El presidente de Colombia retoma sus raíces revolucionarias
GIRO POLÍTICO/ Gustavo Petro accedió a la presidencia colombiana haciendo gala de moderación. Sin embargo, está recurriendo a su esencia revolucionaria a la hora de pedir apoyo para sus reformas.
Desde el balcón de su palacio presidencial, el presidente de Colombia, Gustavo Petro, denunció la semana pasada que el “neoliberalismo” ha provocado la guerra, el Covid-19, el hambre y la crisis climática. Cargó contra los empresarios que, según dijo, conspiran para que sus reformas no salgan adelante. Acto seguido se dirigió a la masa de ciudadanos que le escuchaba: “Ha llegado el momento de levantarse, el presidente invita a su pueblo a levantarse, a no arrodillarse, para convertirse en dueños de su propio futuro”.
Seis meses después de acceder al cargo, el primer presidente de izquierdas de Colombia está dejando de lado la imagen de moderación que asumió en la campaña electoral del año pasado y está retomando la retórica revolucionaria de su juventud como miembro de la guerrilla. Petro confía en que puede movilizar a su ejército de seguidores para sacar adelante sus radicales planes para aumentar el papel del Estado en las pensiones, la salud y el mercado laboral.
Los inversores se preguntan cómo financiará Petro sus reformas con un déficit presupuestario y una inflación persistente. Está previsto que el Congreso del país apruebe un aumento del gasto público de 5.100 millones de dólares adicionales este año.
En juego está el futuro del que fuera uno de los países latinoamericanos conservadores más confiable; popular entre los inversores por su prudente política económica y premiada por Washington por ser uno de sus mayores aliados en la región.
Algunos de los colaboradores cercanos de Petro aseguran que su gestión será pragmática, más parecida a la socialdemocracia europea que a la tradicional izquierda latinoamericana de estilo del ex líder venezolano, Hugo Chávez. “Este Gobierno no va a sepultar las instituciones ni terminará con el libre mercado”, asegura el senador Iván Cepeda, líder de un partido de izquierdas que forma parte de la coalición liderada por Petro,
Pacto Histórico. “Es justo lo contrario: es un gobierno muy moderado pero también tiene una clara orientación hacia el cambio y las reformas”, añade.
Lejos de querer desatar la inestabilidad, Cepeda argumenta que Petro trae estabilidad a uno de los países más desiguales del mundo. “Las reformas no se ponen en marcha sin turbulencias [...] pero el gobierno ha logrado algo inimaginable, una transición pacífica desde un gobierno de las élites a otro progresista”, defiende. Desde que Petro llegó al poder, las movilizaciones que sufrió el anterior gobierno conservador de Iván Duque han terminado; muchos de sus instigadores están ahora en el poder.
Petro sorprendió cuando comparó con el genocidio nazi de seis millones de judío una sentencia que responsabiliza a Colombia del “exterminio sistemático” de seis mil activistas de izquierdas durante las pasadas décadas. “La Alemania nazi tuvo un Estado genocida [...] no hay diferencias entre la Alemania nazi y Colombia
desde ese punto de vista, son genocidas”, aseguró.
Su vicepresidenta, la activista medioambiental de la marginada comunidad negra de la costa pacífica colombiana Francia Márquez, visitó Cuba recientemente para “construir alianzas en torno a objetivos comunes”.
Crítica escasa
La crítica se ha silenciado, al menos en público. “Todo el mundo le da el beneficio de la duda [...] nadie está haciendo una oposición real”, explica Paca Zuleta desde la Universidad de los Andes, en Bogotá.
Bogotá’s University of the Andes. Desde fuera de Colombia, los mensajes son algo más directos. Débora Reyna, de Oxford Economics, cree que el gobierno se arriesga a entrar en una “desagradable recesión” este año sin las cosas no cambian.
Colombia fue el país latinoamericano que más creció el año pasado; su PIB avanzó un 7,5%. Este año, sin embargo, se estima que la economía sólo avanzará un 1,2%. Las inversiones en el sector del petróleo, el gas y la minería –que suman la mitad de los ingresos por exportación– están en duda como consecuencia de las señales inciertas que ofrece el gobierno en torno a las nuevas exploraciones. El peso cayó un 18% el año pasado y se convirtió en una de las divisas más débiles de la región.
A pesar de todo, los líderes empresariales prefieren no mostrarse contrarios al presidente. En su lugar, hacen presión en privado y confían en que el ala moderada del gobierno, con el ministro de Finanzas, José Antonio Ocampo, y el de Educación, Alejandro Gaviria, a la cabeza, actuarán como contrapeso a Petro.
Ocampo consiguió con éxito lanzar el pasado noviembre una reforma fiscal que aumenta la carga impositiva sobre las grandes fortunas del país y sobre el sector del petróleo, el gas y la minería. El plan fue alabado porque aumenta los ingresos del Estado sin dañar la competitividad.
Ahora que Petro persigue reformas más controvertidas, ese compromiso está siendo más difícil de conseguir. Gaviria, que fue ministro de Sanidad, ha pedido al presidente colombiano que modifique su proyecto de nacionalizar todo el sistema sanitario del país, pero se ha negado.
Colombia tiene uno de los sistemas públicos de salud mejor dotados de América Latina, financiado principalmente por las aseguradoras. Petro quiere eliminar a los intermediarios privados que gestionan el sistema, así como ampliar las coberturas y dejar la gestión en manos del Estado. El gobierno estima que el coste extra ascenderá al 3,5 % del PIB del país.
La reforma de las pensiones es el próximo paso de Petro. Aún no ha hecho público el borrador pero la semana pasada acusó públicamente a dos banqueros colombianos (no citó sus nombres) de enriquecerse a costa de sus empleados “que no reciben ninguna pensión”.
No está claro si Petro podrá mantener su popularidad en una economía que se frena, aunque el apoyo recibido por sus seguidores la semana pasada le impulsa a seguir adelante con las reformas. Sólo unos pocos miles eran de Bogotá.
Hay analistas que dudan de que Petro sea tan hábil gestionando como haciendo campaña. Petro es un revolucionario que ha dejado muchas revoluciones sin terminar”, asegura Juanita León, editora política de la web La Silla Vacía. “Quiere cambiar muchas cosas por la fuerza de su voluntad, pero no ha demostrado su capacidad para dar los pasos necesarios para reemplazarlas con algo nuevo”.
El Congreso aprobará un aumento del gasto público de 5.100 millones de dólares
La economía colombiana avanzó un 7,5 % en 2022, pero este año sólo crecerá un 1,2 %