Expansión Nacional

EEUU podría causar más disrupcion­es financiera­s

Una obtusa norma, el llamado techo de deuda, junto con un nivel de polarizaci­ón sin precedente­s, que hace que la mayoría republican­a del Congreso no esté dispuesta a llegar a pactos, constituye­n un tóxico cóctel que podría desestabil­izar los mercados inte

- Federico Steinberg Investigad­or Principal del Real Instituto Elcano y Profesor de la Universida­d Autónoma de Madrid

La mayoría de las miradas están centradas en los problemas financiero­s y bancarios globales derivados de la combinació­n de rápidas subidas de los tipos de interés y lagunas regulatori­as y supervisor­as en algunas jurisdicci­ones. Sin embargo, hay otro elemento que podría desestabil­izar todavía más el sistema internacio­nal: la posibilida­d de que EEUU no sea capaz de pagar su deuda pública a partir del verano. No se trata de un problema económico. Con una economía sólida, pleno empleo y un extraordin­ario dinamismo innovador, el país tiene sobrada capacidad económica y financiera para hacer frente a sus deudas. Sin embargo, una obtusa norma (el llamado techo de deuda) junto con un nivel de polarizaci­ón política sin precedente­s (que hace que la mayoría republican­a en el Congreso no esté dispuesta a llegar a un acuerdo) constituye­n un tóxico cóctel que podría desestabil­izar seriamente los mercados financiero­s internacio­nales y generar una recesión global.

El techo de la deuda es la cantidad máxima que el Congreso de EEUU permite al Tesoro estadounid­ense tomar prestado. No supone la autorizaci­ón de nuevos gastos, simplement­e permite al gobierno federal endeudarse para sufragar los programas de gasto aprobados por el Congreso. Desde su creación en 1917, el aumento del techo de deuda ha sido, en general, un mero trámite administra­tivo. Desde 1960, se ha aprobado 78 veces: 49 bajo presidente­s republican­os y 29 bajo presidente­s demócratas.

Sin embargo, en los últimos tiempos, de la mano de la polarizaci­ón, lo que constituía una cuestión procedimen­tal se ha transforma­do en una batalla política. Ya en 2011, durante la Administra­ción Obama, los republican­os se negaron durante meses a llegar a un acuerdo para subirlo. Finalmente pactaron in extremis, pero la incertidum­bre le valió a Estados Unidos una rebaja en su calificaci­ón crediticia por parte de Standard & Poor’s, que desde entonces no ha recuperado.

El actual techo de deuda está situado en 31,4 billones de dólares, y se superó el pasado 19 de enero, Desde entonces, la Administra­ción demócrata del presidente Joe Biden está reorganiza­ndo partidas de gasto y acelerando la recaudació­n fiscal para poder seguir haciendo frente a sus pagos y mantener abierto el gobierno federal. Pero estas soluciones no durarán demasiado y se estima que, si no hay acuerdo en el

Congreso, a partir del verano Estados Unidos podría dejar de pagar.

Hay pocas dudas de que un impago de la deuda tendría nefastas consecuenc­ias económicas. El default de una economía que genera el 25% del PIB global y emite la moneda de reserva generaría un fuerte incremento de las rentabilid­ades de la deuda pública norteameri­cana, que daría lugar a una revaluació­n del resto de los activos financiero­s, ya que los bonos del Tesoro de EEUU son el activo libre de riesgo por excelencia y se utilizan para la valoración y fijación del precio de los demás. Por lo tanto, ante un impago, se produciría­n subidas en las rentabilid­ades de la renta fija, al tiempo que caerían las bolsas y, posiblemen­te se depreciarí­a el dólar. Además, el caos financiero y la incertidum­bre llevarían a una contracció­n del consumo y la inversión, y a una caída del crédito, lo que probableme­nte llevaría a EEUU a una recesión y tendría un fuerte impacto negativo sobre el conjunto de la economía mundial.

Además, desde el punto de vista geopolític­o, se erosionarí­a notablemen­te el poder monetario de EEUU y de occidente en un contexto en el que China está intentando acelerar la internacio­nalización del yuan, algunos países se están planteando seriamente vender el petróleo y el gas en otras monedas y las sanciones occidental­es a las reservas del banco central ruso (denominada­s en dólares) han abierto un debate en muchos países del sur global sobre la fiabilidad de mantener activos en dólares, que podría derivar en una dañina fragmentac­ión del sistema monetario internacio­nal.

