EN LA OFICINA
Por mucho que sea la nueva palabra de moda no contribuirá a que los empleados se sientan más valorados. Un término que se trajeron de vuelta de Davos aquellas mentes obsesionadas con la sostenibilidad que asistieron a la cumbre en avión privado: importar. Supuestamente, el “secreto de la gestión en una nueva economía híbrida de trabajo” no es cumplir los estrictos horarios laborales, ni asegurarse de que los empleados logran un equilibrio adecuado entre trabajo y vida privada, ni siquiera mantener un contacto habitual con ellos. No, lo más importante ahora es cultivar la idea de que uno es importante para los demás en su puesto de trabajo.
En un informe publicado por el Foro Económico Mundial, Alexi Robichaux, CEO de la plataforma de coaching BetterUp, aseguraba que “cultivar la importancia en el trabajo es una meta habilidad para la gestión moderna en un mundo fragmentado”. “Los directivos están en una posición única de ayudar a trasladar esta sensación de importancia a los trabajadores. El directivo debe ser capaz de contar una historia convincente”, afirmaba Robichaux. Piel de gallina.
Si se están preguntando por qué se utiliza “importancia” como sustantivo, lamento informarles de que el verbo “importar” parece haber sido oficialmente “sustantivado”. Eso, por supuesto, le confiere un nuevo estatus como palabra de moda en el lenguaje de gestión. Lo que esto significa es que nuestro trabajo ya no sólo debe tener un sentido, sino que también es necesario importar. En opinión de Robichaux, importar es un imperativo existencial.
Pero no sólo hay que tener en cuenta importar, también existe –respire hondo– la “anti-importancia”. Según un informe publicado el año pasado en el Journal of Psychoeducational Assessment, “implica sentimientos de no importar que pueden surgir de la marginación y experiencias que aumentan la sensación de ser insignificante para los demás”. Los autores del informe han creado la Escala anti-importancia, que describe como “un inventario de cinco factores que evalúa los sentimientos de no ser importante para los demás”. Los investigadores hallaron además vínculos entre “puntuaciones elevadas de ser ignorado y niveles de depresión, ansiedad social y soledad”.
No sé ustedes, pero yo no estoy segura de necesitar un inventario de cinco factores para saber si tengo la sensación de que importo o no. Pero, como ya habrán deducido, este concepto no se limita a hacernos sentir felices y dignos...
Como todo lo que tiene valor en el mundo moderno, también se trata de aumentar la productividad. O, como dice el informe del Foro Económico Mundial, “el bienestar individual alimenta tanto el rendimiento como la productividad... Las empresas tienen razones tangibles, más allá de un imperativo moral, para abordar las barreras que impiden a los empleados prosperar en el lugar de trabajo”.
La felicidad de la plantilla
No pretendo decir que la felicidad y el bienestar de los empleados carezcan de importancia, ni siquiera que las empresas se equivoquen al pensar en estos aspectos en relación con la productividad y el rendimiento, pero la idea de que se puede hacer que alguien se sienta importante sencillamente diciendo a los directivos que se esfuercen para alcanzar este objetivo, no sólo es condescendiente, sino también equivocada. Los empleados quieren sentirse seres humanos, no robots. Y esto no se consigue haciendo que se sientan importantes como técnica de gestión, sino demostrándoles, con el tiempo, que realmente lo son.
La forma de hacer que alguien se sienta valorado es valorarlo de verdad. Cuando alguien siente que no importa, necesita algo más que palabras vacías para sentir que sí importa. No hay atajo; no hay Escalas antiimportancia