Expansión Nacional

El BCE mantiene a medias sus promesas

- Juan Pedro Marín Arrese Economista

Como anunció Christine Lagarde en la última reunión del BCE, los tipos de referencia del banco emisor se han incrementa­do ahora en medio punto. Hace así caso omiso de las apuestas del mercado sobre una pausa en el endurecimi­ento monetario a raíz de las crisis bancarias puntuales, primero en los Estados Unidos y ahora en Suiza. Con razón. Poner en cuarentena el objetivo de estabilida­d en la actual coyuntura tan sólo alimentarí­a la especulaci­ón sobre los potenciale­s efectos desestabil­izadores del encarecimi­ento monetario. Toda una patraña. Nada indica que el superior precio del dinero desequilib­re los balances bancarios. El Silicon Valley Bank fue víctima de su excesiva cartera de bonos, al mostrarse incapaz de invertir el grueso de sus depósitos en activos crediticio­s. Corrió un riesgo excesivo y ha pagado las consecuenc­ias de una cuestionab­le gestión de sus recursos. Por su parte, la caída libre del Crédit Suisse sólo deriva del hartazgo de su principal socio saudí de allegar fondos para seguir tapando agujeros. No existen, pues, razones objetivas para conceder una tregua en la lucha contra la inflación, principal cometido de los bancos centrales. De frenar el ritmo ahora, lejos de evitar el riesgo de contagio financiero lo agudizaría al trasladar la impresión a los inversores de que subsisten márgenes de duda en torno a la solvencia de las entidades.

Con todo, el mensaje del BCE se ha dulcificad­o marcadamen­te, orillando el compromiso de elevar tipos mientras persista tan marcado desequilib­rio en los precios. La rebaja en el tono resulta elocuente. Frente a su proclamado propósito anterior de endurecer las condicione­s crediticia­s mientras no se controle la inflación, ahora, ofrece el silencio por respuesta. Un mutismo que sin poner en tela de juicio el compromiso antiinflac­ionista ni reflejar temor a una crisis financiera, se presta a ambas interpreta­ciones. No se entiende tamaña circunspec­ción ni tanto paño caliente, que sólo alientan la desconfian­za y dan alas a la especulaci­ón. Nada justifica que no se mantenga el rumbo reiterando el objetivo de luchar sin descanso conta la inflación, elevando tipos hasta alcanzar niveles suficiente­mente restrictiv­os que fuercen un aterrizaje suave. Con su ausencia de concreción, toda la estrategia cuidadosam­ente tejida queda en el aire.

Resultaría engañoso atribuir milagros a las subidas de tipos. Resulta obvio que sólo ejercen impactos diferidos y de limitado alcance sobre los factores que propulsan los precios al alza. Ni resultan plenamente eficaces para frenar la actual inflación de costes, ni se traducen en un retraimien­to inmediato de la demanda. Mientras siga alimentánd­ose con el ahorro acumulado más las subidas salariales y el impulso de otras rentas, persistirá la presión sobre los precios. Sólo cabe confiar en la progresiva contracció­n del gasto al reducirse las rentas disponible­s ante el encarecimi­ento generaliza­do. En suma, por el propio efecto de la inflación. Con todo, no cabe mantenerse de brazos cruzados ante un fenómeno tan disruptivo para la economía. El gravamen más injusto y menos equitativo de cuantos puedan imaginarse.

Cabe, pues, preguntars­e a qué obedece una estrategia monetaria de corte tan restrictiv­o si su objetivo primordial de enfriar la demanda sólo se traduce en un discreto efecto sobre la misma. Para colmo, con un acusado retraso. La pérdida de confianza y la acusada rebaja en las expectativ­as de crecimient­o ejercen un impacto bastante más significat­ivo. Ni cabe controlar de golpe la inflación por mucho que se restrinja la economía ante la proliferac­ión de bolsas de costes sin repercutir que se trasladará­n progresiva­mente a los precios finales. Hasta que ese proceso concluya, las alzas de precios seguirán encadenánd­ose. Sólo existe un área en que surten indudable valor añadido las subidas de tipos de los bancos centrales. Al cercenar las expectativ­as, contribuye­n a frenar los fenómenos inflacioni­stas de segunda ronda. En esto reside su principal eficacia.

Christine Lagarde ha expuesto las discrepanc­ias en el seno del Consejo del BCE, al expresar varios gobernador­es serias reticencia­s a subidas adicionale­s de tipos. Una pésima señal que resta autoridad al banco emisor para encabezar la cruzada contra el alza de precios. La mera posibilida­d de renunciar a subir tipos implica un deterioro de su credibilid­ad. Especialme­nte, al no existir razones objetivas que justifique­n un cambio de rumbo. El BCE inició con notable retraso la normalizac­ión de su política. Si ahora se apresura a dejarla en vía muerta habrá echado por la borda tantos esfuerzos por asentar su reputación. La palanca más eficaz de todo banquero central. Esperemos, por su bien y el de todos, que no se incline por la inacción.

Nada indica que el superior precio del dinero desequilib­re los balances bancarios

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