EEUU podría causar más disrupciones financieras
Una obtusa norma, el llamado techo de deuda, junto con un nivel de polarización sin precedentes, que hace que la mayoría republicana del Congreso no esté dispuesta a llegar a pactos, constituyen un tóxico cóctel que podría desestabilizar los mercados inte
La mayoría de las miradas están centradas en los problemas financieros y bancarios globales derivados de la combinación de rápidas subidas de los tipos de interés y lagunas regulatorias y supervisoras en algunas jurisdicciones. Sin embargo, hay otro elemento que podría desestabilizar todavía más el sistema internacional: la posibilidad de que EEUU no sea capaz de pagar su deuda pública a partir del verano. No se trata de un problema económico. Con una economía sólida, pleno empleo y un extraordinario dinamismo innovador, el país tiene sobrada capacidad económica y financiera para hacer frente a sus deudas. Sin embargo, una obtusa norma (el llamado techo de deuda) junto con un nivel de polarización política sin precedentes (que hace que la mayoría republicana en el Congreso no esté dispuesta a llegar a un acuerdo) constituyen un tóxico cóctel que podría desestabilizar seriamente los mercados financieros internacionales y generar una recesión global.
El techo de la deuda es la cantidad máxima que el Congreso de EEUU permite al Tesoro estadounidense tomar prestado. No supone la autorización de nuevos gastos, simplemente permite al gobierno federal endeudarse para sufragar los programas de gasto aprobados por el Congreso. Desde su creación en 1917, el aumento del techo de deuda ha sido, en general, un mero trámite administrativo. Desde 1960, se ha aprobado 78 veces: 49 bajo presidentes republicanos y 29 bajo presidentes demócratas.
Sin embargo, en los últimos tiempos, de la mano de la polarización, lo que constituía una cuestión procedimental se ha transformado en una batalla política. Ya en 2011, durante la Administración Obama, los republicanos se negaron durante meses a llegar a un acuerdo para subirlo. Finalmente pactaron in extremis, pero la incertidumbre le valió a Estados Unidos una rebaja en su calificación crediticia por parte de Standard & Poor’s, que desde entonces no ha recuperado.
El actual techo de deuda está situado en 31,4 billones de dólares, y se superó el pasado 19 de enero, Desde entonces, la Administración demócrata del presidente Joe Biden está reorganizando partidas de gasto y acelerando la recaudación fiscal para poder seguir haciendo frente a sus pagos y mantener abierto el gobierno federal. Pero estas soluciones no durarán demasiado y se estima que, si no hay acuerdo en el
Congreso, a partir del verano Estados Unidos podría dejar de pagar.
Hay pocas dudas de que un impago de la deuda tendría nefastas consecuencias económicas. El default de una economía que genera el 25% del PIB global y emite la moneda de reserva generaría un fuerte incremento de las rentabilidades de la deuda pública norteamericana, que daría lugar a una revaluación del resto de los activos financieros, ya que los bonos del Tesoro de EEUU son el activo libre de riesgo por excelencia y se utilizan para la valoración y fijación del precio de los demás. Por lo tanto, ante un impago, se producirían subidas en las rentabilidades de la renta fija, al tiempo que caerían las bolsas y, posiblemente se depreciaría el dólar. Además, el caos financiero y la incertidumbre llevarían a una contracción del consumo y la inversión, y a una caída del crédito, lo que probablemente llevaría a EEUU a una recesión y tendría un fuerte impacto negativo sobre el conjunto de la economía mundial.
Además, desde el punto de vista geopolítico, se erosionaría notablemente el poder monetario de EEUU y de occidente en un contexto en el que China está intentando acelerar la internacionalización del yuan, algunos países se están planteando seriamente vender el petróleo y el gas en otras monedas y las sanciones occidentales a las reservas del banco central ruso (denominadas en dólares) han abierto un debate en muchos países del sur global sobre la fiabilidad de mantener activos en dólares, que podría derivar en una dañina fragmentación del sistema monetario internacional.