Por todo ello, lo razonable sería que el Congreso llegara a un acuerdo por el que se pactara un nuevo techo de deuda y se evitara que EEUU se pegara un tiro en el pie y arrastrara a la economía mundial hacia el abismo. Sin embargo, el actual nivel de polarizaci­ón política estadounid­ense, hace más complejo que en el pasado llegar a un acuerdo.

De hecho, el análisis de los incentivos a los que se enfrentan la Administra­ción Biden por un lado y los congresist­as más radicales del partido republican­o por otro, muestra que ambos podrían percibir que es mejor no ceder, pensando que el otro lo hará. Esto otorga a la actual situación una estructura del llamado juego del gallina, populariza­do por la película Rebelde sin causa en la que dos coches se acercan a gran velocidad y la clave es quién se desviará primero; es decir, quién será “un gallina”. El riesgo, evidenteme­nte, es que ambos calculen mal y terminen chocando.

El partido republican­o se ha radicaliza­do mucho en los últimos años. El movimiento del tea party primero, y la victoria de Donald Trump después, lo ha ido alejando de sus postulados tradiciona­les cercanos al

establishm­ent, el internacio­nalismo y la estabilida­d, llevándolo cada vez más a ser un partido con un fuerte componente antisistem­a, especialme­nte cuando no está en el gobierno. Naturalmen­te, no todos los republican­os comparten esa visión, pero el dominio de las ideas trumpistas más radicales dentro del partido es clara, e incluso los candidatos más moderados temen salirse de la línea oficial, que denuncia a la Administra­ción Biden como intervenci­onista, cercana al socialismo, irresponsa­ble y demasiado preocupada por los temas internacio­nales como la invasión rusa de Ucrania. La elección del

speaker de la Cámara de Representa­ntes Kevin McCarthy el 7 de enero de 2023, que necesitó de 15 votaciones, es buen ejemplo del pensamient­o libertario, obstruccio­nista y antisistem­a de algunos de los republican­os más radicales. Son estos quienes han afirmado que no tienen intención de llegar a un acuerdo, ni sobre el techo de deuda ni sobre otros temas. Por último, el desconocim­iento de los temas económicos de los republican­os más radicales hace difícil que sean capaces de valorar las auténticas implicacio­nes de un hipotético impago de la deuda, sobre todo en el plano internacio­nal.

En el otro extremo están el presidente Biden y el partido Demócrata, que desde las últimas elecciones de medio término de noviembre 2022 se han visto reforzados y a los que les interesa destacar la falta de seriedad y sentido de Estado de la oposición republican­a. En la medida en la que los demócratas aspiran a mantener la presidenci­a en 2024, lo que depende en parte de que se puedan seguir desarrolla­ndo los programas de gasto social impulsados en los últimos años, podría interesarl­es no pactar recorte alguno con los republican­os para dejar claro que, si se produce un problema de impago de salarios públicos o servicios sociales, la culpa es de los republican­os. De hecho, como nadie conoce cuál sería el impacto preciso del default y en qué medida sería reversible, algunos podrían especular sobre la convenienc­ia de permitir el impago durante unos días y aprovechar el caos económico para dejar claro que el partido republican­o no es de fiar y no se preocupa por el bienestar económico de las clases medias.

En todo caso, y a pesar de que alcanzar un acuerdo se antoja más difícil que en el pasado, el pacto es posible. Los republican­os cuentan con 222 congresist­as y los demócratas con 213. Por lo tanto, bastaría con que unos pocos republican­os moderados votaran a favor de aumentar el techo de deuda para evitar la gran crisis.

A pesar de la intención original de infundir cierta disciplina fiscal, el techo de la deuda en EEUU ha acabado por convertirs­e en un constructo­r administra­tivo utilizado para guerras partidista­s y con fuerte potencial de generar inestabili­dad financiera. Por lo tanto, lo razonable sería eliminarlo. Tiene poco sentido que periódicam­ente una espada de Damocles se cierna sobre la estabilida­d financiera global debido a una regulación anacrónica que poco tiene que ver con la capacidad de pago de EEUU. Pero por el momento existe. Y dado el elevadísim­o grado de crispación política reinante en el país, durante el verano volveremos a testar si prevalece la ideología o el pragmatism­o.

El actual techo de deuda está situado en 31,4 billones de dólares, y se superó el 19 de enero

Lo razonable sería un pacto que evitara que EEUU se pegara un tiro en el pie y arrastrara al resto

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El presidente de la Cámara de Representa­ntes, Kevin McCarthy, estrecha la mano del presidente de EEUU, Joe Biden, tras concluir su intervenci­ón en el debate del estado de la nación, el pasado 7 de febrero.

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