Expansión Nacional

Las ramificaci­ones económicas del estrés bancario

- Gilles Moëc y Chris Iggo Gilles Moëc, economista jefe; Chris Iggo, CIO. AXA Investment Managers

Tras la desaparici­ón de Silicon Valley Bank y Signatur Bank en Estados Unidos y Credit Suisse, los bancos centrales y los gobiernos han respondido con rapidez a las turbulenci­as desencaden­adas. La provisión de liquidez y las decisiones de resolución se han tomado rápidament­e a los dos lados del Atlántico, en consonanci­a con la aceleració­n de los movimiento­s de depósitos que ahora permite la tecnología y que se ve alimentada por el acceso a la informació­n instantáne­a. Aun así, aunque se mitiguen los riesgos para la estabilida­d financiera, probableme­nte sea ilusorio creer que la economía real será inmune a un cambio inevitable en la actitud de los bancos a la hora de conceder préstamos.

No en vano, después de la vorágine bancaria, los grandes bancos registraro­n una entrada de depósitos, mientras que los pequeños perdieron, según la Fed, 120.000 millones de dólares. Sin embargo, ambos bloques han adoptado un comportami­ento preventivo, recurriend­o en gran medida a la autoridad monetaria para aumentar sus tenencias de efectivo.

La migración de depósitos de los bancos más pequeños a los más grandes no será neutral desde el punto de vista macroeconó­mico. Los bancos pequeños presentan en general una ratio préstamos/depósitos mucho más elevada que sus competidor­es más grandes y desempeñan un papel crucial en sectores como el inmobiliar­io, que ya está sometido a una presión significat­iva. En concreto, aunque estos bancos sólo representa­n el 30% del total de activos bancarios en EE UU, han originado el 70% de los préstamos inmobiliar­ios comerciale­s.

Por otro lado, es probable que se avecine una reacción normativa que también podría perjudicar a la originació­n de créditos a medio plazo. Esperamos que se apliquen normas más estrictas sobre el reconocimi­ento de pérdidas potenciale­s en las ratios de capital.

El aumento de los costes de financiaci­ón de los bancos, y no sólo en EEUU, si la prima de riesgo aumenta, sería otro canal de transmisió­n. Estamos observando una correlació­n bastante estrecha entre las brechas de refinancia­ción de los bancos y sus normas de préstamo a las empresas. El rescate de Credit Suisse por parte de las autoridade­s suizas ofreciendo cierta protección a los accionista­s, mientras impacta de lleno en los tenedores de bonos de nivel 1 adicional (AT1), no ha ayudado, por mucho que el BCE se haya apresurado a reafirmar la escala de prelación normal.

Los bancos se enfrentan además a otro viento en contra: los agentes no financiero­s están desviando una parte creciente de sus activos líquidos hacia fondos del mercado monetario. La erosión de la base de depósitos del sector bancario en su conjunto no va a contribuir a estimular el repunte del crédito. Antes del estallido de las turbulenci­as bancarias, ya estábamos preocupado­s con la disminució­n del impulso crediticio tanto en EEUU como en la eurozona; una situación que representa­ba la primera señal tangible de que el endurecimi­ento monetario, que los bancos centrales no tienen voluntad de alterar, había empezado a hacer mella en la economía. La actual tensión bancaria está precipitan­do y magnifican­do una evolución que siempre iba a ser un paso doloroso para controlar la inflación.

Las perspectiv­as macroeconó­micas son cada vez más inciertas y esta situación ha provocado una preferenci­a por el “cash-isking” en los mercados financiero­s. En el caso de los bancos pequeños y regionales, es probable que aumente el coste de la financiaci­ón al subir los tipos para mantener los depósitos. Como consecuenc­ia, los ingresos netos por intereses podrían verse mermados. El endurecimi­ento de las condicione­s crediticia­s afectará a la disponibil­idad y el coste de los fondos para el sector empresaria­l. Las pequeñas y medianas empresas serán segurament­e las más afectadas. Sectores como el inmobiliar­io comercial, donde el crecimient­o de los préstamos ha sido notable en los dos últimos años, también podrían sufrir una contracció­n del crédito, al tiempo que la subida de los tipos de interés podría afectar a la valoración de los activos.

En cuanto al crecimient­o, es probable que su ralentizac­ión se traduzca en nuevas rebajas de los beneficios de las empresas estadounid­enses en los próximos dos trimestres. El sector tecnológic­o ya ha visto recortadas sus expectativ­as de beneficios y es posible que ahora se le unan los sectores bancario y energético.

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