Por todo ello, lo razonable sería que el Congreso llegara a un acuerdo por el que se pactara un nuevo techo de deuda y se evitara que EEUU se pegara un tiro en el pie y arrastrara a la economía mundial hacia el abismo. Sin embargo, el actual nivel de polarización política estadounidense, hace más complejo que en el pasado llegar a un acuerdo.
De hecho, el análisis de los incentivos a los que se enfrentan la Administración Biden por un lado y los congresistas más radicales del partido republicano por otro, muestra que ambos podrían percibir que es mejor no ceder, pensando que el otro lo hará. Esto otorga a la actual situación una estructura del llamado juego del gallina, popularizado por la película Rebelde sin causa en la que dos coches se acercan a gran velocidad y la clave es quién se desviará primero; es decir, quién será “un gallina”. El riesgo, evidentemente, es que ambos calculen mal y terminen chocando.
El partido republicano se ha radicalizado mucho en los últimos años. El movimiento del tea party primero, y la victoria de Donald Trump después, lo ha ido alejando de sus postulados tradicionales cercanos al
establishment, el internacionalismo y la estabilidad, llevándolo cada vez más a ser un partido con un fuerte componente antisistema, especialmente cuando no está en el gobierno. Naturalmente, no todos los republicanos comparten esa visión, pero el dominio de las ideas trumpistas más radicales dentro del partido es clara, e incluso los candidatos más moderados temen salirse de la línea oficial, que denuncia a la Administración Biden como intervencionista, cercana al socialismo, irresponsable y demasiado preocupada por los temas internacionales como la invasión rusa de Ucrania. La elección del
speaker de la Cámara de Representantes Kevin McCarthy el 7 de enero de 2023, que necesitó de 15 votaciones, es buen ejemplo del pensamiento libertario, obstruccionista y antisistema de algunos de los republicanos más radicales. Son estos quienes han afirmado que no tienen intención de llegar a un acuerdo, ni sobre el techo de deuda ni sobre otros temas. Por último, el desconocimiento de los temas económicos de los republicanos más radicales hace difícil que sean capaces de valorar las auténticas implicaciones de un hipotético impago de la deuda, sobre todo en el plano internacional.
En el otro extremo están el presidente Biden y el partido Demócrata, que desde las últimas elecciones de medio término de noviembre 2022 se han visto reforzados y a los que les interesa destacar la falta de seriedad y sentido de Estado de la oposición republicana. En la medida en la que los demócratas aspiran a mantener la presidencia en 2024, lo que depende en parte de que se puedan seguir desarrollando los programas de gasto social impulsados en los últimos años, podría interesarles no pactar recorte alguno con los republicanos para dejar claro que, si se produce un problema de impago de salarios públicos o servicios sociales, la culpa es de los republicanos. De hecho, como nadie conoce cuál sería el impacto preciso del default y en qué medida sería reversible, algunos podrían especular sobre la conveniencia de permitir el impago durante unos días y aprovechar el caos económico para dejar claro que el partido republicano no es de fiar y no se preocupa por el bienestar económico de las clases medias.
En todo caso, y a pesar de que alcanzar un acuerdo se antoja más difícil que en el pasado, el pacto es posible. Los republicanos cuentan con 222 congresistas y los demócratas con 213. Por lo tanto, bastaría con que unos pocos republicanos moderados votaran a favor de aumentar el techo de deuda para evitar la gran crisis.
A pesar de la intención original de infundir cierta disciplina fiscal, el techo de la deuda en EEUU ha acabado por convertirse en un constructor administrativo utilizado para guerras partidistas y con fuerte potencial de generar inestabilidad financiera. Por lo tanto, lo razonable sería eliminarlo. Tiene poco sentido que periódicamente una espada de Damocles se cierna sobre la estabilidad financiera global debido a una regulación anacrónica que poco tiene que ver con la capacidad de pago de EEUU. Pero por el momento existe. Y dado el elevadísimo grado de crispación política reinante en el país, durante el verano volveremos a testar si prevalece la ideología o el pragmatismo.
El actual techo de deuda está situado en 31,4 billones de dólares, y se superó el 19 de enero
Lo razonable sería un pacto que evitara que EEUU se pegara un tiro en el pie y arrastrara al resto