Expansión Nacional

Nuevo ciclo de crédito

Hogares y empresas afrontan un nuevo ciclo de acceso al crédito, con mayores restriccio­nes en su concesión y a un coste financiero superior.

- Alicia Coronil Jónsson Economista jefe de Singular Bank

Las nuevas subidas de tipos de interés de la Fed y del BCE han respondido a la hoja de ruta trazada antes del estallido de la crisis de Silicon Valley Bank y Signature Bank en Estados Unidos, y del banco Credit Suisse en Europa. En este sentido, las autoridade­s monetarias han optado por continuar el proceso de endurecimi­ento de las condicione­s financiera­s ante la persistenc­ia de las presiones inflacioni­stas y salariales, que en su caso fueron ganando protagonis­mo en la zona euro en el último trimestre de 2022, de forma retrasada respecto a las registrada­s por la economía norteameri­cana en los últimos dos años.

La Reserva Federal ha optado por elevar los tipos de interés oficiales en 25 puntos básicos hasta el rango entre el 4,75% y el 5,00%, continuand­o el mayor ciclo de endurecimi­ento de la política monetaria desde la década de 1980 al aumentar en 450 puntos básicos el coste del dinero en los últimos 12 meses. Una decisión que se ha adoptado no sólo para reiterar el compromiso de la entidad monetaria con el control de la inflación, sino también con el objetivo de lanzar un mensaje sobre la estabilida­d de su sistema financiero y evitar una erosión de la imagen de la Fed, al defender hasta el comienzo de la guerra de Ucrania que el significat­ivo repunte de los precios observados en la economía estadounid­ense respondía a factores transitori­os.

No obstante, esta nueva subida de tipos de interés oficiales se ha producido en una coyuntura en la que han sido clave los mensajes lanzados por la Administra­ción Biden y las autoridade­s del Eurosistem­a sobre la solidez del sistema bancario, la garantía de los depósitos y la seguridad jurídica respecto al orden de prelación en caso de insolvenci­a, tras la decisión de las autoridade­s suizas de liquidar los bonos contingent­emente convertibl­es AT1. Todo ello unido a la acción coordinada del BCE y la Fed, el Banco de Canadá, el Banco de Inglaterra, el Banco de Japón y el Banco Nacional Suizo para proporcion­ar liquidez mediante acuerdos de líneas de intercambi­os de divisas en dólares hasta finales de este mes.

Paralelame­nte, es importante señalar que la decisión de la Fed abre la puerta a que pueda realizar una pausa en su próxima reunión de mayo, que vendrá condiciona­da por la realidad reflejada en los datos macroeconó­micos y la evolución de la estabilida­d financiera de Estados Unidos, y ante la incertidum­bre que se mantienen sobre la situación del First Republic Bank y PacWest Bancorp. De ahí que, al igual que en el caso del BCE, ambas autoridade­s monetarias diseñarán sus próximos pasos en función de las señales que lancen las principale­s referencia­s macroeconó­micas sobre la inflación, el sentimient­o económico o la actividad, así como de la situación de la estabilida­d financiera.

Sin embargo, es importante resaltar que la Fed se encuentra ante su mayor propio trilema, ante la imposibili­dad de lograr de forma simultánea­mente controlar la inflación, mantener el empleo en máximos y asegurar la estabilida­d financiera. En una coyuntura en el que las autoridade­s monetarias de las economías avanzadas afrontan un nuevo marco en su toma de decisiones ante las perturbaci­ones de oferta que han ganado protagonis­mo desde el año 2020 y las implicacio­nes del envejecimi­ento de la población sobre el mercado laboral y los salarios.

A la espera de cómo evolucione la situación de los bancos regionales estadounid­enses, o de los problemas de liquidez que podrían surgir también en los pequeños bancos chinos, no cabe duda de que los recientes acontecimi­entos son una señal de que entramos en una fase en la que también podríamos ver episodios similares entorno al shadow banking o en empresas con un elevado nivel apalancami­ento, cuyas decisiones de financiaci­ón e inversión se adoptaron bajo la premisa de que se mantendría­n los bajos tipos de interés a largo plazo.

Más allá de las futuras decisiones que tomen los bancos centrales en las economías avanzadas, son varias las conclusion­es que desde la perspectiv­a macroeconó­mica se extraen de los recientes acontecimi­entos financiero­s:

La inflación general tenderá a continuar moderándos­e, apoyada en la relajación de los precios de la energía, pero la evolución del coste de los alimentos podría mantenerse al alza en los próximos meses.

Los hogares y las empresas afrontan un nuevo ciclo de acceso al crédito, con mayores restriccio­nes en su concesión y a un coste financiero superior, lo que lastrará principalm­ente a la construcci­ón, la demanda de bienes duraderos y la inversión empresaria­l.

El repunte de los costes financiero­s representa un nuevo reto para las empresas, especialme­nte de menor tamaño, que podrían trasladar a precios finales, generando nuevas tensiones inflacioni­stas, o ampliar la erosión de sus márgenes empresaria­les, con consecuenc­ias sobre su viabilidad o capacidad de desapalanc­amiento.

Riesgos sobre la evolución de la inflación subyacente ante las crecientes presiones salariales, especialme­nte en el sector servicios.

Mayores problemas de liquidez para las empresas de menor tamaño, y riesgos de repunte de la tasa de morosidad y de quiebras.

Unos efectos que no serán inmediatos, pero que sí podrían comenzar a tener impacto en la senda del crecimient­o económico a partir de la segunda parte de 2023, y que auguran un mayor deterioro de las perspectiv­as económicas en una coyuntura en la que, además de las incertidum­bres sobre la evolución de la estabilida­d financiera, prevalecen las incógnitas asociadas a la guerra de Ucrania, a la crisis del coste de la vida, la crisis energética y alimentici­a, y las crecientes tensiones geopolític­as entre Washington y Pekín, entre otros. De ahí que no podamos destacar el creciente riesgo de recesión en Estados Unidos, y sus efectos para la economía europea y española.

Podríamos ver episodios similares en el ‘shadow banking’ o en empresas con alto apalancami­ento

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