EMILIO TUÑÓN, ARQUITECTO
Pasa por rehabilitar”
Si hubiera que definir con una única palabra la trayectoria de Emilio Tuñón (Madrid, 1958), la elegida sería coherencia. Es la cualidad que destacó también el pasado mes de noviembre el jurado del Premio Nacional de Arquitectura 2022, que le entregó el Ministerio de Transportes, Movilidad y Agenda Urbana en febrero, y es la que surge cuando se observa el global de su trabajo.
Autor de la nueva sede de Arquia Bank en Madrid (2022), la Fundación Helga de Alvear en Cáceres (2021) o la Casa de Piedra (2019), también en Cáceres, el arquitecto reconoce sentirse abrumado por haber recibido un reconocimiento que desearía compartir con toda una generación de profesionales que han cambiado España. “Es un premio generacional. Luis Moreno Mansilla, Carme Pinós, Rafael Moneo, Alberto Campo Baeza, Juan Navarro se lo merecen tanto o más que yo porque desde grandes ciudades como Madrid o Barcelona han trabajado en la España vaciada para recuperar un patrimonio que forma parte de la historia de todos”, recuerda Tuñón, que terminó sus estudios en la Escuela Técnica Superior de Arquitectura de Madrid en 1981, donde se doctoró en el año 2000 y en la que ejerce como catedrático del Departamento de Proyectos Arquitectónicos.
–Puede presumir de haber recibido otras distinciones como el Premio de Arquitectura Española de 2003, el Mies Van der Rohe, en 2007, la Medalla de Oro en las Bellas Artes de 2014 y el Premio de Arquitectura Contemporánea de la Unión Europea. ¿Qué significan los premios?
Son muy importantes para mí porque me refuerzan en la idea de que escogí el camino correcto. Lo que más me ha interesado siempre ha sido la recuperación del patrimonio, la rehabilitación de edificios con un gran valor histórico que estaban en desuso, un concepto que ahora muchos repiten cuando hablan de sostenibilidad, pero que cuando yo empecé no estaba tan arraigado en la profesión.
–¿Es lo que definirá el futuro de la arquitectura?
El futuro pasa necesariamente por dar nueva vida a edificios que ya no se usan. Las ciudades no son bonitas porque lo sean sus edificios, lo son si a estos se les da el uso correcto. ¿Qué sentido tiene tener oficinas o fábricas vacías en las ciudades cuando lo que se necesitan hoy son viviendas? Es un tema que es especialmente relevante y necesario en Europa donde hay muchos edificios abandonados, que ya no tienen sentido en el siglo en el que vivimos, pero que rehabilitándolos pueden cumplir una función esencial.
–Con Moreno Mansilla, que falleció en 2012 y con el que fundó en 1990 Mansilla+Tuñón Arquitectos, firmó proyectos tan destacados como el Museo Provincial de Arqueología y Bellas Artes de Zamora (1996), el de Bellas Artes de Castellón (2000), el Auditorio de León (2002), el Centro Documental de la Comunidad de Madrid (2003), el Musac Centro de Arte Contemporáneo de Castilla y León (2005), la sede de la Fundación Pedro Barrié de la Maza en Vigo (2006), el Ayuntamiento de Lalín (2011) y el Museo de las Colecciones Reales, que abrirá en Madrid en julio, todos ellos con numerosos premios. ¿Qué es la arquitectura?
Es la profesión más bonita del mundo porque gracias a ella tienes la capacidad de dejar huella, de hacer lo correcto y de saber que otros van a disfrutar de ello, por eso no todo vale. Hay que tener respeto por la ciudad, por la tierra y por el paisaje en el que se va a ubicar un proyecto y pensar que tan importante es la reforma de un piso como diseñar un rascacielos. La arquitectura es construir espacios donde las personas van a desarrollar sus actividades y es a ellas a las que hay que poner en el centro, no al diseño o a las características estéticas del edificio.
–El jurado del último premio que le han concedido el pasado mes de febrero destacó de usted “su capacidad para encontrar referencias en la cultura, el arte, la literatura, la historia o la música, buscando en ellos caminos que definan su propia práctica profesional”. ¿Dónde quedarían los egos?
La sociedad de consumo en la que vivimos nos impuso un ritmo de trabajo en el que lo importante se dejó de lado. La humanidad por fin ha entendido que lo importante de un edificio son los usos que vayamos a darle y conseguir que se consuma la menor cantidad de energía posible. Cuando veo en edificios antiguos muros gruesos para que sus habitantes se aislaran del calor o del frío, entiendo que la profesión estaba en el camino correcto desde hace muchos siglos, pero que hubo un momento que se dejó llevar por el consumismo; es fácil caer en la tentación.*