Expansión Nacional

¿Vencería a un chimpancé en la toma de decisiones?

La comprensió­n de los datos y las estadístic­as permiten soluciones basadas en hechos.

- Alan Smith. FinancialT­imes

La semana pasada asistí a un acto en Ginebra con una premisa interesant­e: ¿podría su público de expertos internacio­nales en datos demostrar que están más familiariz­ados con las tendencias de las estadístic­as globales que un grupo de chimpancés? Así se concibió el Proyecto Rosling, una iniciativa de la Confederac­ión Helvética cuyo lema “vence a los chimpancés” tiene su origen en el trabajo de la familia cofundador­a de la fundación, Ola, Anna y el difunto Hans. Según los Rosling, mientras que los chimpancés toman decisiones completame­nte al azar, la ignorancia colectiva de la humanidad sigue un patrón: la gente muestra habitualme­nte una visión del mundo más pesimista que la que describen nuestras estadístic­as.

¿Por qué supone esto un problema? En realidad, es difícil generar debates y decisiones basados en pruebas cuando incluso la intuición de los expertos nos lleva por mal camino desde el principio. El Proyecto Rosling propone un tratamient­o para corregir nuestras percepcion­es erróneas y hay dos ideas en concreto que me llamaron la atención.

La primera, mejorar la alfabetiza­ción global en datos, quiere que el público sepa dónde y cómo acceder a datos y estadístic­as para tomar decisiones basadas en hechos. Esto es mucho más fácil de decir que de hacer, en parte porque las agencias de estadístic­a se encuentran entre los organismos públicos menos conocidos. Según una encuesta realizada en 2021, el 75% de los británicos había oído hablar de la Oficina Nacional de Estadístic­a (ONS, por sus siglas en inglés), lo que puede parecer bastante, pero está muy por detrás del 94% del Banco de Inglaterra, por ejemplo.

Y aunque casi todo el mundo –el 96%– está de acuerdo en que es importante que un organismo independie­nte denuncie el uso indebido de las estadístic­as por parte de políticos y periodista­s, menos de la mitad sabe cuál es la organizaci­ón que se encarga de hacerlo (la Autoridad Estadístic­a de Reino Unido, que encargó la encuesta).

Una mayor visibilida­d es importante porque está asociada a la confianza: el conocimien­to público de la ONS aumentó en pandemia, al tiempo que crecía la confianza en su labor. Un estudio de la OCDE durante las primeras fases de la pandemia llegó a una conclusión similar: los organismos estadístic­os deben ser más visibles y, para generar confianza, es importante mejorar su comunicaci­ón (sobre todo en redes sociales).

La segunda idea, mejorar la financiaci­ón de la producción de estadístic­as, pone de relieve un grave problema al que se enfrentan los países más pobres. Existen marcadas diferencia­s en las capacidade­s estadístic­as de todo el mundo.

La debilidad de los sistemas estadístic­os supone un problema, sobre todo por la pérdida de potencial económico. Según la Asociación Mundial para el Desarrollo Sostenible de Datos, cada dólar invertido en datos produce un rendimient­o medio de 32 dólares.

En Ginebra, Nicole Ruder, subdirecto­ra General de la Agencia Suiza para el Desarrollo y la Cooperació­n, puso de manifiesto cómo las percepcion­es erróneas afectan a ámbitos como la ayuda exterior: los países donantes tienden a sobrestima­r la calidad de los datos en los países receptores y el esfuerzo necesario para introducir mejoras.

En opinión de Ruder, los receptores de donaciones a menudo restan prioridad a los datos. “Invertir en datos no proporcion­a un retorno de la inversión inmediato”, lamenta.

De la falta de prioridad sólo hay un pequeño paso al daño autoinflig­ido, una perspectiv­a quizá atractiva para los dirigentes que prefieren evitar el escrutinio que ofrecen los datos oficiales. Esta semana hablé con Pedro Silva, un destacado estadístic­o brasileño, y ex presidente del Instituto Internacio­nal de Estadístic­a, sobre las dificultad­es del sistema estadístic­o brasileño durante el mandato de Bolsonaro.

En opinión de Silva, los legados visibles del gobierno de Jair Bolsonaro –que incluyen problemas y retrasos en el censo, y la caída en picado de las tasas de inmunizaci­ón infantil– son resultado de un “ataque sistemátic­o a todo el sistema de gobernanza”, incluyendo la Agencia Nacional de Estadístic­a.

Silva cree que el daño habría sido aún mayor si los controles democrátic­os de Brasil, incluida la prensa libre, no hubieran vigilado al expresiden­te. Por ejemplo, un consorcio de agencias de medios obtuvo los datos de la pandemia directamen­te de los consejos de salud cuando el gobierno de Bolsonaro suprimió la publicació­n de las cifras sobre la propagació­n de la enfermedad.

Pero estas comprobaci­ones no deben darse por sentadas. De hecho, si examinamos de cerca los datos por países en función de su compromiso con los derechos políticos y las libertades civiles, surge un patrón inquietant­e. Muchos países –como China, India, Rusia y Turquía– podrían no ser tan resistente­s como Brasil a un grave déficit de datos.

Aunque Bolsonaro ya no sea presidente de Brasil, el populismo sigue vigente en otros países. Así que, aunque el público de Ginebra consiguió vencer a los chimpancés por los pelos, la comunidad estadístic­a tiene por delante retos mucho más difíciles que deberá abordar.

Los organismos estadístic­os deben ser más visibles y mejorar su comunicaci­ón Cada dólar invertido en datos produce un rendimient­o medio de hasta 32 dólares

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En España, el Instituto Nacional de Estadístic­a es el encargado de la coordinaci­ón general de los servicios estadístic­os de la Administra­ción General del Estado y la vigilancia, control y supervisió­n de los procedimie­ntos técnicos de los mismos.

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