Credit Suisse, caos y ajuste de tipos
La teoría del caos dice que el aleteo de una mariposa en un lugar puede provocar un tornado en otro. La reciente quiebra de un banco californiano especializado en el sector tecnológico ha llevado esta semana a un banco suizo no relacionado con él al borde del colapso. Es hora de que los banqueros centrales reconozcan que, ante los riesgos impredecibles, la política de tipos debe ser más cautelosa.
La quiebra de Silicon Valley Bank y la crisis financiera de Credit Suisse fueron reacciones a la subida global de los tipos y se conectaron a través de un pánico contagioso. Esto obligó al banco suizo a recurrir al Banco Nacional de Suiza, que ha aportado 50.000 millones de francos suizos (50.600 millones de euros) de liquidez adicional.
Se ha evitado el desastre. Pero Credit Suisse parece gravemente herido. Esto no tranquilizará a los clientes de la división clave de gestión de patrimonios ni a sus asesores. Las salidas de depósitos continuarán.
Credit Suisse afirma que seguirá adelante con una compleja reestructuración. Se sospecha que el mercado y el regulador serán los jueces. Hace falta una reestructuración más limpia, quizás con la participación de UBS. El objetivo debería ser escindir el banco minorista suizo, relativamente estable. Los ingresos de este, que suponen el 32% del total del grupo, cayeron aproximadamente un 10%, hasta a 3.700 millones de francos suizos en el ejercicio de 2022. Una media de 7 veces los beneficios del grupo, y siendo conservadores, aún podría valer 9.000 millones de francos suizos.
Mientras tanto, los bancos centrales occidentales han establecido que su actual trayectoria de tipos está superando un umbral de dolor para el sistema financiero. Los posibles colapsos bancarios deben contrarrestar ahora los efectos negativos de la inflación en su planteamiento.
Blackstone sabía lo que hacía. En los últimos meses, el gigante de la gestión de patrimonios ha limitado los reembolsos de Breit, su fondo de inversión inmobiliaria. Como muchos de estos vehículos para inversores ricos, el fondo tiene “puertas” que evitan la venta de activos a precios de ganga inducida por el pánico cuando los inversores quieren recuperar su dinero.
El sector bancario, en cambio, no puede arreglárselas sin liquidez diaria, como ha evidenciado el colapso de Silicon Valley Bank. No es casualidad que grandes gestoras de fondos alternativos como Apollo y Blackstone figuren entre los principales pretendientes de las carteras de préstamos de SVB.
Las bases de capital que las gestoras de activos obtienen de los socios de pensiones o de los titulares de rentas vitalicias de jubilación, tienen la ventaja de ser más fiables y menos propensas a la tensión en tiempos de inestabilidad. Esto ayuda a firmas como Blackstone y Apollo a hacer uso del capital de forma oportunista cuando las valoraciones del mercado se hunden.
Pero no hay que echar las campanas al vuelo. Esta industria de los fondos de crédito tiene que superar un ciclo de mercado completo. Todavía pueden aparecer grietas.
Los reguladores financieros de Europa están furiosos por el manejo del colapso del Silicon Valley Bank (SVB), y acusan en privado a las autoridades estadounidenses de romper las reglas que ayudaron a redactar para afrontar bancos fallidos. Si bien esta crítica no ha trascendido de manera formal, algunos de los principales reguladores en Europa están furiosos por la decisión de cubrir a todos los depositantes de SVB, porque teme a que socave un régimen acordado a nivel mundial. Un alto funcionario de la eurozona describió su conmoción por la “incompetencia total y absoluta” de las autoridades estadounidenses, particularmente después de una década y media de “largas y aburridas reuniones” con estadounidenses que abogaban por el fin de los rescates.
Los supervisores de Europa están particularmente enojados con la decisión de EEUU de romper con su propio estándar de garantizar 250.000 dólares en depósitos argumentando que es una “excepción de riesgo sistémico”, cuando habían afirmado que SVB era demasiado pequeño para cumplir la regulación prevista para evitar una que se repitiera la crisis financiera mundial de 2008.
