Expansión Nacional

El BCE no debe suavizar su política monetaria

- José María Rotellar Profesor de la UFV

El Banco Central Europeo (BCE) ha subido los tipos otros 50 puntos básicos, situando el precio oficial del dinero en la zona euro en el 3,50%. Es decir, ha mantenido la misma subida que en sus dos reuniones anteriores, tras haber subido 75 puntos previament­e en dos ocasiones y comenzar la senda alcista con una subida de 50 puntos.

Esto es especialme­nte relevante porque en los últimos días, tras el colapso del Silicon Valley Bank en Estados Unidos y los problemas por los que atraviesa Credit Suisse en Europa, había comenzado a extenderse el rumor de que los principale­s bancos centrales a ambos lados del Atlántico –BCE y Reserva Federal– podían frenar su política monetaria o incluso corregirla ante el riesgo financiero que podía suponer este problema bancario. Es más, el euríbor cayó con fuerza y las previsione­s de tipos en el año se rebajaron. El BCE no lo ha hecho y veremos qué hace la Fed la semana que viene.

De haber relajado la contracció­n de su política monetaria, el BCE habría cometido un grave error, a mi juicio, por dos motivos. El primero de ellos, frenar la lucha contra la inflación, que habría empeorado la evolución de los precios, que ya muestran, actualment­e, una gran resistenci­a a moderar su crecimient­o, con una inflación subyacente disparada. El segundo, habría sido muy preocupant­e, porque con dicha elevada inflación, una relajación en la política monetaria contractiv­a habría podido ser interpreta­da por el mercado en el sentido de que realmente existía un problema en el mercado bancario del continente, más allá de las turbulenci­as vividas en los mercados por el sector en las últimas jornadas. Algo se resentirán todas las entidades, por supuesto, pero con los datos de los que se disponen no parece que vaya a haber un efecto contagio extremadam­ente acentuado. No obstante, eso es algo que puede saber el BCE, de manera que si hubiese cambiado su política monetaria en algún sentido, sólo habría cabido esa interpreta­ción.

Es probable que al BCE, no obstante, le hubiese gustado frenar hoy hasta estar bien seguro de que ese riesgo de transmisió­n no va a producirse, o no de manera importante, al menos, pero el problema es que se ha quedado sin tiempo por su enorme retardo interno a la hora de empezar a combatir el efecto inflacioni­sta. Si hubiese reaccionad­o a tiempo, si no hubiese perdido tantos meses repitiendo que la inflación no era más que un fenómeno transitori­o, que era una inflación de oferta y que no tenía sentido aplicar una restricció­n monetaria, probableme­nte la inflación no se habría enroscado tan profundame­nte en la cadena de valor, los precios no habrían subido tanto y se habría podido corregir de manera más rápida, con menor intensidad y, por tanto, con un impacto menos negativo en el crecimient­o económico. Ahora se dará cuenta el BCE del grave error que cometió entonces, que ha llevado a la inflación a cotas muy elevadas, como no se veía desde hace décadas, que provoca que resista mucho en niveles altos y que le deja sin capacidad de recorrido para frenar en situacione­s como la vivida esta semana.

Con la inflación de la eurozona en el 8,5% y la de Alemania en el 9,2%, además de las elevadas cifras del resto de países –ni siquiera la de España es baja, pues un 6% es una cifra altísima al medirse sobre un dato muy elevado del mismo mes del año anterior, ya que en nuestro país fue donde primero se aceleraron los precios–, y con una subyacente del 7,4% en la eurozona (7,6% en España), que no deja de crecer, el BCE no puede relajarse o provocará un daño todavía mayor a la economía.

Por tanto, el BCE debe mantener la lucha contra la inflación sin dudar, pues la subida de precios es uno de los elementos más perjudicia­les que hay para la economía, que merma competitiv­idad a las empresas, hace perder poder adquisitiv­o a las familias y empobrece, en suma, a toda la sociedad, especialme­nte a las rentas más bajas, debido a su mayor propensión marginal a consumir, que hace que, además, el incremento de impuestos pagados debido a la inflación en proporción a la renta sea mayor que en el caso del resto de ciudadanos.

Y esa lucha debe ir más allá de la subida de tipos, ya que éstos deberían subir por el ajuste del mercado al retirar liquidez el BCE, que es lo que tiene que hacer, tal y como dijo, a razón de 15.000 millones de euros al mes de drenaje de liquidez desde marzo, incluso intensific­ando dicho drenaje en cuanto sea posible. Sólo así podrá lograrse una mayor eficiencia en lograr embridar la inflación, a lo que ayudaría, y mucho, que el sector público redujese el gasto para no interferir en la transmisió­n correcta de la política monetaria del BCE. Eso es algo que debería aplicarse especialme­nte el gobierno español, que es el que con más intensidad incrementa el gasto público y que, al hacerlo, entorpece que la política monetaria del banco emisor pueda tener un efecto más rápido y certero.

Por todo ello, con independen­cia de que el BCE debe estar vigilante y actuar rápido con el resto de instrument­os que posee en caso de riesgo de transmisió­n a la banca de los problemas en los bancos mencionado­s, no debe relajar su política monetaria, porque si lo hace la inflación tardará todavía más en bajar, generando un problema de precios todavía mayor al actual, afectando a la economía y al empleo.

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La presidenta del Banco Central Europeo, Christine Lagarde.
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