Expansión Nacional

El Supremo retrata la rendición de Sánchez

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El auto dictado ayer por el juez del Tribunal Supremo Pablo Llarena para incorporar los efectos de la reforma legal que suprimió el delito de sedición a la orden internacio­nal de detención del expresiden­te de la Generalita­t de Cataluña, Carles Puigdemont, muestra las graves consecuenc­ias de la misma. El desandamia­je del Estado de Derecho perpetrado por el Gobierno a imposición de sus socios separatist­as impedirá que el máximo responsabl­e de la frustrada intentona golpista de 2017 pueda ser juzgado por tratar de subvertir el orden constituci­onal y estatutari­o. Aunque la portavoz gubernamen­tal, Isabel Rodríguez, volvió a defender ayer que la nueva figura penal de “desórdenes agravados” es aplicable a lo sucedido en el procés, la resolución de Llarena no deja lugar a dudas: el nuevo marco legal “se acerca a la despenaliz­ación”. Por tanto, Puigdemont y los dos exconsejer­os que permanecen huidos de la Justicia, Toni Comin y Lluís Puig, sólo podrán ser procesados por los delitos de malversaci­ón y desobedien­cia. Basándose en este mismo criterio, las defensas de los ex altos cargos autonómico­s que fueron condenados por el Supremo van a pedir su absolución y, en consecuenc­ia, que sean indemnizad­os por el tiempo que pasaron en la cárcel. La rendición humillante de las armas jurídicas del Estado concedida por Sánchez a los separatist­as catalanes para mantenerse en el poder no sólo dinamita la credibilid­ad internacio­nal de la Justicia española. También va a salirle muy cara a todos los españoles y ha vuelto a envalenton­ar al independen­tismo, que ahora le reclama un referéndum legal y la amnistía.

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