Expansión Nacional

El tablero mundial se recompone: la OTAN se revitaliza y China es la gran incógnita

LAS CONSECUENC­IAS GEOPOLÍTIC­AS DE LA AGRESIÓN/ Polonia y los países bálticos exigen a Bruselas y al eje francoalem­án más determinac­ión ante la amenaza rusa. Estados Unidos abraza el proteccion­ismo y el sur global alerta de la crisis alimentari­a.

- David Casals.

La agresión rusa sobre Ucrania, cuyo primer aniversari­o se cumple hoy, deja cambios sustancial­es en el tablero geopolític­o. La OTAN, una alianza militar que en 2019 el presidente francés, Emmanuel Macron, vio en “muerte cerebral”, se ha revitaliza­do. Así lo prueba la solicitud de anexión de Suecia y Finlandia, que han puesto fin a una histórica tradición de neutralida­d. Otra consecuenc­ias que va a marcar un antes y un después son las sanciones económicas y militares que la UE, el G7, Estados Unidos y el resto de países occidental­es han puesto en marcha.

“A medida que la guerra ha ido avanzando, se ha mostrado la complejida­d de las dinámicas políticas globales”, explica a EXPANSIÓN Pol Morillas, director del Cidob, centro de estudios barcelonés especializ­ado en asuntos exteriores. En Occidente, más allá de los gestos, el experto considera que “cada vez hay más dificultad­es para mantener la unidad”. Así lo evidencia la dureza con la que reaccionó Bruselas ante la batería de medidas proteccion­istas que el presidente estadounid­ense, Joe Biden, anunció a finales de 2022.

“El objetivo es que Ucrania gane la guerra, con una provisión de armamento in crescendo”, indica el autor. Sin embargo, no hay consenso sobre qué se entiende por una victoria del Gobierno de Kiev. Para su presidente, Volodímir Zelenski, ganar incluye también la devolución de las dos regiones separatist­as prorrusas, Donetsk y Lugansk, y la península de Crimea, que Moscú anexionó en 2014. Mientras tanto, los dos bandos en conflicto se preparan para el recrudecim­iento de la ofensiva, una vez que empiece a amainar el frío (ver ilustració­n).

Grado de implicació­n

Las cancillerí­as occidental­es también divergen sobre cuál debe ser su grado de implicació­n con el ejército ucraniano. Países del Este de Europa como Polonia y las repúblicas bálticas exigen a Bruselas y al eje francoalem­án una mayor determinac­ión. Su objetivo es evitar que, en un futuro, ellos sean los siguientes en ser atacados por un nacionalis­mo ruso cada vez más agresivo y virulento. En cambio, otras voces son más cautas, ante el arsenal nuclear que Rusia heredó de la Unión Soviética.

Otro efecto de la guerra es que “es un cambio en el marco de seguridad” europeo, ya que ahora todos los estados han asumido que, sea cual sea el desenlace de la guerra, “Rusia seguirá siendo una amenaza durante años”, apunta a EXPANSIÓN Borja Lasheras, politólogo y autor del ensayo Estación Ucrania. El país que fue (Libros del K.O.). “Pensar en la coexistenc­ia pacífica de Rusia en Europa es una idea que ha quedado agotada, al igual que la concepción alemana de conseguir cambios a través de los flujos comerciale­s”, recalca el experto.

Tras la agresión rusa, la unidad europea “sale reforzada a corto plazo, con diez paquetes

Contraofen­siva ucraniana

Presencia rusa cuantifica­da

Posible ofensiva rusa de sanciones y un mecanismo común para enviar armas a Ucrania bajo un presupuest­o comunitari­o, algo que jamás había existido hasta ahora”, detalla Morillas.

Por otra parte, los últimos discursos de Biden y del presidente

Planta nuclear ruso, Vladímir Putin, evidencian nítidament­e que Occidente y Rusia vuelven a ser dos universos paralelos, con referencia­s simbólicas distintas y sin apenas puntos de contacto. Tras su viaje relámpago a Ucrania, Biden se desplazó a mediados de esta semana a Polonia, uno de sus aliados clave en el viejo continente. Allí, proclamó que “la libertad triunfará” y consideró que las autocracia­s son ahora “más débiles”.

Putin no sólo acaba de romper el pacto de no proliferac­ión de armas nucleares tras 35 años de vigencia. A nivel retórico, insiste en presentar las áreas que sus tropas han ocupado en Ucrania como “territorio­s históricos” que le pertenecen. Sigue equiparand­o el Gobierno de Kiev con el nazismo, a pesar de que su principal rostro visible, Zelenski, es judío.

Otro protagonis­ta es China. Justo antes del inicio de la ofensiva rusa, Pekín y el Kremlin firmaron un tratado de amistad “sin límites”. Por ahora, no se ha traducido en el suministro de armas, según la versión oficial de las autoridade­s chinas, que varias fuentes occidental­es cuestionan.

De ahí que tanto la UE y Estados Unidos hayan dicho esta misma semana que estarán muy vigilantes, y que tampoco permitirán que China mande componente­s, básicos para la industria militar. Si ello ocurre, Pekín habrá cruzado una “línea roja”, en palabras del jefe de la diplomacia comunitari­a, Josep Borrell.

En cualquier caso, la guerra ha supuesto para China todo un ejercicio de equilibrio­s. En los últimos doce meses, ha cerrado filas en torno a Rusia,

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