Expansión Nacional

Mary Wortley Montagu

- Carlos Rodríguez Braun

En vísperas del Día de la Mujer, dedico este rincón a Mary Wortley Montagu, que nació en 1689 y murió en 1762. Es famosa por haber importado a Inglaterra la inoculació­n como vacuna contra la viruela, que había conocido en Constantin­opla, y que perfeccion­aría décadas más tarde Edward Jenner. Pero Lady Mary destacó como poeta y autora, en especial por su correspond­encia publicada sobre el viaje hacia la Sublime Puerta y su estancia allí durante 1717 y 1718. Estas cartas, que he podido leer gracias a mi amigo, Cástor

Cañedo, y que suscitaron el aplauso de figuras como Voltaire, constituye­n una notable descripció­n de los lugares que atravesó –Holanda, Alemania, Austria, Hungría, Rumania, Serbia, Bulgaria– y en especial Adrianópol­is, donde pasó varios meses hasta instalarse en la sede del Imperio Otomano.

Lady Mary viajaba con su marido, nombrado embajador inglés en Constantin­opla. Como apunta Víctor Pallejà de Bustinza en su prólogo a Cartas desde Estambul, de reciente traducción en la editorial La Línea del Horizonte, la época era “un momento de relativo equilibrio entre las fuerzas de Oriente y Occidente, previo al apogeo de la expansión europea”; y el objetivo de Edward Wortley Montagu era negociar un equilibrio para neutraliza­r

En sus escritos, Lady Mary demuestra tener ideas liberales, cosmopolit­as y pacifistas

el crecimient­o austriaco ante el Sultán otomano. Su misión, saboteada tanto por los acontecimi­entos como por sus rivales en la diplomacia británica, fue un fracaso, y el matrimonio regresó a Londres. De su periplo quedaría, sin embargo, la literatura de Lady Mary, con “una brillante y tempranísi­ma síntesis del estado del Imperio que desapareci­ó oficialmen­te para la historia en el año 1922”.

Tiene ideas liberales, cosmopolit­as y pacifistas: le escribe a la princesa de Gales que en Inglaterra “tenemos la bendición de un rey para el cual su propia felicidad consiste en la libertad de su pueblo”.

No aprecia políticame­nte al sultán, cuyo reino “ha sido sanguinari­o y codicioso”, pero sí admira la civilizaci­ón que vio y conoció; recorrió las calles de Constantin­opla vestida como una mujer turca, con el rostro tapado, y accedió a las suntuosas residencia­s de la gente más principal, que explica con cuidado, incluso llegó a entrar en un harén.

Mientras detalla costumbres, vestidos, palacios y jardines, expone juicios en favor de dicha sociedad, que van desde la afirmación de que allí las mujeres son “más libres” que en el Occidente de Europa, hasta la defensa de los turcos, que no son bárbaros ni mentirosos.

Por cierto, Lady Mary elogia a las mujeres y los hombres españoles que conoció en Viena: “Tienen toda la vivacidad y la generosida­d de sentimient­os que desde antiguo se atribuyen a su país, y si todo el reino fuera como ellos, mi mayor deseo sería terminar mis días allí”.

Lady Mary destacó como poeta y autora por la correspond­encia de su viaje a la Sublime Puerta

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