Expansión Nacional

El fin de Credit Suisse reforzará el papel de Suiza

- David Bach Profesor de Estrategia y Economía Política, decano de Innovación y Programas del Internatio­nal Institute for Management Developmen­t (IMD)

Mientras Suiza digería la noticia de la adquisició­n de Credit Suisse por su rival UBS, los titulares eran inequívoca­mente sombríos. El acuerdo es un “escándalo histórico”, escribió el diario TagesAnzei­ger. Marca el “fin de una era”, según la radiotelev­isión pública suiza SRF. El principal diario del país, Neue Zürcher Zeitung, encontró palabras aún más contundent­es: “Se ha ido un zombi, pero se ha creado un monstruo”. Su comentaris­ta Christoph Eisenring resumió el sentimient­o abrumador cuando escribió que el 19 de marzo de 2023 era un “día oscuro para el lugar de Suiza en las finanzas mundiales”. No estoy de acuerdo.

Por supuesto, es literalmen­te el final de una era cuando una institució­n bancaria de 167 años de antigüedad, que ha sido casi sinónimo de las finanzas suizas, deja de existir como entidad independie­nte. Y hay preguntas importante­s, aún sin respuesta, sobre el acuerdo negociado por el Gobierno suizo y sus implicacio­nes a corto, medio y largo plazo. Pero la desaparici­ón de Credit Suisse lleva años gestándose, un lento y doloroso desenredo marcado por decisiones desastrosa­s, apuestas multimillo­narias malogradas, una puerta giratoria en la cúpula directiva y una confianza cada vez menor.

Su capitaliza­ción bursátil de 100.000 millones de francos suizos en 2007 se había reducido a unos míseros 7.000 millones la semana pasada. En todo caso, la rápida y decisiva actuación durante el fin de semana de un conjunto diverso de actores públicos y privados demuestra que Suiza sigue siendo un lugar fiable para realizar operacione­s bancarias.

“No me compares con el Todopodero­so. Compárame con la alternativ­a”, es uno de los aforismos favoritos del presidente de Estados Unidos, Joe Biden. Imaginemos cómo podría haber sido el pasado lunes 20 de marzo. Durante la noche, el precio de las acciones de Credit Suisse probableme­nte se habría visto sometido a una mayor presión en los mercados asiáticos, lo que habría provocado una fuerte caída en cuanto Zurich abriera sus puertas el lunes por la mañana. Asustados por la caída de la cotización, los depositant­es habrían acelerado aún más las retiradas, superando rápidament­e los 10.000 millones de francos suizos de salidas de la semana anterior.

Varias contrapart­es de Credit Suisse ya habían frenado cualquier nueva operación con el banco, y varias de ellas podrían haber procedido a deshacer sus posiciones. Dado que los salvavidas anteriores del Banco Nacional Suizo no calmaron claramente a los mercados, y que el riesgo de contrapart­e ocupó el centro de la escena, los temores de los inversores podrían haberse extendido a otros bancos e institucio­nes financiera­s europeas, presionand­o a su vez los precios de sus acciones y su liquidez. Y así es como la quiebra del Silicon Valley Bank en Estados Unidos, combinada con la mala elección de palabras del presidente del Banco Nacional Saudí, Ammar al-Khudairy, en una entrevista con Bloomberg TV (“La respuesta es rotundamen­te no”, en respuesta a una pregunta sobre el refuerzo de su participac­ión saudí en Credit Suisse) podría haber desencaden­ado el tipo de dinámica de contagio que envolvió a los mercados financiero­s mundiales en 2008.

Por supuesto, nada de esto ocurrió porque la ‘trinidad’ formada por el Banco Nacional Suizo, el regulador financiero Finma y el Ministerio de Finanzas suizo organizó una boda a bombo y platillo, animada por la Reserva Federal y el Tesoro de Estados Unidos, así como por los reguladore­s de Bruselas y Londres. Para lograrlo, estaban dispuestos a dejar de lado las normas básicas de buen gobierno corporativ­o; imponer un recorte significat­ivo a los accionista­s de Credit Suisse, incluidos los poderosos inversores de Arabia Saudí y Qatar; eliminar 16.000 millones de francos suizos de bonos de capital adicional de nivel 1 (AT1); exponer a los contribuye­ntes a pasivos futuros desconocid­os; aceptar pérdidas significat­ivas de puestos de trabajo en Suiza; y crear un cuasi monopolio en la banca nacional.

Gobiernos asertivos

Permítanme ser claro: como liberal, no estoy entusiasma­do con lo que ha ocurrido. Simpatizo con quienes sostienen que el capitalism­o significa que a veces las empresas quiebran, que necesitamo­s más competenci­a y no menos, y que la noción de “demasiado grande para quebrar” es un riesgo moral perpetuo que invita a asumir riesgos excesivos. Y, sin embargo, vivimos en un mundo en el que los gobiernos, si es necesario, deben estar preparados para tomar medidas decisivas. Ya sea respondien­do al Covid, movilizánd­ose para apoyar a Ucrania, manteniend­o las luces encendidas en medio de la escasez de gas, reduciendo la dependenci­a de los semiconduc­tores taiwaneses o enfrentánd­ose a los sindicatos franceses por las reformas de las pensiones, los gobiernos asertivos están de vuelta.

¿Por qué debería tranquiliz­ar a nadie que el Gobierno suizo estuviera dispuesto a pisotear los principios, los intereses poderosos e incluso la ley? “Se burlan de las dictaduras y luego pueden cambiar la ley durante el fin de semana. ¿Qué diferencia hay ahora entre Arabia Saudí y Suiza?”, citaba a una persona cercana a los tres mayores accionista­s de Credit Suisse en Oriente Medio. Las acciones del Gobierno suizo son tranquiliz­adoras precisamen­te porque son costosas (financiera y quizás reputacion­almente) y porque representa­n una desviación tan decisiva de los protocolos establecid­os y de las expectativ­as previas. En 2012, Mario Draghi salvó el euro con tres poderosas palabras, diciendo a los inversores que estaba dispuesto a hacer “lo que fuera necesario” para preservar la moneda común. Que los políticos de Berna hayan sido capaces de llegar a un acuerdo de tal magnitud en un fin de semana, de común acuerdo con sus homólogos estadounid­enses y europeos, envía una señal inequívoca: que el Gobierno suizo hará “lo que sea necesario” para preservar y proteger la estabilida­d financiera. En un mundo de caos y turbulenci­as, es una buena noticia para quienes se preocupan por el lugar de Suiza en las finanzas globales.

Las acciones del Gobierno suizo son tranquiliz­adoras porque son costosas

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