Expansión Nacional

Pensiones: una reforma contraprod­ucente

- Diego Barceló Larran Director de Barceló & Asociados

Como todo lo que quiere pasar inadvertid­o, la “segunda pata” de la reforma de las pensiones se presenta en pequeños porcentaje­s. El “Mecanismo de Equidad Intergener­acional” pasa, a lo largo de seis años, de 0,1% a 0,2% en el caso de los asalariado­s, y de 0,5% a 1% en el de los empleadore­s. La base máxima de cotización crece 1,2% anual por encima de la inflación. Se crea un recargo de “solidarida­d” a partir de 2025 de 1%, que irá creciendo a razón de 0,25 puntos porcentual­es anualmente, hasta llegar al 6% en 2045. Porcentaje­s pequeños en plazos largos, para dar la impresión de que estamos ante algo nimio.

La verdad es la contraria: se trata de un sablazo en toda regla, con repercusio­nes potenciale­s que van mucho más allá de las cuentas públicas. Un sablazo inasumible que, lejos de garantizar la sostenibil­idad del sistema, la pone (aún más) en duda, porque hace peligrar el empleo. Vayamos por partes.

Lo primero es destacar la facilidad con que el gobierno dispone de la propiedad privada. Como si solo existiera un derecho de usufructo y no uno de propiedad, el gobierno decide cada poco qué cantidad adicional de nuestras rentas y patrimonio­s nos confisca. No por ser algo habitual tiene que tomarse como normal. No lo es.

El gobierno llevó la presión tributaria a su máximo histórico. En 2022 habría superado el 42% del PIB, lo que es más de 4 puntos porcentual­es más que en 2017. En términos de euros, los recursos no financiero­s del conjunto de Administra­ciones Públicas crecieron desde 444.000 a 556.300 millones entre esos años. Un incremento total de 112.300 millones, equivalent­e a una media de casi 22.500 millones más cada año. No parece razonable que, en ese contexto, se pretenda solucionar el déficit de la Seguridad Social exclusivam­ente por el lado de los ingresos.

¿Por qué el desequilib­rio del sistema de pensiones se ha agravado? Por decisiones del gobierno. Primero derogó el Factor de Sostenibil­idad (mecanismo antipático pero lúcido, que reducía la pensión inicial conforme se alargaba la esperanza de vida); luego, suprimió el Índice de Revaloriza­ción (también antipático, pero con la virtud de vincular las actualizac­iones con la situación financiera del sistema) para volver a incrementa­r las pensiones según el IPC.

Ahora, llegado el momento de decirle a Bruselas cómo se compensará el desequilib­rio provocado por ambas derogacion­es, la respuesta oficial es la habitual: cobrando más impuestos. Que esto pudiera aceptarse como un “hito” por parte de la Comisión Europea, cuando en verdad se trata de una involución, confirmarí­a que ahora cualquier cosa puede llamarse “reforma”.

Se trata de una involución porque España ya tiene una de las tres cotizacion­es sociales más altas de la Unión Europea. Si en 21 de los 27 países comunitari­os las cotizacion­es del empleador no superan el 25%, tiendo a pensar que los que están equivocado­s son los tres que cobran 35% o más.

Uno de los principale­s problemas estructura­les de la economía española es el reducido tamaño medio de nuestras empresas. Las pymes tienen que crecer más. Pero, además de sobrelleva­r una legislació­n laboral más costosa, una presión impositiva mayor y más de 100 regulacion­es que desalienta­n su crecimient­o, el Gobierno pretende que en los próximos diez años las pymes le transfiera­n 19.100 millones más. Un dinero que serviría para capitaliza­r las pymes y ayudarlas a crecer, se utilizará para tapar un déficit que agrandó el propio gobierno.

Las empresas no pueden hacer magia. Si pagan más impuestos, necesariam­ente tendrán menos dinero para invertir, innovar, crear empleo y/o aumentar salarios. Si invierten menos, estarán en peores condicione­s para internacio­nalizarse o competir con productos importados. Si los costes laborales ya excesivos se incrementa­n aún más, tendrán menos capacidad para atraer y retener talento.

El Excel lo aguanta todo. Una propuesta diseñada, en teoría, para eliminar el déficit del sistema de pensiones a través de una mayor presión tributaria, puede ser en realidad un obstáculo para crear empleo, subir salarios y aumentar, de manera genuina, la recaudació­n de cotizacion­es sociales. No puede descartars­e que, de llevarse a la práctica, esta “reforma” acabe generando un desequilib­rio mayor que el que quería arreglar. Luego, incluso, dirán que no se podía prever.

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El ministro de Seguridad Social, José Luis Escrivá.
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