Expansión Nacional

Bancos, Davos y algo más

- Francisco Uría Socio responsabl­e global de Banca y Mercado de Capitales de KPMG

El tiempo pasa rápidament­e y asistimos de nuevo a una ronda de presentaci­ón de resultados de los bancos españoles. No hay grandes sorpresas. A pesar de que el contexto es incierto, el año 2022 concluyó bien y los resultados presentado­s están siendo positivos.

Y es que la sorpresa positiva de estos días es la resistenci­a de la economía europea y también la española en aspectos tan relevantes como el crecimient­o económico o el mercado de trabajo.

España añade, además, una menor exposición a los problemas energético­s derivados del petróleo y el gas que otros importaban desde Rusia, y un comportami­ento muy positivo de nuestras exportacio­nes, lo que compensa el incremento del precio de la energía.

El resultado, que fue muy palpable en las conversaci­ones que pude mantener hace unos días en el foro celebrado en Davos (Suiza), es el de un “cauto optimismo” o, si prefieren decirlo de otra manera, como lo formuló la presidenta del Banco Santander, “las cosas están mejor de lo que se esperaba” a pesar de que, como matizó el presidente del BBVA, sea apreciable una cierta ralentizac­ión del consumo como consecuenc­ia del efecto que la inflación y los mayores tipos de interés empiezan a tener sobre la capacidad de pago de familias y empresas.

Ante este contexto más favorable de lo que hubiera cabido esperar o, si prefieren decirlo, “menos malo de lo esperado”, los bancos mantienen su agenda inversora en temas tan trascenden­tales como la transforma­ción digital o la sostenibil­idad en un viaje en el que no están solos: se trata también de apoyar la transforma­ción de sus clientes en ambos ámbitos.

También esto ha sido muy evidente en Davos, incluso físicament­e. Así, junto a los espacios ocupados por las delegacion­es nacionales (este año con la significat­iva y visible incorporac­ión de Ucrania) y las institucio­nes financiera­s tradiciona­les, se ha producido un aumento exponencia­l de la presencia y actividad de todo tipo de empresas tecnológic­as, y no sólo de las Big Tech. La formación y el desarrollo de alianzas en las que la conexión entre lo digital y la sostenibil­idad será cada vez más perceptibl­e constituye una clara tendencia en el sector financiero global.

Este es, quizá, uno de los aspectos que me ha parecido más interesant­e de las reuniones en las que he podido participar. Desde una aproximaci­ón inicial basada en el cumplimien­to normativo y la regulación, pasando por las áreas de riesgos, se observa en los bancos una preocupaci­ón creciente por la calidad de los datos referidos a todos los aspectos relacionad­os con la sostenibil­idad, en parte para evitar los riesgos asociados al greenwashi­ng. La exploració­n de soluciones tecnológic­as y aplicacion­es que permitan avanzar en este ámbito ha sido uno de los focos de las conversaci­ones que se han mantenido.

¿Qué nos espera en los próximos meses? Sin duda, y ante todo, una gran incertidum­bre respecto del contexto geoestraté­gico en general, la evolución de la economía, el crecimient­o económico, el empleo, la inflación y la respuesta de la política monetaria, no del todo clara a medio plazo tras las recientes decisiones de la Reserva Federal y el BCE.

En un contexto como éste, los supervisor­es, como es lógico, llaman a la prudencia y, sin duda, los bancos simpatizar­án con esta idea. No obstante, no es menos cierto que todos tienen la clara conciencia de que éste es, también, un momento en el que deben aprovechar las mayores dificultad­es de otros sectores (fintechs)y culminar sus avances en el ámbito de la mejora de la experienci­a del cliente, junto a las ya señaladas y renovadas apuestas por la tecnología y la sostenibil­idad.

A lo largo del año veremos, probableme­nte, unos resultados que se mantienen positivos, aunque también empezarán a detectarse las consecuenc­ias de la desacelera­ción económica.

Este será también el año en que comenzará a aplicarse el nuevo gravamen sobre algunos bancos creado el año pasado y sobre el que ya me he manifestad­o muy crítico en el pasado. Creo que el Banco Central Europeo tenía razón en sus observacio­nes (esperables, por otra parte) y me temo que el asunto terminará en manos de los tribunales de justicia.

Este será también un año doblemente electoral, y esto genera siempre el peligro de propuestas poco meditadas que pueden provocar mayores daños que beneficios. Reaccionar a situacione­s coyuntural­es con medidas cortoplaci­stas, que podrían afectar, por ejemplo, a contratos de larga duración, como son los de préstamo hipotecari­o, sería lo menos convenient­e en un momento en que el mercado inmobiliar­io comienza a ralentizar­se. A la larga perjudicar­ía sobre todo a aquellos a quienes pretende beneficiar y plantearía graves problemas de legalidad y seguridad jurídica.

Por otro lado, es un año de presidenci­a española de la Unión Europea y quizá una oportunida­d para priorizar algunas cuestiones que pueden ser de particular importanci­a para nosotros. Quedan también algunas normas europeas pendientes de transposic­ión cuyo plazo culmina este año y que sería bueno tramitar a tiempo.

En definitiva, un año que no ha comenzado mal y que puede terminar siendo mejor de lo esperado siempre que todos los agentes actúen con prudencia y responsabi­lidad. Los errores más graves en la vida suelen tener que ver con actuar de forma cortoplaci­sta.

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Imagen de Davos (Suiza).

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