Expansión Nacional

Brasil y la atosigada democracia liberal

Tras el asalto en el Capitolio de EEUU de hace dos años y de su secuela en las máximas institucio­nes de Brasil de hace cinco días, bien se pueden preguntar algunos de los dirigentes europeos “¿y si toca aquí?”. Otros, más atentos al runrún de la calle, pr

- Tom Burns Marañón

Después de la bronca en el Capitolio de la capital del país líder del mundo libre hace dos años y de su secuela en las máximas institucio­nes del país más poderoso al sur del Río Grande hace cinco días, bien se pueden preguntar algunos de los dirigentes europeos “¿y si toca aquí?”. Otros, más atentos al runrún de la calle, preguntará­n “¿cuándo tocará?”.

París está metido de nuevo en su familiar patrón de las barricadas porque Emmanuel Macron insiste en su polémica reforma del deficitari­o sistema de pensiones y en Berlín, después de una riada de investigac­iones policiales y detencione­s, Olaf Scholz aún ha de explicar de qué iba esa ensoñación tan alemana que fue el esotérico complot del Cuarto Reich. En Londres el Estado del Bienestar ha caído tan bajo que Rishi Sunak ni siquiera puede garantizar el servicio de las ambulancia­s. El Reino Unido pos-Brexit ha retrocedid­o medio siglo y, en pleno invierno de descontent­o, se encuentra como hace 50 años a la espera de una autoridad con la impronta de Margaret Thatcher.

¿Y España qué? Pues, se dirá, que como siempre: entregada al deporte nacional que es el duelo a garrotazos que inmortaliz­ó Goya. Hay populismos identitari­os y bloques enfrentado­s en lugar de partidos con programas y los frentes políticos son la antítesis de la democracia liberal. Hasta ahora las algaradas en la España constituci­onal han corrido a cuenta de la extrema izquierda y del nacionalis­mo radical.

“No preguntes por quién doblan las campanas porque doblan para ti”, escribió el poeta y clérigo inglés John Donne cuando meditaba durante su convalecen­cia de una grave enfermedad. Donne era muy consciente de que las fiebres volverían y que esta vez acabarían con él.

Del docto John Donne del movedizo primer tercio del siglo XVII con su Guerra de los Treinta Años al Doctor Doom, o Doctor Fatalidad, de nuestros días que es Nouriel Roubini, el célebre economista de las catástrofe­s a la vuelta de la esquina que es profesor en la Universida­d de Nueva York. A mediados de semana Roubini presentó en la Fundación Rafael del Pino Madrid su último libro, Megamenaza­s (Deusto) que es un análisis de la tendencias socioeconó­micas para no dormir.

Se entiende muy bien lo que decía el metafísico inglés con su lúgubre reflexión. El carrillón que toca a muerto no anuncia el fallecimie­nto de uno sino la mortalidad de todos. Si estos días doblan las campanas por la convivenci­a cívica y la estabilida­d política en Brasil, con sus fuerzas armadas bajo sospecha, y en Estados Unidos, con su Cámara de Representa­ntes

disfuncion­al, están, a la vez, repicando por la democracia liberal ahí donde se supone que está a la orden del día.

“¿Tocará aquí?”. Roubini viene a decir que sí, que sin género de dudas. “¿Cuándo tocará?”. Doctor Doom dice que en cualquier momento porque, al igual que Donne en su día, escucha el tintineo de la malaise social.

El malestar tiene, por descontado, consecuenc­ias políticas. Una que se impone es que “la gente” cuestiona no solo los resultados electorale­s sino el mismo concepto de que la voluntad general expresada en la suma de los votos individual­es legitima y resguarda el gobierno de la colectivid­ad. Es sumamente fácil armar el discurso de que la democracia liberal, inventada hace dos siglos, ha cumplido su fecha de caducidad.

La tesis de Roubini es que lo que está en curso es una reacción, un backlash dice en inglés que se puede mejor traducir como rebote, que rechaza a las elites de la globalizac­ión que estos días se reúnen en la cita anual que mantienen Davos. La tecnología no necesariam­ente salva. Puede que tenga el efecto contrario. Según Roubini lo que consigue es más desigualda­d, más que se “quedan atrás”, y mayores son las guerras.

Campanario­s de Donne

Las conferenci­as de Roubini son como los campanario­s de Donne. Es un hábil comunicado­r, además de aterrador, y avisa del peligro de una deuda pública y privada global que era el 100% del PIB en los setenta y que ha pasado al 420% en las economías avanzadas. Advierte que la inflación continuará hiriendo a la humanidad y que el aterrizaje será duro. Denuncia que vamos todos en plan sonámbulo, como ocurrió en 1914, hacia el desastre. Dice que no cabe otra que la de despertar, hacer sacrificio­s y que se ha de actuar ya.

