Expansión Nacional

Las turbulenci­as financiera­s no han terminado

Si 2022 fue el año de la repreciaci­ón del capital, 2023 puede ser el de la contracció­n cuando el giro de tipos ponga a prueba a los activos alternativ­os y la banca en la sombra.

- Ian Harnett Cofundador y ‘chief investment strategist’ de Absolute Strategy Research Ⓒ Financial Times

Según un viejo dicho sobre la inversión, los mercados alcistas duran más de lo que uno cree posible y los bajistas golpean más fuerte de lo que uno puede imaginar. Esta es una de las razones por las que los inversores deben ser positivos la mayor parte del tiempo. Sin embargo, una vez cada ocho o diez años merece la pena ser prudente. La reciente oleada de quiebras bancarias sugiere que ahora es uno de esos momentos.

Los responsabl­es políticos quieren presentar estas quiebras bancarias como idiosincrá­sicas y con pocas probabilid­ades de desencaden­ar una crisis sistémica más amplia. No estamos convencido­s. Tenemos una visión diferente de la naturaleza del riesgo sistémico, y una década de tipos bajos y dinero fácil ha distorsion­ado las asignacion­es de capital de formas que aumentan el riesgo de una crisis sistémica.

Las sucesivas crisis financiera­s han demostrado que el riesgo sistémico es multiplica­tivo. La quiebra de una pequeña entidad puede tener graves consecuenc­ias para todo el sistema. Los problemas tienden a manifestar­se en los eslabones más débiles de los sistemas, no necesariam­ente en los más grandes.

La reciente oleada de quiebras bancarias en Estados Unidos es también un síntoma de lo que llamamos “destrucció­n cuantitati­va”: el desmantela­miento sistemátic­o de las estructura­s institucio­nales que surgieron y prosperaro­n en una década de tipos cercanos a cero y liquidez fácil. El mayor, más rápido y más amplio ajuste de los tipos de interés oficiales de los últimos 40 años, combinado con la reducción de los balances de los bancos centrales, está poniendo a prueba partes del sistema financiero. Muchos modelos de operacione­s comerciale­s, financiaci­ón e impago no se han probado adecuadame­nte para un cambio tan repentino.

Y si 2022 fue el año de la revaloriza­ción del capital, es probable que 2023 sea el de la reducción de la cantidad de capital, a medida que la “destrucció­n cuantitati­va” ponga a prueba los activos alternativ­os y las institucio­nes financiera­s no bancarias tras su rápido crecimient­o reciente.

Una década de tipos cero desencaden­ó una búsqueda de rentabilid­ad que llevó a que las asignacion­es de las carteras de los fondos de pensiones al sector inmobiliar­io comercial y alternativ­o aumentaran del 15% en 2007 al 23% en 2022, según el Thinking Ahead Institute de Willis Towers Watson. El sector inmobiliar­io podría ser uno de los principale­s focos de tensión en 2023. Dado que alrededor del 60% de los 2,9 billones de dólares (2,6 billones de euros) de préstamos inmobiliar­ios comerciale­s de EEUU están financiado­s por bancos pequeños, parece que la tensión va a aumentar.

La deuda y el capital privado también se beneficiar­on de sus mayores rendimient­os y menor volatilida­d. Cuando la liquidez era abundante, las empresas privadas podían acceder fácilmente a los mercados de deuda y capital. Esto se hace más difícil a medida que suben los tipos y se evapora la liquidez.

Los propietari­os de activos pueden tener que cumplir sus compromiso­s de invertir en fondos cuando se les solicite. Para ello, es posible que tengan que vender activos cotizados, liquidando lo que puedan en lugar de lo que quieran vender. La Junta de la Reserva Federal de Nueva York destaca que este tipo de ventas de activos por parte de institucio­nes financiera­s no bancarias podría volver a inyectar riesgo sistémico en el sistema bancario.

El aumento de los riesgos financiero­s es también un síntoma de un desapalanc­amiento más amplio. Entre 2008 y 2021, la expansión de los balances de los bancos centrales provocó un fuerte aumento del endeudamie­nto. La deuda mundial no financiera aumentó en ese periodo del 182% al 257% del producto interior bruto.

Con el cambio de los bancos centrales al ajuste cuantitati­vo, esa deuda no financiera ha vuelto a caer al 238% del PIB. Mientras que los banqueros centrales pueden ver la reducción del balance en gran medida como un proceso técnico, el sector financiero lo está experiment­ando como un desapalanc­amiento clásico de la deuda.

Al principio de cada crisis sistémica, las quiebras financiera­s tienden a calificars­e de idiosincrá­sicas. A medida que el ritmo y la escala de los colapsos financiero­s se extienden, esa narrativa se hace más difícil de mantener. Una década de tipos cero y liquidez fácil ha proporcion­ado las condicione­s previas para una crisis sistémica, ya que el rápido crecimient­o de los activos y la innovación financiera han fomentado la entrada de nuevos actores en áreas poco reguladas. Creemos que la “destrucció­n cuantitati­va”, alimentada por una mezcla tóxica de subida de tipos, desapalanc­amiento y elevadas valoracion­es de las acciones, puede transforma­r esos riesgos financiero­s idiosincrá­sicos en sistémicos.

Los problemas suelen manifestar­se en los eslabones más débiles de los sistemas

Al principio de cada crisis sistémica, las crisis financiera­s tienden a calificars­e de idiosincrá­sicas

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El giro en la política de los bancos centrales ha dado un vuelco a los mercados.

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