La crisis de Brasil da a Lula la oportunidad de consolidar su apoyo
GANA RESPALDO/ El nuevo presidente de Brasil obtiene un impulso a su popularidad a corto plazo, pero se enfrentará a importantes retos de gobierno a largo plazo.
El asalto esta semana de activistas de extrema derecha al centro neurálgico de la política brasileña ha puesto al nuevo Gobierno de Luiz Inácio Lula da Silva ante su primera situación de emergencia.
Pero a medida que la violencia retrocede y se reparan los daños en el Congreso de la nación, el Tribunal Supremo y el palacio presidencial, el líder izquierdista podría encontrar una oportunidad con esta crisis, según los analistas.
El nuevo presidente ha adoptado una línea dura contra los autores de un incidente que, según dijo, “no tiene precedentes en la historia de nuestro país”. “Tienen que ser castigados. Y vamos a averiguar quiénes son los financiadores de estos vándalos”, declaró.
Es probable que Lula reciba un impulso inmediato en el apoyo político a medida que los partidos de todo el espectro condenen el ataque a la democracia brasileña, aunque las ideas radicales y la rápida movilización de los partidarios del expresidente Jair Bolsonaro pueden resultar un problema a largo plazo para su Gobierno.
“La posición de Lula en el Congreso y tal vez incluso de cara a la opinión pública probablemente se beneficie a corto plazo”, explica Christopher Garman, director general para las Américas de Eurasia Group.
La condena de los asaltos del domingo fue casi universal y el Congreso votó rápidamente a favor de una intervención de seguridad pública en Brasilia, decretada por Lula el día anterior.
División y alianzas
Lula logró una ajustada victoria electoral frente a Bolsonaro a finales de octubre. Con sólo 2 puntos porcentuales, o menos de 2 millones de votos, entre ambos, gobierna una nación profundamente dividida, con una coalición de aliados poco manejable.
Pero con la unión de los políticos en torno a él en un momento de crisis, “en sus primeros momentos, gana legitimidad desde el punto de vista político e institucional”, explica Camila Rocha, politóloga del Centro Brasileño de Análisis y Planificación.
Según los analistas, esta oleada de apoyo político podría ayudar a Lula a acabar con el extremismo de extrema derecha y también aumentar el apoyo a su agenda legislativa, centrada en reformas económicas destinadas a mejorar el bienestar social y reducir la pobreza.
Sin embargo, “el verdadero problema reside en el tiempo”, advierte Garman. “Incluso si los acontecimientos [del domingo] socavan la credibilidad del movimiento bolsonarista debido a su violencia, son un duro recordatorio de que Lula se enfrenta a un país profundamente polarizado. “Se enfrentará a una oposición pro-Bolsonaro movilizada que está dispuesta a tomar las calles de una manera que puede volverse violenta. Eso no es un lastre a corto plazo, pero lo será si Lula pierde apoyo popular ante las dificultades económicas”.
Esos grupos de extrema derecha podrían “plantear amenazas indirectas a la seguridad de las empresas, especialmente las que operan en sectores como el petróleo y el gas y el transporte, que estarán entre los objetivos preferidos dado el potencial de causar un impacto generalizado”, señala Mário Braga, un analista de Control Risks.
“Estos disturbios [del domingo] son una prueba de la creciente radicalización de una pequeña parte de la sociedad brasileña, que seguirá alimentándose de teorías conspirativas”, añade.
Más de 1.500 activistas de extrema derecha fueron detenidos después de que la policía pusiera fin a los disturbios y desmantelara campamentos de protesta esporádicos en todo el país esta semana.
Flávio Dino, el nuevo ministro de Justicia de Brasil, ha adoptado una línea dura con los grupos marginales, afirmando que el Gobierno ya ha identificado sus fuentes de financiación, pero no citó datos concretos. “No permitiremos que destruyan la democracia brasileña”, declaró.
Las opciones de Bolsonaro
Los acontecimientos también complican las opciones de Bolsonaro, que abandonó Brasil rumbo a Florida (Estados Unidos) a finales del año pasado para evitar asistir a la toma de posesión de Lula, y fue ingresado en un hospital de Orlando un día después de los disturbios.
En sus últimos meses de mandato, el expresidente se negó a tomar medidas contra los grupos de extrema derecha que acampaban frente a las bases militares e incluso alentó tácitamente su derecho a protestar.
Tras la violencia del domingo, trató de distanciarse de los manifestantes, pero su larga relación con la derecha radical le ha dejado aislado.
El expresidente ha señalado que tiene la intención de regresar pronto a Brasil, donde existe la posibilidad de que sea procesado por sus vínculos con grupos de extrema derecha.
“El presidente Bolsonaro puede ser responsabilizado si se prueba cualquier tipo de conexión entre él y los que cometieron estos [disturbios]”, sostiene Vera Karam, profesora de derecho constitucional en la Universidad Federal de Paraná.
También se le sigue investigando en relación con otros escándalos mientras ocupaba el cargo, como las acusaciones de que difundió información errónea sobre la pandemia del Covid-19. Desde que dejó el Gobierno el 1 de enero, ha perdido la inmunidad que se le había concedido como presidente.
El martes, los fiscales presentaron una solicitud ante el Tribunal Federal de Cuentas para congelar los activos de Bolsonaro. El tribunal aún no ha respondido.
“Se disparó en el pie”, señala Carolina Botelho, una politóloga de la Universidad de São Paulo. “Ahora se enfrenta a una mayor oposición, incluso de sus partidarios, y mucha gente le critica. Si alguna vez existió la posibilidad de que liderara una oposición al Gobierno de Lula, ahora la ha dañado”.
La crisis podría ayudar a Lula a acabar con el extremismo y ganar apoyos a su agenda
La condena de los asaltos fue universal y el Congreso votó rápidamente a favor de una intervención
El martes, los fiscales presentaron una solicitud para congelar los activos de Bolsonaro