El campaneo es, por supuesto, ensordeced­or, tan atronador con una lluvia de misiles, ahí donde una potencia nuclear machaca la soberanía de un país vecino. Lo que no se sabe es si Ucrania será la tumba del autoritari­smo o si lo será del Estado de Derecho y de las normas de la civilizada coexistenc­ia internacio­nal. Por lo pronto es una guerra que se calienta más con cada día que pasa.

La lista de quienes no respetan las normas ya es larga: Rusia, China, Irán, Pakistán. Es irónico, y desesperan­te, que, ante tanta amenaza, la democracia liberal tropiece, de hecho, caiga al suelo, en Brasil.

Tiempo habrá para saber quiénes pagaron los autobuses que depositaro­n en Brasilia a los apasionado­s seguidores ultraderec­histas del expresiden­te Jair Bolsonaro que estaban dispuestos a asaltar con suma violencia el Congreso, la Presidenci­a del Gobierno y la sede del Tribunal Supremo del país más grande, más poblado y próspero de Iberoaméri­ca.

Lo habrá también para averiguar quiénes coordinaro­n la campaña de odio en las redes que acusaban al izquierdis­ta Luis Inácio Lula da Silva de haber “robado” las elecciones presidenci­ales del pasado octubre. O

Lula reacciona y contraatac­a rápido y con una muy medida dureza o su retorno a la presidenci­a será un camino harto pedregoso. Habiendo vuelto al poder por la mínima, ¿qué concesione­s hará a quienes le aborrecen?

El Reino Unido pos-Brexit ha retrocedid­o medio siglo y se halla en pleno invierno de descontent­o

No se sabe si Ucrania será la tumba del autoritari­smo o si lo será del Estado de Derecho

Biden y Trump

Pero, en realidad, las pesquisas que tendrán lugar en Brasil dan bastante igual. A los dos años del asalto al Capitolio, Donald Trump sigue siendo para muchos el héroe americano y Joe Biden un usurpador. En el no menos polarizado Brasil esos papeles se los reparten Bolsonaro y Lula. El daño a la democracia, que es considerab­le, ya se ha producido.

Está por ver cómo se comportará­n los trumpistas en la Cámara de Representa­ntes, pero resulta bastante evidente que la democracia liberal, es decir, la pacífica alternanci­a en el poder, está hecha añicos en la gran potencia del hemisferio sur. Y más lo estará si, como se espera, las investigac­iones revelan que mucho cargo electo, mucho mando de las fuerzas armadas y de seguridad y mucho establishm­ent estaba al corriente de la asonada.

Se dirá que la culpa es de Trump que se niega a reconocer que Biden le ganó limpiament­e en las presidenci­ales. Si se puede, como él mantiene, cometer un masivo fraude electoral en la cuna del constituci­onalismo y de la sociedad abierta, ¿qué país está a salvo? Y, ¿qué ha de hacer la comunidad “patriótica” para recuperar la libertad?

Pues esto último, ¿qué hacer?, ya se sabe. La revuelta en Brasilia fue un copia y pega de lo que ocurrió en Washington. Y es así como bien podrá la historia juzgar que Trump ha sido el enterrador de la democracia liberal. Su iliberal ejemplo es un virus letal. Pero puede muy bien ser el que Trump no sea más que el síntoma supremo de la malaise.

John Donne también afirmó en esa meditación tantas veces citada que “nadie es una isla, completo en sí mismo; cada hombre es un pedazo del continente, una parte de la tierra firme”. Esto es lo que, hasta ahora, han entendido la OTAN y la Unión Europea, que se han volcado en la ayuda financiera y armamentís­tica de Ucrania.

El apoyo a Volodímir Zelenski y su pueblo pone a prueba a la atosigada democracia liberal al igual que la vuelta a normalidad en Brasil. Roubini no se refirió a Ucrania, tampoco a Brasil, y segurament­e no se aventurarí­a a afirmar que estas particular­es campanas serán escuchadas. Otros aldabonazo­s, al fin y al cabo, han sido ignorados. Donne diría que Ucrania es el pistoletaz­o de Sarajevo en 1914. Otros añadirían Brasil.

Roubini estima que está en curso una reacción contra las elites que se reúnen en la cita de Davos

O Lula reacciona y contraatac­a o su retorno a la presidenci­a será un camino harto pedregoso

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Los violentos asaltantes del pasado domingo en Brasilia.
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Hace dos años, el asalto al Capitolio de EEUU conmocionó al mundo.
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