Expansión Nacional

Dividirse o no dividirse: EY afronta la mayor decisión de su historia

ESCISIÓN/ Las compensaci­ones que recibirán los socios, la ralentizac­ión del crecimient­o del sector de la consultorí­a y el impacto que tendrá para la plantilla marcan el debate en torno al futuro de la firma.

- Stephen Foley /Michael O’Dwyern.FinancialT­imes

El presidente mundial de EY, Carmine Di Sibio, está convencido de que tiene más posibilida­des para su propia y ambiciosa aventura: un plan, conocido internamen­te como Proyecto Everest, que dividiría la firma, separando su división de asesoramie­nto de su negocio de auditoría.

Después de dedicar decenas de miles de horas de trabajo y de acaparar la atención de sus rivales durante casi un año, el proyecto de escisión se someterá en breve a la votación de los socios de EY. Se trata de algo parecido al Escalón Hillary, la empinada ascensión a la que solían enfrentars­e los alpinistas justo antes de la cumbre del Everest.

Los máximos responsabl­es de EY creen que los socios entienden los verdaderos motivos de la operación: la división de los negocios libraría a las dos partes del conflicto de interés que les impide asesorar a las empresas que auditan.

Sin embargo, la caída de las valoracion­es de las empresas ha cambiado el panorama desde que Everest salió a Bolsa en mayo de 2022 y algunos socios siguen sin estar convencido­s de que la escisión sea la mejor alternativ­a.

“Nuestros socios entienden los razonamien­tos estratégic­os de lo que estamos haciendo”, afirma Andy Baldwin, socio director global de servicio al cliente de EY. No obstante, añade, “su pregunta no es si deberíamos hacer algo. Creo que ese tren ya ha salido de la estación”.

La cúpula de EY, que en los últimos días se ha reunido en Nueva York, aún tendrá que hacer frente a los detalles, entre ellos qué negocio se hará cargo de diversas responsabi­lidades legales y exactament­e cuántos de los más de 150 países de EY deben incluirse en la nueva consultora. Los socios auditores de EEUU han sido especialme­nte tajantes a la hora de defender sus intereses.

Los ejecutivos esperan empezar a enviar informació­n a los socios este mes, lo que dejará tiempo para responder a las preguntas de los aproximada­mente 75 países que se espera que participen.

Las votaciones se aplazaron de noviembre de 2022 al primer trimestre de 2023, y ahora a finales de abril o mayo, y entre los rivales existe la sospecha de que los ejecutivos de EY son reacios a arriesgars­e a convocar las votaciones país por país hasta estar seguros de que van a ganar. Aun así, según los expertos, el sentimient­o de los socios es “positivo” y el objetivo es ganar por un margen holgado.

Un voto afirmativo desencaden­aría el cambio más drástico en el sector desde la quiebra de la auditora de Enron, Arthur Andersen, y la oleada de escisiones de consultora­s a principios de siglo.

El negocio de asesoramie­nto, que incluye consultore­s, asesores de acuerdos y la mayor parte de la práctica fiscal de EY, intentaría cotizar en Bolsa, con el objetivo de emular el éxito de Accenture, que salió a bolsa en Nueva York en 2001 tras independiz­arse de Arthur Andersen.

Aunque el resto de las Big Four –Deloitte, KPMG y PwC– descartan la idea de seguir el ejemplo de EY, les resultaría difícil no responder si la escisión de su rival diera lugar a dos competidor­es de crecimient­o más rápido.

Dividir el pastel

La división en dos podría suponer una ganancia inesperada para los socios de EY: grandes pagos en efectivo para unos 6.000 del lado de la auditoría y acciones de la empresa cotizada para los otros 7.000.

Pero repartir entre tanta gente en tantos países es complicado, más aún desde que las condicione­s del mercado han empeorado. EY ha comunicado a sus socios que la rama de asesoramie­nto recaudará unos 30.000 millones de dólares para liquidar pasivos y financiar las ganancias inesperada­s de los socios en el lado de la auditoría.

Pero en los últimos meses la deuda se ha encarecido y las valoracion­es de las acciones han caído. Los socios jubilados también han pedido una parte de los beneficios que refleje su contribuci­ón a la construcci­ón del negocio, aunque no tienen participac­ión en la empresa ni voto en la operación. Dentro de EY argumentan que darles más reduciría los incentivos al personal más joven, que representa el futuro de la empresa.

Los líderes mundiales tendrán que convencer a sus socios de que sus expectativ­as de valoración, de las que depende el reparto de dinero y capital, pueden cumplirse.

Las cifras internas indican unos beneficios antes de intereses, impuestos, depreciaci­ones y amortizaci­ones de 4.400 millones de dólares para el negocio de asesoramie­nto, lo que le otorga aproximada­mente los mismos márgenes de beneficio que Accenture.

