Expansión Nacional

‘Sin novedad en el frente’, y Borges

- Carlos Rodríguez Braun

El escritor alemán Erich Maria Remarque publicó en 1929 Sin novedad en el frente, un hito de la literatura pacifista, que fue llevada al cine por tres directores: Lewis Milestone en 1930, Delbert Mann en 1979, y Edward Berger en 2022. Así como la primera adaptación obtuvo el Oscar al mejor director y la mejor película, la tercera ha estado nominada a los Globos de Oro, y también al Oscar a la mejor película y a la mejor película extranjera, que finalmente ganó.

La calidad literaria de Remarque

–autor de una notable novela sobre la inflación, El obelisco negro, que ya comentamos en este mismo rincón (https://bit.ly/3kUqGoR)– es patente, como lo fue también su gran éxito de ventas, su impacto en todo el mundo, y el odio que dispensaro­n los nazis a Remarque, que se exilió en Estados Unidos.

Los nacionalso­cialistas lo acusaron de ser enemigo de la patria, que es la excusa universal de las guerras. Pero tampoco lo apreciaron los comunistas, porque Remarque no fue un revolucion­ario, y, además, como es sabido, los comunistas pueden presumir de pacifistas, pero en realidad lo son sólo en algunas circunstan­cias y en algunas guerras –las que pierden, mayormente–.

Sea como fuere, lo que nadie discute es que la historia del joven soldado Paul Bäumer es un potente y perdurable alegato pacifista. Bueno, casi nadie.

Borges escribió en Sur en 1937: “Las obras que denuncian las indignidad­es o lo atroz de la guerra corren siempre el albur de parecer una vindicació­n de la guerra. En efecto, cuanto más horrible la guerra, mayor es su prestigio satánico, mayor es la virtud de los hombres que la miran de frente. Del aclamado film pacifista Sin novedad en el frente, ¿qué persiste, ahora, en nuestro recuerdo? Una impetuosa y codiciable carga a la bayoneta, del todo semejante a las que ilustran cualquier film belicoso”. Cabría añadir que los malvados y delirantes generales y políticos son retratados de forma caricature­sta.

Así como Cabrera Infante habla del “pacifismo neurótico” de Remarque (G.Caín en Un oficio del siglo XX, página 426), Borges remata su profundo e inquietant­e comentario apuntando, con mucha antelación, a las virtudes europeas por encima de los Estados que arrastraba­n a sus súbditos a carnicería­s bélicas: “El mero pacifismo no basta. La guerra es una antigua pasión que tienta a los hombres con encantos ascéticos y mortales. Para abolirla, hay que oponerle otra pasión. Acaso la del buen europeo –Leibniz, Voltaire, Goethe, Arnold, Renan, Shaw, Russell, Unamuno, T. S. Eliot– que se sabe heredero y continuado­r de todos los países. Abundan aciagament­e en Europa el mero alemán o el mero irlandés; faltan los europeos”.

Casi nadie discute que la historia de Paul Bäumer es un perdurable y potente alegato pacifista

Los comunistas sólo son pacifistas en algunas circunstan­cias y en algunas guerras

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