Carta a un niño
Observando preocupado la sociedad de los adultos, he pensado en vosotros, los niños, los más vulnerables e indefensos. Eres muy espabilado, por eso he decidido escribirte sin cambiar mi estilo. En 1989 se derribó el muro de Berlín. En Europa significaba el certificado de defunción del comunismo, el fin de una utopía “maravillosa” que derivó en una experiencia totalitaria. Putin, el presidente ruso que ves en la tele, que tira bombas con toda naturalidad, es hijo frustrado y nostálgico de ese fracaso. Por eso algunos “pacifistas” en España se muestran reticentes a la hora de defender Ucrania, parten de la misma raíz materialista que el ex-KGB soviético. Incapaces de hacer autocrítica, de reconocer una tragedia represiva, perseveran en su cruzada ideológica, donde tú y tus amigos sois conejillos de un laboratorio social que conducirá, esta vez sí, al paraíso terrenal. Siempre hablan a la masa, a la multitud, se les escapa el misterio singular de cada persona, su dignidad y grandeza. A la humanidad no se llega saltando sobre el prójimo. No son los únicos que os ponen las cosas difíciles, seamos justos, pero su activismo social merece esta mención particular.
Siguiendo el tic-tac del tiempo, la carretera por la que transitáis se empina desde el principio. Una chavala de 16 años, sin consultar siquiera a sus padres, puede abortar con absoluta libertad. Dueña de su cuerpo, dicen, no se debe a nadie. ¿Y la criatura que viene en camino? El latido de ese corazón, ¿de quién es responsabilidad? Habiendo superado ese peligro, gracias a tus padres, las pruebas se suceden. El patio del cole, en lugar de ser marco ideal para jugar, hacer deporte, compartir el bocata, disfrutar de los amigos, puede transformarse en un horror de burlas, bromas pesadas. Entre el silencio de todos, el primero y más doloroso el vuestro, víctimas inocentes, el bulling sigue imparable.
El comedor también puede ser el escenario de conflictos y comparaciones donde las etiquetas, las modas, la inseguridad, el perfeccionismo, os hagan sufrir. A medida que vayáis avanzando el sexo se personará precipitadamente en vuestras vidas por decreto imprudente de vuestros mayores. En lugar de vivir con naturalidad vuestra condición de niño o niña, de esperar a que llegue el inevitable revolcón hormonal, os darán clases donde abundarán consignas, consejos, nada inocuos. La infancia se acortará tristemente, mientras la adolescencia cursará su tempestuosa visita prematuramente.
Si os sentís hijos de Dios, si tenéis el don de la fe, percibiréis la presión para vivirla en la intimidad de vuestra casa. Cualquier compromiso o testimonio público de la misma será objeto de perplejidad, sino de burla y sarcasmo. Persiste implícito y fuerte el pensamiento marxista de la religión como opio del pueblo. Gente débil sortea las exigencias e injusticias de la vida en la tierra, y se proyecta a una eternidad idealizada.
El controvertido mundo de internet, de ser una oportunidad maravillosa para aprender y relacionarnos, degenera a menudo en una función histriónica y vehemente donde los más ignorantes asumen el protagonismo. Problema universal, tiene especial incidencia en los niños – la red puede convertirse en el mejor baby sitter, un chollo para los padres -, y en los adolescentes. El déficit de memoria, la falta de concentración mental, la cultura de la inmediatez y la impaciencia… no les son ajenos. Siempre reunidos, física o virtualmente, la soledad, el silencio, os resultan extraños. Tampoco dejáis hacer al aburrimiento como fuente natural de la imaginación y la creatividad. Enseguida marchamos en vuestro auxilio los mayores. Algunos llegaréis a la mayoría de edad sin oír un no firme y respetuoso. La cultura del esfuerzo, del mérito, de la excelencia, es arrasada por la mediocridad que iguala a la baja.
Los padres no lo estamos haciendo bien, es hora de pedir disculpas. Unos se pasan de frívolos, van de coleguis de sus hijos, y otros se esmeran tanto que los achican. Pensando en vuestro futuro, en el mercado de trabajo, nos cargamos la infancia, vuestra inocencia, etapa de la vida ideal para soñar, estudiar, aprender, jugar, rezar, amar… Como dice un precioso poema de Gibran: “Tus hijos no son tus hijos, son hijos e hijas de la vida deseosa de sí misma. No vienen de ti, sino a través de ti y aunque estén contigo no te pertenecen... Tú eres el arco del cual, tus hijos como flechas vivas, son lanzados. Deja que la inclinación en tu mano de arquero sea para la felicidad”. La paternidad es una aventura maravillosa, única, un canto a la libertad madura, una escuela exigente, nos educáis vosotros.
Perdona el rollo, la extensión de mi carta. Solo una sugerencia. Acostúmbrate a pensar por ti mismo. Escucha y abraza a tus padres, respeta al profesor, pero no dejes que nadie te manipule y reduzca. Cuestión de carácter. No es fácil ser padres, tampoco niños.