“Esta es la versión estadounidense de los pequeños bancos venecianos”, dice un experto financiero francés, refiriéndose a las críticas de EEUU respecto a la gestión que hizo Europa en la crisis de Monte dei Paschi .
“Desde la perspectiva de la estabilidad financiera, realmente han matado una mosca con un mazo”, afirma Nicolas Véron, del grupo de expertos del Instituto Peterson.
Denominar SVB como sistémico es, según Véron, “muy cuestionable” y sienta un precedente peligroso para más rescates de depósitos que exceden la cobertura de los fondos garanizados.
Un antiguo legislador de Reino Unido que participó en la negociación de estándares globales para la resolución bancaria describe el manejo de SVB como un “desastre”.
La crisis de 2008 desencadenó un cambio radical en la forma de gestionar las quiebras de los bancos, con los reguladores reuniéndose a menudo en la sede del Banco de Pagos Internacionales de Basilea para crear normas que minimicen el impacto de las quiebras.
La clave del desacuerdo
Un elemento central de ese marco normativo era imponer pérdidas a los propietarios, tenedores de bonos y otros acreedores no garantizados, incluidos los depositantes con fondos que excedían el límite de garantía de su país. Estados Unidos fue un defensor clave de tales políticas, según fuentes cercanas.
Sin embargo, a diferencia de los bancos de la UE y de Reino Unido de tamaño similar, los bancos estadounidenses con balances por debajo de los 250.000 millones de dólares, incluido SVB, se consideran demasiado pequeños para tener que cumplir con los estándares globales sobre capital, liquidez y resolución.
Si bien la Reserva Federal ahora considera aplicar reglas más estrictas para la banca mediana, en 2019 tanto la Fed como el FDIC, el fondo de garantía de depósitos, apostaban por relajar los regímenes de resolución para bancos con activos que oscilan entre 50.000 millones y 250.000 millones de dólares.
El Systemic Risk Council, un organismo de ex reguladores, advirtió en contra de la medida al presidente de la Fed, Jay Powell, y a la ex directora de la FDIC, Jelena McWilliams, diciendo que “no estaba claro que todos los negocios bancarios afectados pudieran resolverse de manera ordenada”.
“Si alguna vez quebrara un gran banco regional, esa incertidumbre crea la posibilidad de que las autoridades recurran a un rescate de los contribuyentes para contener la interrupción de la economía regional y nacional y las pérdidas del fondo de garantía de depósitos”, dice la carta, escrita por el entonces presidente de la SRC.
EEUU afirma que la quiebra de SVB no afectará a los contribuyentes porque otros bancos cubrirán el coste del rescate a los depositantes no cubiertos por el fondo de garantía. Sin embargo, un regulador europeo califica de “broma” esta afirmación, porque es probable que los bancos estadounidenses transfieran ese coste a sus clientes. “Al final, este es un rescate al capital riesgo pagado por los ciudadanos, lo cual está realmente mal”, afirma.
A pesar de que los reguladores europeos no han hecho una crítica formal, su furia se siente al otro lado del Atlántico. “El riesgo para la cooperación regulatoria financiera global es que este episodio refuerza las sospechas de que en tiempos difíciles, EEUU no seguirá las reformas acordadas a nivel mundial”, afirma Matt Swinehart, exfuncionario del Tesoro de EEUU.
Otros son más comprensivos con el enfoque de Washington, argumentando que no rescatar completamente a los depositantes habría supuesto un riesgo mayor. “Si los depositantes no garantizados no están protegidos puede que la confianza general se erosione y se puede extender el contagio a otros bancos”, explica un jefe de resolución de la eurozona. “Este caso parece ser la prueba perfecta de esto”.
Los supervisores de Europa critican que EEUU rompa su norma de garantizar 250.000 dólares
En Europa se ve el apoyo a SVB como un rescate al capital riesgo pagado por los ciudadanos