137,5 millones para ‘desextinguir’ al dodo y al mamut
Pocas empresas en el planeta pueden presumir de tener un propósito más ambicioso que el de la biotech estadounidense Colossal Biosciences: devolver a la vida a especies animales extinguidas como el mamut y el tigre de Tasmania. La compañía acaba de cerrar una ronda de financiación de 137,5 millones de euros (150 millones de dólares) liderada por US Innovative Technology Fund, que ha elevado su valoración por encima de los 1.000 millones de dólares, convirtiendo a la start up en unicornio.
Fundada en 2021 y con sede en Dallas (Texas), Colossal Biosciences tiene una propuesta que ha suscitado un enorme escepticismo entre investigadores y científicos del ámbito de la paleogenética. Pese a ello, su idea de desextinguir animales no deja de captar el interés de los inversores, entre los que se incluyen celebridades como Paris Hilton.
La start up ha anunciado que la nueva inversión será clave para avanzar hacia su objetivo de resucitar a uno de los animales extintos más conocidos: el dodo. Esta ave no voladora, que vivió en Isla Mauricio, se extinguió a finales del siglo XVII como resultado de la acción humana. Por el momento, desde Colossal
Biosciences señalan que ya han sido capaces de descifrar el genoma completo del dodo a partir de un espécimen conservado en un museo de Dinamarca. No obstante, este es sólo el primer paso. Recuperar la especie extinguida resulta literalmente imposible, así que el plan pasa por crear un híbrido entre la original y las que existen en la actualidad. Para ello, continuarán investigando para encontrar el modo de colocar los genes del dodo en el embrión de un animal vivo.
La diversidad de las operaciones de RSK es casi inalcanzable. Desde la construcción de residencias de ancianos en las Islas Malvinas hasta la extracción de petróleo en Irak, esta consultora británica de ingeniería y medio ambiente da empleo a unas 11.000 personas en todo el mundo. Tras duplicar su tamaño durante la pandemia, su ambición es crecer aún más, según asegura Alan Ryder, su cofundador y CEO.
El líder de RSK admite que ya no puede saber todo lo que ocurre en su empresa, que ahora factura más de 1.000 millones de libras al año, incluyendo compras. ¿Cómo planea dirigirla a través de una expansión tan rápida y continuada? Existe el riesgo de que la adquisición de otras compañías diluya, o incluso contamine, la cultura corporativa que su firma ha construido en las últimas tres décadas. ¿Por qué impulsar tan agresivamente el crecimiento?
Ryder recurre a un símil botánico: dice que RSK es “como un estanque de nenúfares”. Se refiere a que “los verdaderos beneficios se obtienen donde un nenúfar entra en contacto con otro: en lugar de contar con focos individuales de experiencia, podemos conseguir que varios se unan multiplicando su valor”.
Una oferta única
Según el CEO de RSK, crear un conjunto tan amplio y diverso de conocimiento en el seno de un grupo genera “una oferta única para el cliente”. Este intercambio de ideas y conocimiento es uno de los principales motivos que explican por qué el tamaño importa, según Ryder. Otra de las razones es que la dimensión impresiona y tranquiliza a los clientes, a la plantilla, a los inversores e incluso a los propietarios de las numerosas empresas que compra RSK.
En paralelo, la certidumbre también es un argumento que anima a otros emprendedores a vender sus compañías a RSK. Para ello, sigue una estrategia similar a la que utiliza Warren Buffett, que permite a los fundadores mantener su marca y autonomía incluso cuando sus compañías pasan a formar parte de su sociedad de inversiones, Berkshire Hathaway.
Con 61 años recién cumplidos, Ryder hizo un doctorado en la Universidad de Aberdeen sobre el impacto medioambiental de la construcción de oleoductos. Junto con
Bernard Kenworthy, que falleció en 1994, fundó RSK en 1989 con el fin de asesorar a sus clientes acerca de la aplicación de la nueva normativa medioambiental a los oleoductos transfronterizos.
El CEO del grupo aparenta ser un jefe con los pies en la tierra. Su sede está en un modesto edificio de baja altura situado entre viviendas a las afueras de Helsby (Inglaterra). Cuando se le pregunta por su principal reto, habla de “financiar el crecimiento”. Asegura que está tranquilo con el uso que hace su empresa de la deuda, incluidos 1.000 millones de libras del gigante estadounidense Ares Management.
Ryder comparte la ambición y el apetito por el riesgo de los emprendedores más pintorescos. Estos rasgos le han ayudado a crear un imperio mundial que abarca todos los grandes mercados, excepto Estados
Unidos. Las compañías petroleras y gasistas siguen siendo clientes estables, pero el sector ya sólo representa el 2,5% de sus ventas. Más de un tercio viene de los ingresos procedentes de proyectos de la industria del agua, el 16% del inmobiliario y la construcción y el 12% de energías renovables.
Tras más de 30 años y con planes de expansión más que ambiciosos, no da señales de querer retirarse. Es el mayor accionista del grupo, con el 40%, y los empleados poseen la mayor parte del resto. En su hoja de ruta no entra someterse a una adquisición: “De vez en cuando recibimos propuestas, pero tengo la sensación de que aún nos queda mucho por hacer”.
Preguntado por el riesgo de que RSK se expanda sin control, Ryder contesta incrédulo: “¿Por qué iba a querer evitar el crecimiento?”. No obstante, asegura que nunca intentaría comprar una empresa si no percibiese una posible simbiosis con los negocios de RSK. Más allá de esto, su ambición parece tener muy pocos límites: “Si el estanque se llena, entonces tendrás que pensar en hacerte con un estanque más grande”.
La consultora factura más de 1.000 millones de libras y da empleo a 11.000 personas