Una contribución más justa. Es lo que exigen los operadores de telecomunicaciones (providers of Electronic Communication Networks, ECN) para poder hacer frente a los altísimos costes necesarios para impulsar el despliegue de infraestructuras digitales. Es uno de los puntos centrales del ambicioso itinerario hacia la Década Digital a través del que la Comisión Europea busca promover una forma de gobernanza basada en la cooperación entre los Estados miembros. Es el mismo principio de cooperación al que se aferran las telcos para poder alcanzar los objetivos fijados para 2030. Entre ellos, que todos los hogares de la Unión Europea cuenten con capacidades de gigabit y cobertura 5G. Ahora bien, la cuestión que está dando que hablar es cómo se financiarán las inversiones correspondientes, pues se requerirían 300.000 millones de euros más de los previstos por los operadores.
Actualmente está planteado que el futuro de las infraestructuras digitales dependa principalmente de los operadores, y éstos proponen una solución basada en la “contribución justa”, algo que tiene lógica si se considera que más de la mitad del tráfico global proviene de tan sólo seis de las llamadas grandes tecnológicas.
Como era de esperarse, la propuesta de los operadores ha generado un intenso debate con las big tech que se han mostrado reticentes a esta colaboración. El principal argumento en que se amparan las grandes tecnológicas es que la colaboración justa iría en contra del principio de neutralidad de la red. Así lo expusieron durante el Foro de la Gobernanza de Internet realizado el 16 de noviembre pasado en España, en el que participaron Telefónica, Google, Vodafone, Meta, Orange, y Netflix. Sin embargo, tanto la vicepresidenta de la Comisión Europea, Margrethe Vestager, como el comisario de mercado interior, Thierry Breton, han asegurado que la Comisión no abordará la contribución justa desde la perspectiva de la neutralidad de la red. Dejando claro que la participación justa no amenaza, ni cuestiona, los principios de neutralidad de la red.
Más allá de las diferentes posturas, no quedan dudas de que el sector digital europeo necesita una fuerte reestructuración para adaptarse a los cambios tecnológicos y de mercado en curso. Es paradójico que, con el actual crecimiento espectacular del tráfico de datos, estos proveedores de ECN no consigan ni los retornos de inversión ni la atracción de inversores para desplegar sus infraestructuras.
Frente a ello, la Comisión Europea anunció que llevará a cabo una amplia consulta pública sobre la regulación del mercado de telecomunicaciones, con el objetivo de entablar un diálogo abierto con todas las partes interesadas.
Entre las cuestiones a analizar está determinar cuánto es un problema endógeno de la regulación del sector y cuánto es un problema de su desequilibrio respecto de las plataformas. En ese sentido, la Comisión también busca determinar si se deben buscar nuevos modelos para garantizar el acceso y la asequibilidad del acceso a Internet de alta velocidad.
Punto de partida
Un dato relevante que aporta la consulta es que el tráfico de internet de los consumidores ha crecido al 34,4% anual desde 2015. Comprender las causas de este incremento es vital, así como identificar las inversiones directas realizadas entre 2017-2022. Este debe ser el punto de partida para estimar las que se requerirán para el periodo 2022-2030.
En definitiva, la Comisión quiere cuantificar si el incremento del tráfico producido por las demandas de los usuarios de las aplicaciones y contenidos de las grandes plataformas ha supuesto y supondrá en el futuro unas inversiones importantes para los proveedores de ECN. Si esto es así, se justificaría una contribución de los CAP/LTG (Content and Application Provider/ Large Traffic Generator) a las infraestructuras.
Otra cuestión importante que la Comisión quiere averiguar es si pudiera haber una ralentización de los avances en conectividad por incapacidad de inversión de los proveedores de ECN. Para cumplir con los objetivos de la década digital, algunos operadores han propuesto pagos directos de los CAP/LTG para contribuir al despliegue. Para ello, hay que determinar quiénes realizarían los pagos y quiénes los recibirían, al igual que los riesgos que supondría la adopción de la medida y cómo paliarlos. Otros agentes han sugerido un mecanismo alternativo, como la creación de un impuesto o un fondo digital nacional o de la UE. En este caso, habría que determinar quiénes tendrían que pagar este impuesto o contribuir a dicho fondo, y a qué se destinarían los ingresos recibidos.
Definitivamente, la primera opción es la más adecuada, porque los proveedores de ECN tendrían las ventajas de operar en los mercados multicara que, como se ha mostrado en el sector de los CAP, favorecería la innovación, la competencia entre diferentes eslabones de la cadena de valor y aumentaría la autonomía estratégica de Europa en el ecosistema digital. De todas formas, la solución alternativa también es sensata para compensar los costes relacionados con el aumento del tráfico, apoyar futuras implementaciones de red o proteger a los consumidores más vulnerables.
Sin duda, encontrar el marco normativo que permita el equilibrio justo entre los proveedores de ECN y los CAP es un paso primordial para conseguir los objetivos de la Década Digital Europea.
No quedan dudas de que el sector digital europeo necesita una fuerte reestructuración