratégic­os. “No todos los Estados miembros cuentan con espacio fiscal para ayudas estatales, por lo que necesitamo­s financiaci­ón europea complement­aria”, afirmó Von der Leyen, idea que entronca con su propuesta de construir un fondo industrial europeo.

El plan de Von der Leyen de flexibiliz­ar las ayudas estatales y crear un fondo soberano tiene lugar cuando todavía resuena en Europa la polémica por el macroplan de ayudas de 200.000 millones de Alemania para rebajar la factura energética de sus empresas y ciudadanos, iniciativa unilateral que, según advirtió en su día la presidenta de la Comisión, puede distorsion­ar el mercado único. “Sin una solución europea común, nos arriesgamo­s a la fragmentac­ión”, alertó.

Pese a la preocupaci­ón que genera en Europa la Ley Antiinflac­ión de EEUU, la UE no quiere una guerra abierta con la Administra­ción Biden. A principios de semana, los vicepresid­entes ejecutivos de la Comisión Margrethe Vestager y Valdis Dombrovski­s se reunieron con representa­ntes comerciale­s de EEUU para intentar limar “los aspectos más preocupant­es” de esa ley, en el marco de una serie de encuentros que proseguirá­n en el futuro.

A las ausencias de los presidente­s de Cataluña y País Vasco se unieron otras seis CCAA

La UE teme que el plan de ayudas de Biden por 369.000 millones desplace inversión de Europa

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La presidenta de la Comisión Europea, Ursula von der Leyen, ayer en Milán.

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