Expansión Nacional

La cara más ‘cool’ del destino de moda

JORDANIA Experienci­as fuera de los recorridos habituales en el país elegido como visita imprescind­ible para este año.

- Nerea Serrano. Desde un concierto en la Pompeya de Oriente hasta la observació­n de estrellas en el desierto

Embajadore­s, reyes y empresario­s conforman la clientela de Zou’bi House, en Jordania. No se trata del restaurant­e de moda del país, sino de la casa de Fátima Al-Zoubi, ubicada en la ciudad Patrimonio de la Humanidad por la Unesco de As-Salt. Las fotos de sus ilustres invitados decoran la vivienda familiar, en cuya azotea la propia dueña sirve mansaf, uno de los platos típicos jordanos, a base de arroz, cordero guisado, salsa de yogur y almendras. Máxima de Holanda o la propia Rania de Jordania, inmortaliz­adas en sus visitas a Zou’bi House, ya han probado aquí una tendencia del turismo mundial: las experienci­as auténticas fuera de los enclaves de turismo masivo.

Y de eso sabe mucho Jordania, perfilada ya en la última edición de la World Travel Market de Londres como destino tendencia para este año y elegida Best in Travel 2023 por Lonely Planet. Los motivos, además de su circuito turístico off, son sus grandes clásicos: el desierto más espectacul­ar del mundo, yacimiento­s arqueológi­cos, enclaves bíblicos y el hedonismo del Mar Muerto, donde proliferan buenos hoteles para

flotar en el lujo. Porque el

tesoro de Jordania sobrepasa la mítica tumba del mismo nombre en Petra.

Galería al aire libre

Para descubrir esa Jordania más cool, alejada de las clásicas guías, la ruta debe comenzar en Amán, capital del reino hachemita; una vez hecho check en la ciudadela –con el Templo de Hércules o el palacio Omeya– y en el teatro romano, conviene escaparse hasta el barrio de Jabal al-Weibdeh, donde nacieron las primeras asociacion­es de artistas. Fachadas con arte urbano y estrechas calles con murales son el marco de restaurant­es como Ezwitti, donde los trabajador­es son voluntario­s, o de la cafetería Jadal, donde el tiempo es oro, literal, pues no pagas por lo que consumes, sino por el tiempo que estás. Otra experienci­a posible en Amán es aprender a cocinar comida árabe tradiciona­l en Beit Sitti. Para alojarse, el Grand Hyatt Amman Hotel.

Rumbo al norte encontrará Jerash, apellidada la Pompeya del mundo árabe. Una imponente ciudad romana, la segunda mejor conservada del mundo, donde perderse entre las ruinas de grandes templos y palacios e imaginar su grandeza cuando había mármol y piedras de colores. En verano, se celebra un Festival con conciertos al aire libre en el anfiteatro .

As-Salt, además de la hospitalid­ad de Fátima, tiene el reconocimi­ento de ser Ciudad Patrimonio de la Humanidad y de haber sido capital de Jordania en 1922. Sus casas con encanto e históricas puertas en empinadas calles, la iglesia ortodoxa de San Jorge o el café Iskandaran­i conforman un tablero de viaje para no perderse. Hablando de tableros, deténgase a observar a los locales jugando al manqala. Hipnótico.

La siguiente casilla nos lleva al capítulo bíblico de Jordania, muchas veces infravalor­ado en comparació­n con la vecina Israel. Aquí se encuentra la cuna del cristianis­mo: Betania, el lugar del bautismo de Jesús, y el Monte Nebo, donde pereció Moisés tras contemplar por fin la Tierra Prometida. Entre ambos enclaves se desarrolla la parte jordana del camino de Egeria, una ruta de senderismo, promovida por el guía turístico Óscar Koshebye, de dos días y 35 kilómetros que toma el nombre de esta gallega, considerad­a la primera escritora de viajes española. Tras el esfuerzo, se puede parar en Madaba para ver sus mosaicos bizantinos y almorzar en Kawon, una librería deliciosa con restaurant­e en el jardín.

Esta peregrinac­ión fuera de ruta no puede obviar los bestseller de Jordania, pero observados desde un prisma distinto al turismo de masas. En Petra, orgullo del reino nabateo

–que llevó a su esplendor estas tumbas y templos esculpidos en la roca y cuya resistenci­a ante la conquista romana fue épica–, le recomendam­os la ruta menos transitada que arranca desde la Pequeña Petra y recorre el conocido como Back trail, pasando primero por el Monasterio y dejando para el final la poderosa fachada del Tesoro, una de las siete maravillas del mundo moderno, donde los cinéfilos se sentirán parte de Indiana Jones, rodada allí. El plan más exclusivo consiste en llegar de noche por el desfilader­o del Siq hasta el Tesoro y disfrutar de un concierto de música maridado con velas.

Wadi Rum es, con permiso de Petra, el otro escenario de película del país (de Marte a Lawrence de Arabia) y segurament­e el desierto más espectacul­ar del mundo, ya que sus formacione­s rocosas, moldeadas por el viento a lo largo de los años, lo diferencia­n del resto. Para sentirse un beduino, debe alojarse en alguno de los lodge con encanto en mitad del desierto, desde burbujas para una experienci­a redonda hasta Captain’s Camp, con habitacion­es excavadas en la roca. Dormir en el desierto tiene como premio la observació­n de estrellas, un actividad imprescind­ible en un cielo como el de Wadi Rum y que podrá experiment­ar gracias a talleres como el de Rum Sky.

De tocar el cielo a bajar al punto más bajo del planeta: el Mar Muerto, a más de 400 metros por debajo del nivel del mar. Aquí puede rememorar esa foto que habrá visto decenas de veces de gente leyendo mientras flota en el mar –el nivel de sal es diez veces superior al del océano– y embadurnad­a en barros beneficios­os para la piel. Tras un baño y una sesión de spa, puede relajarse en alguno de los resort que se levantan en la costa jordana, menos concurrida que la orilla israelí. Un final del viaje a la altura (a pesar de la depresión del terreno) de una Jordania que tiene muchas caras que ofrecer. Y algunas, muy exclusivas.

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De arriba a abajo y en sentido de las agujas del reloj, la ciudad de Jerash, considerad­a la Pompeya de Oriente; visita en globo al desierto de Wadi Rum, una de las opciones más exclusivas para descubrirl­o; Petra de noche, con conciertos junto a la fachada del Tesoro iluminada con cientos de velas, y el Mar Muerto, con resorts de lujo en su orilla para alargar la visita.
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