Las ramificaciones económicas del estrés bancario
Tras la desaparición de Silicon Valley Bank y Signatur Bank en Estados Unidos y Credit Suisse, los bancos centrales y los gobiernos han respondido con rapidez a las turbulencias desencadenadas. La provisión de liquidez y las decisiones de resolución se han tomado rápidamente a los dos lados del Atlántico, en consonancia con la aceleración de los movimientos de depósitos que ahora permite la tecnología y que se ve alimentada por el acceso a la información instantánea. Aun así, aunque se mitiguen los riesgos para la estabilidad financiera, probablemente sea ilusorio creer que la economía real será inmune a un cambio inevitable en la actitud de los bancos a la hora de conceder préstamos.
No en vano, después de la vorágine bancaria, los grandes bancos registraron una entrada de depósitos, mientras que los pequeños perdieron, según la Fed, 120.000 millones de dólares. Sin embargo, ambos bloques han adoptado un comportamiento preventivo, recurriendo en gran medida a la autoridad monetaria para aumentar sus tenencias de efectivo.
La migración de depósitos de los bancos más pequeños a los más grandes no será neutral desde el punto de vista macroeconómico. Los bancos pequeños presentan en general una ratio préstamos/depósitos mucho más elevada que sus competidores más grandes y desempeñan un papel crucial en sectores como el inmobiliario, que ya está sometido a una presión significativa. En concreto, aunque estos bancos sólo representan el 30% del total de activos bancarios en EE UU, han originado el 70% de los préstamos inmobiliarios comerciales.
Por otro lado, es probable que se avecine una reacción normativa que también podría perjudicar a la originación de créditos a medio plazo. Esperamos que se apliquen normas más estrictas sobre el reconocimiento de pérdidas potenciales en las ratios de capital.
El aumento de los costes de financiación de los bancos, y no sólo en EEUU, si la prima de riesgo aumenta, sería otro canal de transmisión. Estamos observando una correlación bastante estrecha entre las brechas de refinanciación de los bancos y sus normas de préstamo a las empresas. El rescate de Credit Suisse por parte de las autoridades suizas ofreciendo cierta protección a los accionistas, mientras impacta de lleno en los tenedores de bonos de nivel 1 adicional (AT1), no ha ayudado, por mucho que el BCE se haya apresurado a reafirmar la escala de prelación normal.
Los bancos se enfrentan además a otro viento en contra: los agentes no financieros están desviando una parte creciente de sus activos líquidos hacia fondos del mercado monetario. La erosión de la base de depósitos del sector bancario en su conjunto no va a contribuir a estimular el repunte del crédito. Antes del estallido de las turbulencias bancarias, ya estábamos preocupados con la disminución del impulso crediticio tanto en EEUU como en la eurozona; una situación que representaba la primera señal tangible de que el endurecimiento monetario, que los bancos centrales no tienen voluntad de alterar, había empezado a hacer mella en la economía. La actual tensión bancaria está precipitando y magnificando una evolución que siempre iba a ser un paso doloroso para controlar la inflación.
Las perspectivas macroeconómicas son cada vez más inciertas y esta situación ha provocado una preferencia por el “cash-isking” en los mercados financieros. En el caso de los bancos pequeños y regionales, es probable que aumente el coste de la financiación al subir los tipos para mantener los depósitos. Como consecuencia, los ingresos netos por intereses podrían verse mermados. El endurecimiento de las condiciones crediticias afectará a la disponibilidad y el coste de los fondos para el sector empresarial. Las pequeñas y medianas empresas serán seguramente las más afectadas. Sectores como el inmobiliario comercial, donde el crecimiento de los préstamos ha sido notable en los dos últimos años, también podrían sufrir una contracción del crédito, al tiempo que la subida de los tipos de interés podría afectar a la valoración de los activos.
En cuanto al crecimiento, es probable que su ralentización se traduzca en nuevas rebajas de los beneficios de las empresas estadounidenses en los próximos dos trimestres. El sector tecnológico ya ha visto recortadas sus expectativas de beneficios y es posible que ahora se le unan los sectores bancario y energético.