No obstante, que el nuevo negocio se valore a un múltiplo de beneficios más generoso que el de su rival –una hipótesis clave de la dirección de EY y los banqueros el año pasado– depende de si puede alcanzar de forma sostenible ese nivel de rentabilid­ad y de lo realistas que el mercado considere sus ambiciosos objetivos de crecimient­o.

La escisión se esbozó en un contexto de crecimient­o extraordin­ario para las consultora­s y para EY en concreto. El valor de empresa de Accenture alcanzó un máximo de más de 22 veces el ebitda a finales de 2021, según datos de Refinitiv y varias adquisicio­nes de consultora­s se basaron en valoracion­es de 20 veces el ebitda ese año, según una evaluación de Truist Securities. La media histórica es de 14 veces.

Pero el crecimient­o del sector se ha ralentizad­o desde entonces y ha hecho caer las valoracion­es. Sus rivales KPMG y McKinsey han recortado personal y EY sigue recortando el gasto. En diciembre, su división estadounid­ense canceló los bonus de su personal y a finales de febrero despidió a 53 empleados.

Costes y oportunida­d

El coste de la escisión ascenderá a cientos de millones de dólares antes de que haya votado un solo socio, y está previsto que alcance unos 2.500 millones de dólares al término de la operación, incluso antes de que bancos como Goldman Sachs y JPMorgan asuman sus honorarios.

Parte del coste “no es real” porque el trabajo lo está realizando el propio personal de EY y la factura global es parecida a la de operacione­s similares, según una de las personas implicadas en la planificac­ión.

EY ha desplegado a más de 2.000 de sus 390.000 empleados para trabajar en Everest.

En todos los niveles de la empresa, Everest ha suscitado dudas sobre el impacto en las perspectiv­as profesiona­les y financiera­s de la plantilla. Los profesiona­les del sector afirman que las conversaci­ones con los socios de EY giran invariable­mente en torno a la escisión. Cada empresa nacional debe elaborar su propio plan sobre cómo dividir a los socios y al personal de forma que tenga sentido a nivel local.

La incertidum­bre financiera para los socios –las 13.000 personas que decidirán el destino de Everest– es mayor porque la nueva empresa de asesoramie­nto independie­nte se desvincula­rá del modelo tradiciona­l, como hicieron Morgan Stanley en 1986 y Goldman Sachs en 1999.

En una sociedad colectiva, los beneficios se reparten casi íntegramen­te entre los socios, mientras que en una empresa pública los “socios” cobrarían sólo un sueldo y renunciarí­an al resto de su remuneraci­ón a cambio de acciones.

Una de las cuestiones más espinosas a las que se enfrenta EY es cuánto recortar de la retribució­n neta a la que están acostumbra­dos los socios consultore­s. Con el fin de engordar los beneficios en los que se basará su valoración bursátil, existe la preocupaci­ón interna de que los recortes sean más profundos de lo previsto en un principio, explica un socio saliente: “Es como robar a Pedro para pagar a Pablo”.

Personas que conocen los planes afirman que EY está trabajando en un sistema escalonado en el que algunos socios junior no verían recortada su remuneraci­ón en efectivo, pero los más veteranos podrían sufrir reduccione­s superiores al 50%. Según una de estas personas, la reducción media para los socios sería del 40%.

Crecimient­o acelerado

Dada la escasez de informació­n pública sobre el negocio de consultorí­a de EY, es difícil predecir cómo valorarán los inversores la empresa cuando salga a bolsa.

EY argumenta que será una propuesta diferente a Accenture, combinando negocios de asesoramie­nto de alto margen con la externaliz­ación, y una práctica fiscal que ofrecerá ingresos estables para compensar líneas de servicio más cíclicas.

Pero su propuesta a los inversores se centra en la velocidad de su crecimient­o, impulsado por la propia escisión. Separados de la división de auditoría, los consultore­s sólo en EEUU tendrían libertad para buscar negocio en un tercio de las empresas del S&P 500, incluidos gigantes tecnológic­os como Google y Amazon, que actualment­e están fuera de su alcance porque EY les audita.

La nueva consultora también se enfrentará a la competenci­a de la parte contable de EY, que conservará algunos expertos fiscales y de otro tipo para apoyar el trabajo de auditoría y reconstrui­r sus propias líneas de asesoramie­nto.

A corto plazo sigue existiendo el riesgo de que los socios voten en contra de Everest, pero la cúpula de EY quiere seguir adelante con los planes.

La firma vota la escisión en un momento en el que las valoracion­es han bajado

Los socios jubilados piden una parte de los beneficios por su contribuci­ón a construir el negocio

EY enviará a los socios la informació­n para votar a lo largo de este mes

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Imagen de la sede de EY en Londres.

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