Expansión Nacional

El tándem creativo que sacudió la burguesía barcelones­a

ARTE El Colegio de Arquitecto­s de Cataluña reivindica el legado de Federico Correa y Alfonso Milá.

- David Casals.

Pese a la dictadura, Barcelona consiguió consolidar­se como un referente de la modernidad en los años 50, 60 y 70 gracias a la contribuci­ón de varios profesiona­les. Entre ellos, los diseñadore­s, arquitecto­s e interioris­tas Federico Correa (1924-2020) y Alfonso Milá (1924-2009). A las puertas del centenario de su nacimiento, una exposición en la sede central del Colegio de Arquitecto­s de Cataluña (COAC) pone en valor el legado de este tándem creativo que no sólo conectó con los gustos de la burguesía local, sino que contribuyó a modernizar­los.

Correa y Milá estudiaron juntos en la universida­d y sus primeros trabajos fueron para el estudio de otro de los arquitecto­s más reputados de la ciudad, José Antonio Coderch (1913-1984). Su especialid­ad, entonces, era el diseño de interiores y de muebles.

Era una época donde España todavía seguía muy aislada del exterior. Sin embargo, “ellos estaban muy pendientes de todo lo que pasaba en Estados Unidos gracias a las revistas”, explican los comisarios de la muestra, Aureli Mora y Omar Ornaque, del despacho de arquitectu­ra AMOO. Sin embargo, en España no había capacidad de producir en serie todo aquello que, en el hogar, caracteriz­aba el estilo de vida americano. Por esta razón, “ellos mismos se dedicaron a diseñar, recurriend­o a artesanos” y así es como surgieron objetos que, décadas después, siguen vigentes como la butaca Barcelonet­a o la lámpara Bach. Sedujeron a sus clientes, de perfil acomodado.

Como arquitecto­s, sus primeros trabajos fueron segundas residencia­s –especialme­nte en Cadaqués (Girona)– y fábricas, dos ámbitos que entonces eran considerad­os como algo menor. Su carrera recibió el impulso definitivo con un edificio de pisos de alta gama y formas contundent­es en la avenida Diagonal, la Torre Atalaya (1966-1971).

También decoraron la tortillerí­a

Correa y Milá empezaron su carrera centrados en el diseño de muebles y el interioris­mo. La Torre Atalaya –a la izquierda–, un edificio singular de 71 metros de altura situado en la avenida Diagonal, les consolidó en el campo de la edificació­n.

La reforma de la Plaça Reial –arriba– fue una de sus principale­s actuacione­s como urbanistas, junto al planeamien­to de la zona olímpica de Montjuïc y el del port de Aiguadolç, en Sitges (Barcelona).

Flash Flash (1970) –con su caracterís­tica atmósfera pop–, el restaurant­e Il Giardineto (1974) y el restaurant­e-discoteca Up&Down (1982). Fueron tres locales de referencia para la gauche divine, una generación de intelectua­les y profesiona­les liberales que emergió en los años 60 y 70. Mayoritari­amente, eran hijos y nietos de la burguesía pero, a diferencia de sus antecesore­s, eran de izquierdas.

Ya en los ochenta, entraron en un nuevo campo: el urbanismo. Planificar­on el anillo de Montjuïc —donde

se disputaron la mayoría de competicio­nes deportivas– y reformaron uno de los espacios con más solera del distrito de Ciutat Vella, la Plaça Reial. Siguiendo las coordenada­s de la época, la convirtier­on en una plaza dura, sin parterres, inspirándo­se en las renacentis­tas italianas. Son dos proyectos de la Barcelona olímpica, época en la que la ciudad se situó en el tablero global. “Su última gran contribuci­ón es el Museu Episcopal de Vic (Barcelona), en 2002”, exponen Mora y Ornaque.

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UN EDIFICIO QUE MARCÓ UN ANTES Y UN DESPUÉS
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CAN SERRA: DIÁLOGO ENTRE EL PASADO Y LA MODERNIDAD
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METRO TRES: APUESTA POR EL COLOR EN LA ZONA ALTA
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LAS TRANSFORMA­CIONES OLÍMPICAS
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