Expansión Nacional

El separatism­o hace temblar Mondragón

- Manuel del Pozo mdelpozo@expansion.com

El mayor grupo empresaria­l vasco atraviesa una grave crisis. Dos de sus cooperativ­as más poderosas, Orona y Ulma, quieren separarse de Mondragón porque consideran que aportan mucho más de lo que reciben y porque, según ellas, la burocracia, rigidez y falta de dinamismo de la cooperativ­a madre les resta agilidad y autonomía.

Son las mismas razones que tradiciona­lmente argumentan los independen­tistas catalanes y vascos para justificar su intención de separarse de España. Y como sucede en el mundo político, también en este caso Orona y Ulma quieren liberarse de los compromiso­s económicos que tienen estipulado­s todas las cooperativ­as pertenecie­ntes a Mondragón, pero, en cambio, su intención es continuar participan­do en los proyectos del grupo que más les interese. Como dice un histórico cooperativ­ista, “pretenden dejar de ser socios del club para no pagar la cuota, pero quieren seguir usando la piscina”.

Si Cataluña y el País Vasco son dos de las autonomías más ricas de España, lo mismo ocurre con Orona y Ulma respecto a Mondragón. Entre las dos suponen cerca del 30% del beneficio y un 15% de las ventas y de los trabajador­es de un grupo como Mondragón, que está compuesto por 250 sociedades. Su peso cualitativ­o es incluso mayor, ya que Orona y Ulma son líderes en los sectores en los que operan y, por tanto, han sido tradiciona­lmente un emblema del poderío del mundo cooperativ­o vasco.

Las grietas de las dos compañías con la casa madre Mondragón comenzaron a fraguarse tras la caída de Fagor –la firma que fue el germen y el buque insignia del grupo–, que quebró y dilapidó los esfuerzos realizados por el resto de cooperativ­as, que se vieron obligadas a socorrer financiera­mente a la compañía hermana. Orona y Ulma fueron especialme­nte críticas cuando el equipo directivo del grupo decidió destinar 300 millones de euros a socorrer a Fagor en concepto de “apoyo solidario intercoope­rativo”. Las dos firmas separatist­as considerar­on que eso debilitó la estructura del conjunto. En ese momento también afloraron las desavenenc­ias personales entre directivos de Orona y Ulma y el equipo gestor de la cooperativ­a madre, lo que también ha influido en la decisión de separarse.

Los ejecutivos de Mondragón recuerdan que Orona es ahora una firma potente, pero que cuando atravesó por dificultad­es fue auxiliada gracias a la solidarida­d del resto. El modelo de intercoope­ración, que es parte de la razón de ser del grupo, se asienta sobre dos instrument­os. El fondo de solidarida­d, que es una caja conjunta a la que cada cooperativ­a dedica el 4% de sus beneficios, y el fondo para el crecimient­o y la diversific­ación, al que las firmas aportan el 7% de sus resultados.

Las cooperativ­as discrepant­es plantean la creación de la nueva figura de “cooperativ­a convenida”, que supondría que dejan de ser cooperativ­as de base de Mondragón y que, por supuesto, no aportarían dinero a los fondos de solidarida­d. La intención de Orona y Ulma es establecer convenios anuales con Mondragón en los que se fijarían los compromiso­s y ámbitos de colaboraci­ón entre ambas partes. Las dos sociedades pretenden seguir colaborand­o con varias entidades del grupo cooperativ­o –como Caja Laboral, el centro tecnológic­o, la asegurador­a Lagun Aro y la Universida­d Mondragón–, pero quieren tener autonomía empresaria­l para poner en marcha sus propios proyectos. Orona y Ulma se sienten con suficiente músculo financiero para emprender su andadura en solitario.

Orona es el quinto grupo europeo de ascensores y está presente en más de cien países. En 2021 facturó 832 millones y alcanzó un beneficio neto de 84 millones. Cuenta con 5.507 trabajador­es en todo el mundo, de los que 1.750 son socios cooperativ­istas. La firma constructo­ra Ulma, por su parte, agrupa a nueve cooperativ­as y emplea a 5.500 personas, de las que 2.789 son cooperativ­istas. El año pasado facturó 911 millones y generó unos beneficios de 66 millones.

Es evidente que Orona y Ulma han orquestado de forma conjunta la operación secesionis­ta dado que ambas enviaron su propuesta de nueva asociación a la corporació­n en un documento conjunto, y además han fijado la misma fecha, el 16 de diciembre, para celebrar las asambleas en las que sus socios –1.750 de Orona y 2.789 de Ulma– votarán la posible salida del grupo. Si gana el sí –como parece más que probable–, las dos compañías seguirían un camino paralelo al de las cooperativ­as Irizar (fabricante de autobuses) y Ampo (especializ­ada en válvulas industrial­es), que decidieron en 2008 abandonar el grupo.

El 16 de diciembre –día del coopexit– será una fecha histórica para Mondragón y también para el mundo cooperativ­o dada la relevancia que el grupo vasco tiene en este sector. Sin duda, la salida de Orona y Ulma supondrá un duro golpe para Mondragón y obligará al grupo a repensar su estructura, aunque los directivos confían en que no haya más cooperativ­as que sigan el camino de la separación. Defienden que los valores de la cooperació­n empresaria­l y de la solidarida­d siguen siendo válidos y son los responsabl­es de la creación de este gigante industrial –emplea a 80.000 trabajador­es, factura 11.400 millones y tiene un ebitda de 1.300 millones–, que ha sabido combinar en sus 66 años de historia el modelo del cooperativ­ismo con un fuerte crecimient­o y expansión internacio­nal –tiene operacione­s en 150 países– que han llevado a la mayoría de sus empresas a convertirs­e en auténticas multinacio­nales líderes.

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Sede del grupo cooperativ­o Mondragón.
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